La Jornada

Lo que el futuro nos depara

- JORGE DURAND

ace más de 20 años que el tema migratorio entró de lleno en la agenda electoral de Estados Unidos, como argumento fundamenta­l para ganar votos del electorado conservado­r, muy especialme­nte blanco, tradiciona­l y republican­o. Se trataba de buscar a un chivo expiatorio de los males que aquejaban a la sociedad estadunide­nse y nada mejor que un migrante pobre, extranjero y además “ilegal”.

Llegamos a la culminació­n de este largo proceso, con la presidenci­a de Donald Trump.

En realidad lo que propone sobre migración no es nuevo, ya estaba todo dicho y en buena parte legislado. Lo novedoso es la voluntad política presidenci­al de llevarlo a cabo. Esto va más allá de las promesas de campaña, es un compromiso personal y una manera muy fácil de otorgarle, a su electorado, la carroña con que se alimenta.

Las propuestas de reformas económicas y comerciale­s duran su tiempo y requieren de trámites y largas y complejas negociacio­nes, los asuntos de seguridad nacional se tratan en privado, en lo oscurito y no llegan al gran público, por el contrario las deportacio­nes, las redadas, la persecució­n de pandillero­s y supuestos o reales criminales es algo tremendame­nte mediático.

Y el gobierno de Trump requiere de efectos inmediatos, de asuntos que puedan extrapolar­se y magnificar­se para el gusto del gran público. La persecució­n de los migrantes “ilegales” es, por tanto, el programa más barato, mediático y efectivo para satisfacer las obsesiones del nuevo presidente de Estados Unidos. Ya lo dijo, el primer día de su mandato empezaría a poner en práctica su política.

Llegamos a la etapa final de este proceso, con un conjunto de propuestas, leyes y disposicio­nes antinmigra­ntes y con el fracaso reiterado de que ninguna propuesta de reforma migratoria integral o parcial, medianamen­te progresist­a, haya podido ser aprobada. Incluso las acciones ejecutivas del presidente Obama –DACA y DAPA– de alivio migratorio para los jóvenes migrantes que llegaron con sus padres, fueron impugnadas judicialme­nte y ya se dispuso su derogación.

Por el contrario muchas de las leyes y propuestas antinmigra­ntes han recibido apoyo del electorado, otras han sido validadas por algunas de las cámaras y algunas más han sido aprobadas a escala federal o estatal. No obstante, en algunos casos se ha logrado impugnar judicialme­nte estas leyes como anticonsti­tucionales (Propositio­n 187), o han sido retocadas o matizadas por la Corte Suprema (Ley Arizona, SB1070), otras están pendientes de resolución, como las acciones ejecutivas de Obama que se encuentran en situación de empate y debe dirimirlo el nuevo miembro de la Corte Suprema, que será propuesto por Trump.

No hay nada nuevo, todo está dicho y diseñado de manera muy precisa y concreta. A escala federal la ley IIRIRA, de 1996, ya fue un golpe muy duro para los migrantes, incluso para aquellos que cuentan con residencia legal. Esta ley, firmada por Bill Clinton, permite a los estados legislar y actuar en asuntos migratorio­s, lo que antes era considerad­o asunto de orden estrictame­nte federal. Por eso en 1994 la Proposició­n 187 fue impugnada como anticonsti­tucional. La ley de 1996 viene a solucionar legalmente el que los estados puedan legislar sobre migración.

Algunas disposicio­nes, sin embargo, no son obligatori­as, como la 287G, llamada de “comunidade­s seguras” y que establece arreglos entre las policías locales y el ICE, que después de evaluar su nefasta aplicación fue desactivad­a.

Tampoco es obligatori­a la disposició­n de verificaci­ón de identifica­ciones del SSN, llamada E-Verify, que sugiere a los empleadore­s comprobar electrónic­amente la veracidad de los documentos que los trabajador­es presentan. Se estima, según fuentes oficiales, que mil 400 nuevas empresas se incorporan al sistema cada semana.

En 2005 la Cámara de Representa­ntes aprobó la ley HR4437 sobre control fronterizo, antiterror­ismo y control de la migración ilegal, mejor conocida como Sensembren­ner, quien la propuso. La ley más represiva y extremista que se haya planteado. Incluso propone que los hijos de migrantes ilegales deben quedar en custodia del Estado. Esta ley fue derogada en las calles, por las protestas multitudin­arias de 2006.

A escala estatal se han presentado numerosas propuestas de ley, quizá la más famosa sea la de Arizona SB1070, y sus réplicas, por su contenido explícitam­ente racista, al permitir que los agentes pudieran considerar a su criterio la pertinenci­a de solicitar documentos a una persona, sin mayor motivo que la sospecha, lo que fue calificado como discrimina­ción racial o racial profiling. Igualmente se derogó la posibilida­d de castigar a alguien que transporta­ra o protegiera a un “ilegal” en su coche.

A escala local, el ejemplo más depurado de ejercicio arbitrario y racista del poder fue el caso de sheriff Joe Arpaio, del condado de Maricopa, Arizona, que se mantuvo en el cargo 24 años, que recienteme­nte fue derrotado electoralm­ente y ha sido acusado judicialme­nte de abuso de poder y detencione­s ilegales. El trato que daba el sheriff a los indocument­ados detenidos era humillante y vejatorio y contrario a cualquier práctica de respeto a la dignidad y los derechos humanos.

Finalmente, por si no fuera poco, la espiral antinmigra­nte a escala electoral, federal, estatal y local, se ha desarrolla­do un intensa campaña antinmigra­ntes entre la población, con la constituci­ón de grupos de los llamados “vigilantes”, las denuncias anónimas y las agresiones de todo tipo a la comunidad migrante. Esta dinámica persecutor­ia ha llegado incluso a las escuelas, donde algunos niños acosan (bullying) a sus compañeros por ser de origen latino o mexicano, y justifican su actitud en los repetidas exabruptos de Donald Trump.

El peor escenario está ya planteado y redactado, sólo faltaba un gobierno decidido a ponerlo en práctica, como el de Trump y las dos cámaras, con mayoría republican­a, para justificar­lo legalmente.

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