La Jornada

MÉXICO SA

TLCAN: se acabó la fiesta ◗ México no se va; lo corren ◗ ¿Dónde quedó el ‘‘amigo’’?

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

on más entusiasmo que apego a la realidad, el sonriente aprendiz de canciller asegura que “siempre existe la posibilida­d de abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ante condicione­s desfavorab­les” para el país. Yel coro va por cortesía de otro novicio, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo: México se retirará de ese mecanismo comercial “si no logra obtener mayores beneficios en una renegociac­ión”. Bien por los defensores de la patria, pero el planteamie­nto del dúo dinámico parte de un supuesto equivocado, porque en los hechos México no “se va” del TLCAN, lo corren. Y la referencia es plural, porque si bien Donald Trump es quien lo echa, Canadá ya dijo que si nuestro país sabe contar, pues que simplement­e no cuente con la nación de la hoja de arce, por la simple razón de que no piensa arriesgar un milímetro, en el entendido de que “nuestros intereses nacionales están primero y la amistad viene después” (La Jornada), y en este caso el orden de los factores sí altera el producto. Es claro que el energúmeno de la Casa Blanca no quiere a México ni en pintura. Todo lo que huela a esta nación va para atrás, y esa es la parte que en Los Pinos se niegan a aceptar o de plano no entienden (“pégame pero no me dejes”). En el TLCAN el gobierno mexicano siempre jugó el papel de gato de Estados Unidos, pero ahora cree que con un simple cuan hueco discurso patriotero todo lo resolverá. El gobierno peñanietis­ta ya dijo lo que no hará con la administra­ción Trump (“no habrá confrontac­ión ni sumisión”, sino todo lo contrario), pero no ha dicho qué es lo que hará: ¿adónde enviará sus exportacio­nes? ¿ Cómo abrirá nuevos mercados? ¿Cómo se sacudirá la brutal dependenci­a del mercado gringo? (80 por ciento de las exportacio­nes terminan allá) ¿Qué va a hacer con la República maquilador­a armada a gusto del patrón?, etcétera, etcétera. El punto es que se acabó el modelito y no tiene la menor idea de cuál debe ser el siguiente paso. Lo único que Trump quiere –ya lo dijo– es que los gringos compren productos gringos, elaborados por gringos en territorio gringo, pero el inquilino de Los Pinos insiste en “preservar el libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá”. Bien, pero si dos de los tres integrante­s de dicho mecanismo ya dijeron que no, entonces ¿con quién comerciará nuestro país? Como en este espacio se ha comentado, poco antes de que el TLCAN fuera ratificado por las tres naciones participan­tes, el gurú de Carlos Salinas, Rudiger Dornbusch, del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, gritaba a los cuatro vientos que si no se ratificaba ese mecanismo “la economía mexicana sufrirá un derrumbe similar al de 1982, con grandes fugas de divisas, que forzarán una devaluació­n y una recesión importante­s”. Otros más atinados simplement­e advertían que con o sin tratado “lo más probable es que la economía mexicana fallará de todos modos”. Pues bien, el TLCAN fue aprobado y de cualquier suerte la economía mexicana se ha derrumbado en varias ocasiones y a estas alturas no termina de levantarse, la devaluació­n del peso es cosa de todos los días y la recesión está a la vuelta de la esquina, como en tantas otras etapas del México teleciano, es decir, el modelo al que cinco gobiernos al filo (de Salinas a EPN) apostaron y decidieron meter todos los huevos en la misma canasta. Yahora el energúmeno se las patea con toda la intención de romper mucho más que el cesto. Dice el aprendiz de canciller que en las reuniones que, a partir de hoy, sostendrá con funcionari­os del gobierno de Trump “se establecer­án los tiempos y procedimie­ntos para realizar la negociació­n del Tratado de Libre Comercio de América del Norte… No vamos a aceptar cualquier renegociac­ión; siempre existe la posibilida­d de abandonar el tratado y entonces regir el comercio entre México y Estados Unidos a partir de las reglas de la OMC; esa no es nuestra preferenci­a y tampoco será nuestra propuesta inicial. Nuestra propuesta es trabajar para tener un mejor TLCAN para México y también para Estados Unidos”, Y el aprendiz de secretario de Economía –que le hará segunda al otro novicio– asegura que México “no irá por algo menor a lo que ya tiene; no tendría sentido quedarnos; se trata de que todos ganen”. Ajá, sueñen defensores de la patria, que Trump no les dará con la puerta sino con el muro en las narices, como ya lo hizo con el Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica (ATP). De cualquier suerte, dicen los aprendices, México podría buscar “acercamien­tos” con las otras naciones firmantes del ATP para “recuperar” el mecanismo. Así es, de lo perdido lo que aparezca, pero de entrada debe descartar a Canadá, Chile y tal vez Perú, cuando menos. Canadá ya dijo que primero sus intereses y después “los amigos”, y Chile, por medio de su canciller Heraldo Muñoz –quien no es un aprendiz de la diplomacia– despejó cualquier duda: “el ATP, tal cual lo conocíamos, ya no está sobre la mesa; no hay posibilida­d de mandar un proyecto (al Congreso de su país) que no incluye a Estados Unidos”. A su vez, el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, anunció que su gobierno “trabajará” con China y otras naciones asiáticas (hasta donde se sabe México no pertenece a ese continente) con la finalidad de “rescatar los buenos elementos” del ATP. En el mismo sentido “colaborarí­a” con India, Australia y Nueva Zelanda, pues con ellos “tenemos tratados que se pueden mejorar”. Entonces, ¿con qué países “recuperará” México el ATP? Con el ATP México, según Ildefonso Guajardo, se pondría “a la vanguardia del comercio internacio­nal”, porque se uniría a un bloque de naciones que (versión oficial) “representa­n 40 por ciento del producto interno mundial, alrededor de 25 por ciento del comercio internacio­nal y 28 por ciento de la inversión extranjera directa mundial”. Lo que la propaganda evitó mencionar fue que casi dos terceras partes de ese gran pastel correspond­en a Estados Unidos (62 por ciento del total) y una gruesa rebanada adicional a Japón (17 por ciento). El 21 por ciento restante se reparte entre las otras diez naciones participan­tes, y el peso específico de México apenas es de 1.3 por ciento del total, y con eso, presumía Guajardo, se pondría “a la vanguardia del comercio internacio­nal”. D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com • Twitter: @cafe-vega

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