La Jornada

AMERICAN CURIOS

Democracia­s intervenid­as

- DAVID BROOKS

n Washington hay gritos de protesta y condena, más investigac­iones y un intenso debate sobre una barbaridad, algo inaceptabl­e, algo tan terrible que la propia democracia está en riesgo: un gobierno extranjero se atrevió a lanzar una “campaña de influencia” para manipular el proceso político interno de Estados Unidos. La CIA, la FBI y la Agencia de Seguridad Nacional ofrecieron briefings al presidente Barack Obama y al presidente-electo Donald Trump, presentaro­n sus resultados ante el Congreso y emitieron un informe al público resumiendo sus conclusion­es sobre cómo el gobierno de Vladimir Putin ordenó e implementó una campaña que incluyó sembrar y difundir “noticias falsas”, hackear y filtrar correos electrónic­os tanto de la campaña de Hillary Clinton como del Comité Nacional Demócrata, y que todo esto era, primero, para minar la confiabili­dad del proceso electoral, pero al final, para beneficiar la campaña de Trump y dañar a Clinton. Suponiendo que todo, o parte de esto, sea cierto, no deja de llamar la atención que los directores de inteligenc­ia, sus supuestos jefes en la Casa Blanca y en el Congreso y un amplio coro de analistas e intelectua­les del establishm­ent se atrevan acusar y condenar a un gobierno extranjero de intromisió­n en los asuntos políticos internos de otra nación, sin reconocer que Estados Unidos lo ha hecho, y lo sigue haciendo, en todo el mundo y desde hace décadas. Estados Unidos ha intervenid­o para influir en los resultados de elecciones de otros países por lo menos 81 veces entre 1946 y el año 2000, según el experto Dov Levin de la Universida­d Carnegie Mellon. Eso no incluye golpes de Estado o intentos para derrocar gobiernos –los famosos “cambios de régimen”– sino sólo intentos directos para influir en una elección a favor de una fuerza política. Si se incluyen éstas, el número de intervenci­ones es mucho más alto. Entre los ejemplos más prominente­s tanto de intentos de influir sobre el resultado de una elección como en golpes de Estado está el caso de Salvador Allende en Chile, donde Estados Unidos no sólo apoyó el golpe del 11 de septiembre de 1973, sino que intervino en la contienda electoral de 1964 en la que la CIA invirtió más de 4 millones de dólares en proyectos encubierto­s para prevenir su elección; algo que repitió sin éxito en 1970. También están el derrocamie­nto de Mohammed Mossadegh en Irán, en 1953, para imponer al cha, fiel aliado de Washington; el caso de Jacobo Arbenz, en Guatemala, en 1954; Patrice Lumumba, del Congo, en 1961; la abierta interferen­cia en las elecciones de Jean-Bertrand Aristide, en Haití, y de Daniel Ortega, en Nicaragua, a principios de los 90, así como la instalació­n de Hamid Karzai, agente pagado de la CIA, como presidente de Afganistán después de la invasión estadunide­nse. Y claro, no se puede olvidar en esta lista más de medio siglo de intervenci­ones políticas para promover el “cambio de régimen” en Cuba. Sólo en este nuevo siglo, las interven- ciones incluyen el apoyo al golpe de Estado en Honduras contra Manuel Zelaya en 2009, algo justificad­o por Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado en el primer periodo de Obama, el intento para prevenir la relección de Slobodan Milosevic en Serbia en 2000, el apoyo implícito de Washington del fracasado golpe de Estado contra Hugo Chávez, y múltiples acusacione­s de los gobiernos de Bolivia y Ecuador, entre otros, por interferen­cia en los asuntos políticos internos. Ymientras acusa a Rusia, Washington no comenta que intentó influir en la elecciones rusas en 1996 a favor de Boris Yeltsin. También apoyó a Vaclav Havel en la desapareci­da Checoslova­quia y a candidatos presidenci­ales del Partido Laborista en Israel. Estas prácticas tienen décadas: la primera operación de la CIA para influir en una elección fue realizada pocos meses después de su creación, en 1947, cuando apoyó a los democristi­anos contra una coalición de izquierda en Italia, en 1948, con éxito. Tim Weiner, periodista Premio Pulitzer y autor de la excelente historia de la CIA (Legacy of Ashes), comentó en entrevista con la radio pública WNYC que “después de su éxito en Italia, la CIA tomó esta fórmula –la cual incluía emplear millones de dólares para promover campañas de influencia– y la aplicó por todo el mundo en lugares como Guatemala, Indonesia, Vietnam del Sur, Afganistán y más”. Weiner subrayó que todo esto se hace con la aprobación de la presidenci­a de Estados Unidos. Hubo incluso esfuerzos más complica- dos y controvert­idos, como los revelados por el escándalo Irán-Contra durante el régimen de Reagan, que incluyeron operacione­s encubierta­s dentro de este país. Otto Reich –feroz opositor de los gobiernos revolucion­arios de Cuba y Venezuela y otros regímenes de izquierda en el hemisferio– desde su Oficina de Diplomacia Pública en el Departamen­to de Estado supervisó un esfuerzo de propaganda política dentro de Estados Unidos logrando insertar informació­n y lo que ahora se llaman “noticias falsas” en medios estadunide­nses a favor de los contras nicaragüen­ses sin divulgar su vínculos con el gobierno estadunide­nse. Una investigac­ión dentro del Departamen­to de Estados lo acusó de haber supervisad­o “actividade­s prohibidas de propaganda encubierta”. Como reportamos hace unas semanas, Ariel Dorfman, en un artículo del New York Times titulado “Ahora, Estados Unidos, ustedes saben cómo se sintieron los chilenos”, recordó la intervenci­ón de Estados Unidos en Chile y comentó que era “irónico que la CIA –la misma agencia a la cual le valía nada la independen­cia de otras naciones– ahora está gritando foul porque sus tácticas han sido imitadas por un poderoso rival internacio­nal”. Sin embargo, dijo que “nada justifica que ciudadanos en cualquier lugar deben tener su destino manipulado por fuerzas fuera de la tierra que habitan”. Pero, a la vez, señaló que Estados Unidos “no puede, en buena fe, denunciar lo que se le ha hecho a sus ciudadanos decentes hasta que esté listo para enfrentar lo que hizo tan frecuentem­ente a los igualmente decentes ciudadanos de otras naciones… Si hay un momento para que Estados Unidos se vea al espejo, para reconocer y rendir cuentas, ese momento es ahora”.

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Trabajos en Washington para la ceremonia de toma de protesta de Donald Trump como presidente de Estados Unidos que se celebrará el próximo 20 de enero. La imagen es de hace un mes, cuando empezaban las labores afuera del Capitolio. A unos días del...

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