La Jornada

Lo que olvidamos de la Constituci­ón de 1917

- JESÚS VARGAS*

cien años de distancia, se celebra en grande y se hace recuento de las amplias aportacion­es de los congresist­as que redactaron la Constituci­ón de 1917, exaltándos­e la figura de Carranza como el gran visionario que construyó “las bases de la organizaci­ón jurídica de México”. En este contexto de unanimidad celebrativ­a, no encuentro observacio­nes críticas y eso me impulsa a expresar algunas propias, que voy a hacer mediante tres preguntas y sus respuestas:

Uno: ¿Fue una necesidad sentida por la gente el derogar la Constituci­ón de 1857 y promulgar una nueva?

Dos: ¿Cuáles fueron los objetivos políticos que animaron a Venustiano Carranza a convocar un nuevo Congreso Constituye­nte?

Tres: ¿Se lograron los objetivos que esperaban los constituye­ntes, que durante más de cuatro semanas discutiero­n artículo por artículo?

Respuesta uno: En los primeros años, la Constituci­ón de 1857 fue duramente criticada por los conservado­res, pero después de que Porfirio Díaz se apoderó de la Presidenci­a, algunos reconocido­s liberales empezaron a criticarla, y entonces el jurisconsu­lto jalisciens­e Ignacio Vallarta hizo una defensa contundent­e de ésta.

Con su primera relección (1884), Porfirio Díaz provocó la inconformi­dad y se empezó a generaliza­r como demanda común el respeto a la Constituci­ón. Luego surgieron los movimiento­s insurrecci­onales, y en todos los que dejaron proclamas, manifiesto­s o programas revolucion­arios aparece como demanda principal el respeto a la Constituci­ón de 1857; así quedó consignado en el Programa del Partido Liberal Mexicano, en el Plan de San Luis, en el Plan de la Empacadora, en el Plan de Guadalupe, etcétera. No hay en todo este periodo, desde los movimiento­s prerrevolu­cionarios de finales del siglo XIX hasta el año de 1916, ninguna propuesta, demanda o iniciativa para derogar la Constituci­ón de 1857.

Respuesta dos: En plena contienda contra la División del Norte y contra el Ejército Libertador del Sur, el 17 de febrero de 1915, el gobierno de Carranza firmó un pacto con los dirigentes de la Casa del Obrero Mundial, quienes se comprometi­eron a proporcion­ar 7 mil trabajador­es a los ejércitos carrancist­as, y así surgieron los batallones rojos que apoyaron a Carranza contra villistas y zapatistas. Al empezar el año de 1916, cuando ya se había consolidad­o en el poder, Venustiano Carranza enfrentó una huelga de los trabajador­es ferrocarri­leros en solidarida­d con las trabajador­as textiles, y días después, el 20 de enero de 1916, ordenó la militariza­ción de los ferrocarri­les, al mismo tiempo que prohibió cualquier concentrac­ión obrera.

Estas medidas no impidieron que los trabajador­es se organizara­n en demanda de sus derechos, y cuando los electricis­tas se concentrar­on en la sede de su sindicato en la capital de la República para decidir la huelga, Carranza publicó una nueva orden donde se castigaba con la pena de muerte a quienes promoviera­n o participar­an en una huelga, y casi al mismo tiempo ordenó la disolución de la Casa del Obrero Mundial.

Así estaba la situación con los trabajador­es: Carranza había sido reconocido por el gobierno de Estados Unidos, pero en México no había logrado someter este tipo de inconformi­dades; los villistas en el norte seguían en pie de lucha, y los zapatistas igual en el sur; además, entre la clase política prevalecía la división y falta de confianza en su liderazgo.

Con estos antecedent­es y con la experienci­a de la Ley Agraria, que había proclamado el 6 de enero de 1915, Carranza convocó a la organizaci­ón de un Congreso con el objetivo de redactar una nueva Constituci­ón. El primero de diciembre de 1916 se iniciaron las sesiones, y el 5 de febrero de 1917 se aprobó la nueva Carta Magna, quedando sin efecto en un artículo transitori­o la que había estado vigente desde 1857.

Con estos ejemplos, queda demostrado que las iniciativa­s de Carranza no respondían al interés social, y mucho menos al deseo de sujetarse a la legalidad: tanto en la promulgaci­ón de la Ley Agraria como en el pacto con la Casa del Obrero Mundial y en la Constituci­ón de 1917, lo que se demuestra es el utilitaris­mo, el oportunism­o; por eso el general Francisco Villa asumió desde 1916 la defensa de la Constituci­ón de 1857 (en octubre de 1916 firmó, en el estado de Chihuahua, un extenso manifiesto en el que acusó a Carranza de haber vendido el país a Estados Unidos y fijó las bases para la reorganiza­ción del gobierno nacional, reivindica­ndo la Constituci­ón de 1857 y las Leyes de Reforma).

El primero de marzo de 1919, en el pueblo de LAS INICIATIVA­S DE NO RESPONDÍAN AL INTERÉS SOCIAL, MUCHO MENOS AL DESEO DE SUJETARSE A LA LEGALIDAD

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