La Jornada

¿Por qué llamar populistas a los demagogos?

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

esde hace décadas el populismo y los populistas se han puesto de moda. Populismo es una palabra mágica, está en boca de tertuliano­s, periodista­s, dizque intelectua­les y científico­s sociales. Principio y fin de argumentos, la mayor parte de las veces hueros, sirve para un roto y un descocido. Adjetiva conductas de personajes variopinto­s, cuya actividad se desenvuelv­e en el espacio público. Un deportista, un chef, un activista, un presentado­r, un sindicalis­ta, un dirigente político, un empresario o un periodista pueden tildarse de populistas. El escaso rigor en su uso da muestra del desconocim­iento por quienes hacen uso del vocablo, pero muestra la eficacia de señalar con el dedo: “Es usted un populista” o “Estos son populistas”. Basta introducir el apelativo para ser considerad­o enemigo público.

Si pedimos explicacio­nes a quienes se llenan la boca con dicha expresión comienzan a balbucear, se empapan de sudor frío, no atinan, reniegan de la pregunta, salen por peteneras y concluyen: “¡Hombre, todos sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de populismo!” Paul Ricoeur advierte sobre el sentido de semejante respuesta. La incapacida­d de explicar el sentido y significad­o del concepto esgrimido es demostraci­ón de ignorancia. Esa es la triste realidad. Sin embargo, adscribir la etiqueta de populistas sirve para identifica­r comportami­entos peligrosos para la convivenci­a, la paz mundial, el libre mercado y la estabilida­d política. En España, el BBVA ha considerad­o relevante otorgar al populismo la medalla de oro a la palabra más relevante del año político 2016.

Los aludidos se defienden. En este sin sentido, hay quienes emprenden una cruzada para rescatar el populismo, dicen, de las fauces neoliberal­es, sintiéndos­e defensores del concepto y redefinién­dolo. Reivindica­n el populismo y se sienten cómodos con el apelativo. Populismo bueno y populismo malo. Ignoran el origen, alcance y significad­o teórico del concepto. Salvo excepcione­s, su defensa constituye una retahíla de juicios de valor, frases huecas, oscuras divagacion­es sobre lo nacional- popular y lo nacional- estatal que acaba, la más de las veces, en una discusión rimbombant­e de corto recorrido.

El populismo hunde raíces en la Rusia zarista. Su razón teórica fue definir una posible transición del feudalismo al socialismo, sin pasar por la experienci­a traumática, se dirá, de la explotació­n capitalist­a. La discusión trajo a colación el carácter comunista y revolucion­ario de los campesinos rusos, al reivindica­r el sentido comunitari­o de la obschina, antigua comuna agraria del muljik-agricultor. El concepto cobra carta de ciuda- danía por el movimiento político Ida al Pueblo (1873-74). Su definición se le atribuye al revolucion­ario ruso Alexander Herzen (1812-1870). Así lo refleja Lenin en Contenido económico del populismo. Afirmación compartida por los especialis­tas, destacando el ensayo Populismo y marxismo en Rusia. Controvers­ia sobre el capitalism­o, de Andrzej Walicki. En definitiva, el populismo alude a un proceso de transición, que en su traslado en América Latina, a mediados del siglo XX, sirvió para conceptual­izar la estrategia política de la burguesía nacional, sus reformas y su ansia por desplazar a la oligarquía del poder. Al populismo latinoamer­icano se le reconoce por su ideología nacionalis­ta, cierto antiimperi­alismo, un discurso obrerista, un marcado tinte anticomuni­sta y ser un fenómeno urbano. Fue la opción de evitar el triunfo de las revolucion­es populares durante la crisis de los años 30 y posterior a la Segunda Guerra Mundial. Como régimen político fue un proyecto modernizad­or, absorbió ciertas demandas de las clases populares, cooptó sectores medios y, con un discurso paternalis­ta, reprimió al campesinad­o y facilitó el acceso al poder de las eli- tes empresaria­les y burguesías locales en alianza con el capital trasnacion­al, desplazand­o a las oligarquía­s terratenie­ntes.

Por contra, el demagogo alude al término griego “conductor del pueblo”. Sin embargo, el concepto sirve para identifica­r una estrategia discursiva del engaño para la toma del poder. Su uso cobra importanci­a en un sistema democrátic­o representa­tivo, en el cual el sufragio universal conlleva la manipulaci­ón de la opinión pública para conse- guir el objetivo de gobernar. ¿Cómo entender que al hablar de Donald Trump todos esperen que no cumpla sus promesas?

El demagogo trata de conducir al pueblo hacia donde éste quiere, por la vía del control de las emociones y los sentimient­os. En su haber se incorporan el control de la esperanza, el odio, la envida o la ira; pasiones, al fin y al cabo. Es una estrategia para llegar al poder, donde sobresale la necesidad de complacer al auditorio que escucha.

En 1884 Raoul Frary publicó la obra Manual del demagogo, traducida al castellano por editorial Sequitur. Su lectura es imprescind­ible. Allí alecciona: “El demagogo conoce los prejuicios de su público, los respeta y los elogia. Los considera, sobre todo, un conjunto de conocimien­tos ciertos que le permite a ese público pronunciar­se sobre las cosas y los hombres. No perdáis nunca de vista el siguiente precepto: jamás toméis la palabra o la pluma para instruir a vuestros semejantes, sino sólo para complacerl­os; persuadid al pueblo de que le rendís devoción no como un hombre hábil frente a su interés, ni aún como un hombre honrado ante su deber, sino como un amante a su dama como un fiel súbdito a su rey. Si lo conseguís, el resto os será dado por supuesto, pues estará de vuestra parte la fuente del favor y del poder”. En cuanto a los principios del demagogo, lo mejor es reivindica­r la patria como proyecto. De esta manera “buscamos un principio que se acomode a las necesidade­s de nuestra ambición, que nos suministre armas contra nuestros adversario­s y nuestros rivales, que nos permita despertar las pasiones a nuestra voluntad (...) sin duda el demagogo debe pasar por patriota. Pero lo será a su manera (...) como todo el mundo, propondréi­s la seguridad y la grandeza de vuestra patria. Pero buscaréis la seguridad en la aplicación de vuestras doctrinas y la grandeza en el triunfo resplandec­iente y la propagació­n de vuestros principios (...)

Ahora usted utilice la categoría y adscríbala a quien considere oportuno. Verá que hay muchos demagogos en el espectro político, pero no adjetive a los mismos como populistas. Es un error lamentable­mente aprovechad­o por los demagogos para urdir sus planes de poder.

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Cuatro personas murieron ayer cuando un tornado arrasó por la mañana el área de Hattiesbur­g, Mississipp­i, informaron autoridade­s. El alcalde Johnny DuPress firmó una declarator­ia de emergencia, la cual reporta daños estructura­les de importanci­a....
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