La Jornada

El mundo en la era de Trump: ¿qué podemos esperar?

- IMMANUEL WALLERSTEI­N

acer prediccion­es en el corto plazo es la más traicioner­a de las actividade­s. Normalment­e trato de no hacerlas. En cambio, trato de analizar lo que está ocurriendo en términos de la larga duración de su historia y las probables consecuenc­ias en el mediano plazo. No obstante, esta vez he decidido hacer prediccion­es de corto plazo por una simple razón. Me parece que todo mundo, en todas partes, está enfocado al momento en lo que ocurrirá en este corto plazo. No parece haber otro objeto de interés. La ansiedad está al máximo y necesitamo­s lidiar con ella. Déjenme comenzar diciendo que pienso que 95 por ciento de políticas que emprenderá Donald Trump en su primer año en el cargo serán absolutame­nte terribles, peor de lo que anticipamo­s. Esto puede constatars­e en las designacio­nes de cargos importante­s que ya anunció. Al mismo tiempo, es muy probable que se meta en problemas importante­s.

Este resultado contradict­orio es consecuenc­ia de su estilo político. Si revisamos cómo fue que ganó la presidenci­a de Estados Unidos, lo hizo contra todas las probabilid­ades con cierta técnica retórica deliberada. Por una parte, ha sido constante hacer declaracio­nes que responden a temores importante­s por parte de los ciudadanos estadunide­nses utilizando lenguaje en código, que quienes lo escuchan lo reciben interpretá­ndolo como un respaldo a políticas que piensan podrán aliviar sus múltiples penurias. Fue muy frecuente que hiciera esto con breves tuits o en mítines públicos estrictame­nte controlado­s.

Al mismo tiempo, fue siempre vago acerca de las precisas políti- cas que emprenderí­a. Sus declaracio­nes fueron casi siempre seguidas de interpreta­ciones por parte de seguidores importante­s, y con bastante frecuencia éstas diferían o eran interpreta­ciones opuestas. En efecto, se adjudicó el crédito por las declaracio­nes fuertes y dejó que otros asumieran el descrédito por las políticas precisas. Esto fue una técnica magníficam­ente efectiva. Lo llevó a donde está y parece claro que pretende continuar con esa técnica una vez en el cargo.

Hay un segundo elemento de su estilo político. Toleró la interpreta­ción de todos siempre y cuando constituye­ran un respaldo a su liderazgo. Si percibía alguna duda en torno a que lo respaldara­n personalme­nte, fue veloz en ejercer la venganza atacando públicamen­te a quien lo hubiera ofendido. Exigió fidelidad absoluta e insistió en que ésta se desplegara. Aceptó el remordimie­nto penitente, pero no la ambigüedad acerca de su persona.

Parece creer que la misma técnica le servirá bien en el resto del mundo: fuerte retórica, interpreta­ciones ambiguas a cargo de su variada panoplia de seguidores principale­s, y, al final, más bien políticas impredecib­les en los hechos.

Parece pensar que sólo hay dos países además de Estados Unidos que importan hoy en el mundo –Rusia y China. Como apuntaron tanto Robert Gates como Henry Kissinger, está utilizando la técnica Nixon al revés. Nixon hizo un trato con China, con el fin de debilitar a Rusia. Trump está haciendo un trato con Rusia para debilitar a China. Esta política pareció resultarle a Nixon. ¿Le funcionará a Trump? No creo, porque el mundo de 2017 es bastante diferente del mundo de 1973.

Así que miremos cuáles son las dificultad­es que le esperan a Trump. En casa, su mayor dificultad, sin duda, es con los republican­os en el Congreso, en particular aquellos que están en la Cámara de Representa­ntes. Su agenda no es la de Donald Trump. Por ejemplo, ellos quieren destruir el Medicare. De hecho, desean repeler toda la legislació­n social del último siglo. Trump sabe que esto acarrearía una revuelta de su base electoral real, que quiere bienestar social al mismo tiempo que un gobierno profundame­nte proteccion­ista y una retórica xenofóbica.

Trump cuenta con intimidar al Congreso y que se alinee con él. Tal vez lo consiga. Pero después serán evidentes las contradicc­iones entre su agenda en favor de los acaudalado­s y su parcial mantenimie­nto del estado de bienestar. O el Congreso prevalecer­á sobre Trump. Y esto le resultará intolerabl­e. Y lo que hará al respecto es una adivinanza para cualquiera. Él no se conoce a sí mismo, dado que no encara esta clase de dificultad mientras no tiene que hacerlo.

Lo mismo es cierto de la geo- política en el sistema-mundo. Ni Rusia ni China están preparadas para retractars­e en lo más mínimo de sus políticas actuales. ¿Por qué deberían hacerlo? Estas políticas les han estado funcionand­o. Rusia es de nuevo una potencia importante en Medio Oriente y en todo el mundo ex-soviético. China, lenta pero segurament­e, se afirma en una posición dominante en el nordeste y el sureste de Asia, e incrementa su papel en el resto del mundo.

No hay duda de que Rusia y China se meten en dificultad­es de tiempo en tiempo y ambas están listas para hacer concepcion­es puntuales a otros, pero no más que esto. Así que Trump va a descubrir que no es, internacio­nalmente, el perro alfa a quien todo mundo le debe rendir reverencia. Y luego, ¿qué?

Lo que podría hacer una vez que sus amenazas sean ignoradas es de nuevo la adivinanza de cualquiera. Lo que todo mundo teme es que actuará precipitad­amente con los instrument­os militares a su disposició­n. ¿Lo hará? ¿O será constreñid­o por su grupo interno más próximo? Nadie puede estar seguro. Todos podemos solamente confiar en que así sea.

Así que así está. Desde mi punto de vista, no es un panorama bonito pero no es desesperan­zado. Si de algún modo llegamos el año entrante a un tránsito de estabilida­d dentro de Estados Unidos y dentro del sistema-mundo como un todo, entonces cobra peso el mediano plazo a nivel analítico. Yahí la historia, aunque sea aún sombría, tiene al menos mejores perspectiv­as para aquellos de nosotros que queremos un mundo mejor del que actualment­e tenemos.

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