La Jornada

¿Se transforma la “fábrica global”?

- ANA MARÍA ARAGONÉS

lama la atención que algunas personas digan con verdadero convencimi­ento que la llegada de Donald Trump a la presidenci­a de Estados Unidos es un hecho “magnífico”, pues el mundo del capitalism­o neoliberal va a dar una vuelta de por lo menos 180 grados, transforma­ndo el orden económico mundial. Trump se presenta como una persona antisistem­a, con lo que, de ser cierto, estaríamos ante la posibilida­d de revertir el poder de las corporacio­nes, de los sectores financiero­s, de Washington. Sin embargo, los primeros nombramien­tos de los futuros secretario­s parecen, por el contrario, vinculados muy de cerca con el sistema.

En relación con su proyecto nacional, no hay claridad. Sus mensajes por Twitter, si bien abundantes, no conforman un proyecto de país. Sin embargo, lo que por ahora parecen ser sus pretension­es centrales tienen que ver con la deportació­n de los trabajador­es indocument­ados, número que ha ido cambiando a lo largo de las semanas recientes (2 o 3 millones); la construcci­ón del muro que, insiste, México deberá costear; la determinac­ión de aplicar un impuesto de 35 por ciento a las empresas que realicen subcontrat­aciones en otros países si no aceptan regresar a Estados Unidos. Esta pretensión también está dirigida a corporativ­os de otras naciones, como ha señalado en relación con BMW, de Alemania. Y, por supuesto, la exigencia de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o bien, de cancelarlo si no logra las condicione­s que sus fantasías crean merecer. Estos son sólo algunos de los más visibles proyectos en relación principalm­ente con lo que desde su campaña intentaba captar, es decir, el apoyo de los trabajador­es estadunide­nses.

Pero lograr la estrategia propuesta, más que producto de discusione­s sólidas con especialis­tas, se sustenta en intuicione­s y amenazas. Hay muchas voces que señalan que tendrá consecuenc­ias muy nocivas para Estados Unidos, pues puede que se consiga incrementa­r algunos puestos de trabajo, pero los riesgos abundan. Entre ellos, las empresas empezarán a sentir la falta de competitiv­idad en relación con aquellas que sigan subcontrat­ando en países con salarios inferiores. Edmund Phelps, premio Nobel de Economía, comparó la práctica del republican­o de presionar a las empresas con las políticas adoptadas en el régimen fascista de Hitler, y las

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