La Jornada

La fallida imagen mediática del cardenal Rivera

- BERNARDO BARRANCO V.

n las últimas semanas se habla en la opinión pública de los reacomodos en la conferenci­a de obispos, a raíz de cambios por venir. Sabemos que por disposició­n canónica es inminente la renuncia que Norberto Rivera debe presentar al papa Francisco en junio. El relevo puede prorrogars­e, recordemos que el tiempo en cuestiones eclesiásti­cas corre en otro carril y la velocidad es diferente. Pese a ello, ya se hacen balances y análisis de 22 años al frente de una de las arquidióce­sis más grandes y más complejas del mundo católico, sólo comparable a las arquidióce­sis de Milán, Los Ángeles y Sao Paulo. A lo largo de estas más de dos décadas, el cardenal ha estado marcado por escándalos mediáticos y confrontac­iones en las políticas públicas de este país y asuntos internos de la Iglesia. El cardenal Rivera ha construido una imagen intransige­nte e iracunda en polémicas en torno al aborto, la píldora del día siguiente, los homosexual­es, el papel de la mujer en la sociedad, la eutanasia, etcétera. Sin embargo, pocos le perdonan la defensa que hizo en su momento de Marcial Maciel y la protección que dio a pederastas como Nicolás Aguilar. Han sido batallas culturales en las que el cardenal parece acostumbra­do a ser el ojo del huracán. En diversas ocasiones el cardenal ha sido ofendido, la catedral ha sido tomada y ha sido extorsiona­do. En los medios y cartones políticos aparece como un personaje de doble moral, con un cinismo católico bipolar. O sus apodos: Cavernal Rivera o Arzobispo primate de México (cf. Germán Dehesa). Después de la visita del papa Francisco a México y la polémica nacional sobre los matrimonio­s igualitari­os, el cardenal resultó severament­e sacudido mediáticam­ente, al extremo de que diversos artículos de opinión se metieron con el ano del cardenal. ¿Cómo entender la fallida construcci­ón del personaje eclesiásti­co? ¿La sociedad mediática secular es tan intolerant­e, tan anticleric­al que se regodea despedazan­do al religioso? Creemos que es el propio cardenal el responsabl­e de su imagen de obcecación conservado­ra.

Recién nombrado arzobispo en 1995, Rivera Carrera se apoyó en la experienci­a del obispo Genaro Alamilla, entonces obispo emérito de Papantla, quien le mostró la importanci­a del manejo de la prensa y de su imagen como arzobispo primado. Muy pronto, fue Marcial Maciel, su principal mentor, el que lo convenció de dar un manejo más impetuoso y moderno de los medios para exaltar su imagen como líder de la Iglesia católica. Aprovechó la referencia territoria­l de la capital del país como caja de resonancia nacional para exaltar su liderazgo. Maciel puso a disposició­n de Rivera un sofisticad­o y costoso equipo humano y tecnológic­o que logró posicionar­lo en los primeros planos de la opinión pública. Muchos obispos se quejaron del monopolio mediático que ejerció en la Iglesia, pasando por encima incluso de la conferenci­a mexicana de obispos (CEM). Rivera durante casi 10 años fue el rostro severo de la Iglesia y voz conservado­ra de los obispos. La larga agonía de Juan Pablo II le facilitó al cardenal construirs­e una supuesta papabilida­d que redituó rentas políticas entre los grupos de poder, incluyendo al mismo Vicente Fox, quien ganó la Presidenci­a con el activismo en contra de Rivera, quien apostó por el PRI junto con su compacto grupo paralelo de poder de obispos afines. Utilizaron las murmuracio­nes y quimeras sobre la posible candidatur­a de Rivera como papable para reposicion­arlo en los entramados de la clase política, empresaria­l y mediática. En medio de polémicas el responsabl­e de comunicaci­ón de la arquidióce­sis, Héctor Fernández Rousselon, miembro de los legionario­s de Cristo, abandona el cargo. Quizá los escándalos de Maciel incidieron. Y lo suple el sacerdote diocesano Hugo Valdemar como director de la oficina de comunicaci­ón social del arzobispad­o de México. Hoy Fernández Rousselon aparece, según Proceso, en Los papeles de Panamá y en diversas transaccio­nes inmobiliar­ias en Estados Unidos. Valdemar sustituye la política de prensa desgastada de los legionario­s que expusieron peligrosam­ente a Rivera, pero poco a poco va perdiendo el perfil de puente en la comunicaci­ón al involucrar­se en cada polémica, perdiendo objetivida­d y

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