Una constitución a ritmo de tango
l ritmo de la constitución que estamos construyendo en la Ciudad de México es un juego político de figuras, pausas y movimientos improvisados, como un tango: caminamos, luego viene un corte y en seguida la quebrada. Al llegar al paso del quiebre, como que nos soltaron más de la cuenta; hoy está costando mucho esfuerzo el poder reincorporarnos.
El ejercicio ha sido muy productivo, los logros hasta ahora no son nada despreciables, porque en cuanto a los principales derechos sociales, económicos y culturales, vamos caminando al ritmo Morena, PRD y Movimiento Ciudadano. El problema ahora es que el PRI y el PAN, junto con su séquito del partido Verde, del PES y del Panal, quieren quebrar el avance; están como asustados: eso de que las izquierdas vayan juntas, que crezca la imagen de una ciudad donde ha gobernado la oposición, que la nueva constitución brille demasiado frente a la Constitución federal –que acusa tantos retrocesos reformistas– y además, que el líder de Morena se apuntale tan alto en las encuestas, no les conviene para nada, tampoco al PRD; pareciera que no quieren abonar en tales direcciones.
Desde el principio hubo oposición en aquellos asuntos que ponen en riesgo intereses financieros de las élites políticas y empresariales, que empoderen demasiado a las mujeres o a la ciudadanía.
El paso de avance de esta semana fue garantizar el agua, considerando varios rubros estratégicos en el artículo 14: “El agua es un bien público, social y cultural. Es inalienable, inembargable, irrenunciable y esencial para la vida. La gestión del agua será pública y sin fines de lucro”. Clara Brugada, de Morena, lo explicó muy bien: “El agua no es una mercancía ni puede ser un negocio, la gestión incluye todo el proceso para la obtención y distribución del agua, pública y sin fines de lucro; se trata de un logro lo que se obtuvo en comisiones, pero una minoría que se convirtió en mayoría artificial –se refiere a diputados de PRI y PAN– trataron de quitar la no privatización del servicio del agua, pero más de dos tercios de diputados logramos impedirlo”.
Con una cadencia triste en este baile, se desdibujó el papel de las organizaciones de la sociedad civil en el artículo 22. Venía bien en el proyecto original “El diseño, ejecución y evaluación de las políticas y programas sociales de la Ciudad de México y de las demarcaciones se realizarán con la participación de las y los habitantes y sus organizaciones en el nivel territorial que corresponda”, caminaba bien, pero vino el corte en la última revisión, y quedó: “Las políticas y programas sociales de la Ciudad de México y de las demarcaciones se realizarán con la participación de sus habitantes, de acuerdo con lo que en la materia establezca esta Constitución”. Nos sorprendió que el PRD y los diputados constituyentes aprobaran esta última redacción, que elimina a las “organizaciones”; quedaron borradas, y también quitaron la precisión de su papel en el diseño, ejecución y evaluación de políticas y programas; no es cosa menor. El compañero Raúl Bautista, de Morena, lo dijo fuerte: “es muy fácil y cómodo satanizar a las organizaciones sociales, las descalifican de corruptas, que se aprovechan de los programas, siempre tratan de ver el lado oscuro, desconocen todos los aportes que han hecho para mejorar