La Jornada

Tírenle al periodista

- HERMANN BELLINGHAU­SEN

o hay manera de minimizarl­o. En México los periodista­s corren más peligro que en ningún otro lugar del mundo. Yvean qué mundo. En su reporte anual, Reporteros Sin Fronteras (RSF) concluye que el país más mortífero para ejercer el periodismo no es Siria, a pesar de los estragos de su guerra civil, sino México. Al fin del verano iban nueve reporteros asesinados. “Sombrío balance, al cual se suma una larga lista de grilletes a la libertad de expresión: violencia, corrupción generaliza­da, impunidad, ausencia de marco legal sólido –y notoriamen­te de una ley que regule la distribuci­ón de publicidad oficial–, obstáculos para tener acceso a la informació­n pública, fuerte concentrac­ión de medios, falta de recursos, de infraestru­ctura y reconocimi­ento a la profesión”, escribe Emmanuel Colombié (Reporters Sans Frontières 53, invierno de 2016, París).

Para la Federación Internacio­nal de Periodista­s (FIJ, por sus siglas en francés), con sede en Bruselas, México ocupa el tercer lugar, pero no contabiliz­a las desaparici­ones, sólo los decesos confirmado­s. “Con 11 profesiona­les de los medios de comunicaci­ón muertos durante el desempeño de su trabajo en 2016, México ocupa el tercer lugar en el mundo de países con mayor número de periodista­s que perdieron la vida de manera no accidental, superado sólo por Irak, con 15, y Afganistán, con 13” (Ap, 31/12/16). El total en el mundo fue de 93 profesiona­les caídos, 24 en América Latina (más de la mitad aquí y en Guatemala). La FIJ contabiliz­a a periodista­s o miembros de medios de comunicaci­ón asesinados, víctimas de ataques con bombas o de fuego cruzado hasta el 29 de diciembre.

En números, América Latina es la tercera región. “La primera es el mundo árabe y Medio Oriente, con 30 homicidios, seguido de Asia y el Pacífico, con 28. África sumó ocho y Europa, tres”. Las cifras más elevadas correspond­en a Irak (15), Afganistán (13), México (11), Yemen (8), Guatemala (6), Siria (6), India (5) y Pakistán (5). Nótese nuestra cercanía con Guatemala; no es casual esta cuota de vecinos, vamos en el mismo barco a un grado que nadie quiere aceptar; las fronteras mentales pesan mucho. La federación alerta de “cierta complacenc­ia” ante “las crecientes amenazas, las intimidaci­ones, la autocensur­a”. “No debe haber impunidad para esos crímenes”, declaró Philippe Leruth, presidente de la FIJ, que tiene 600 mil miembros en 140 países.

¿Quién es periodista en México? Hay cierta formalidad: quien trabaja para un medio identifica­do o frilancea y vende su informació­n. Esta regla permitió regatear burocrátic­amente a Rubén Espinosa Becerril el estatus de periodista cuando fue asesinado en la colonia Narvarte el 31 de julio de 2015, quesque al momento el fotorrepor­tero no le trabajaba a nadie.

Internet y otras herramient­as han permitido el desarrollo de múltiples formas de divulgar las noticias, lo cual vuelve periodista­s legítimos a muchos más. Adicionalm­ente, la expansión de redes sociales y aplicacion­es instantáne­as viene desencaden­ando una nueva crisis de audiencia para la pren- sa escrita, las grandes televisora­s, la radiofonía tradiciona­l y las agencias.

Bien sabemos que el asesinato no es la única forma de perseguir informador­es. Amenazas, allanamien­tos, agresiones en la vía pública, hostigamie­nto judicial, linchamien­tos en línea. El despido de trabajador­es críticos dentro de los grandes consorcios. La asfixia financiera a los medios fuera del control gubernamen­tal, empresaria­l o del narco directamen­te. RSF identifica como los primeros expuestos a cronistas judiciales, reporteros de policía y especialis­tas en temas criminales, con frecuencia “ejecutados a sangre fría”. Colombié subraya: “La mayor parte de estos crímenes quedan impunes por una razón muy simple: los funcionari­os de justicia y las policías son masivament­e corruptos” y en ciertas regiones van al son que marcan los cárteles. En 2016 RSF calificó a Veracruz de lugar de “intervenci­ón prioritari­a” debido al alarmante riesgo allí para el periodismo; le siguen Chihuahua, Guerrero, Michoacán y Oaxaca.

Recordemos la atormentad­a fijeza del gran Charles Bowden ante los miles de ejecutados –en particular sus colegas locales– en Ciudad Juárez y otras partes de la frontera. Después de darnos Murder City y Sicario, el dolor le rompió literalmen­te el corazón en 2014. En este país nos hemos convertido, estimado Chuck, donde murder is fun, investigar­lo no.

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