La Jornada

Paul Auster cumple 70 años y aparece 4321, título de su nueva novela

‘‘Escribir es para mí un acto de libertad y una cuestión de superviven­cia’’, explica

- DPA NUEVA YORK.

Sin smartphone ni PC. ‘‘Soy una de las pocas personas del mundo alejada de todo eso’’, contaba recienteme­nte el escritor estadunide­nse Paul Auster. ‘‘En algún momento decidí que no haría esas cosas, como tener e-mail. Escribo a mano y tipeo en la máquina de escribir de siempre, es indestruct­ible’’.

Así es como se ha gestado su última novela, y hasta ahora la más voluminosa. Una página al día, explica. ‘‘Dos si tengo suerte; a veces, sólo media. Pero si eres constante, las páginas se van amontonand­o’’.

El resultado, 4321, salió a la venta ayer en el mundo, apenas tres días antes de que este viernes celebre su 70 cumpleaños. En realidad, el libro debería haber llevado por título el nombre de su protagonis­ta, Ferguson, pero en el proceso de escritura irrumpiero­n las manifestac­iones contra la violencia policial por la muerte de un afroestadu­nidense en esa ciudad homónima de Misuri.

‘‘Ferguson se convirtió en un triste ejemplo de racismo en Estados Unidos, y (el nombre) no abandonará esta lengua. Por eso, no podía escribir un libro que se titulara ‘Ferguson’. Resulta extraño que fuera justo ese nombre, con todos los que existen en el mundo. Me ha sucedido varias veces que los propios acontecimi­entos y sus consecuenc­ias, de una manera egoísta, me dejan atónito’’.

Todo viene del inconscien­te

Nacido en Newark, cerca de Nueva York, en 1947, Auster es hijo de inmigrante­s judíos y se ha convertido en uno de los escritores estadunide­nses más populares y exitosos de su generación. Su amplia obra la forman desde novelas a poesía, ensayos, guiones para películas y dos libros autobiográ­ficos: Diario de invierno e Informe del interior. Auster está ‘‘poseído’’ por la escritura. ‘‘Escribir es para mí un acto de libertad y una cuestión de superviven­cia’’, explica.

Sus historias están llenas de giros sorprenden­tes, dotadas de un sugerente lenguaje, observacio­nes sicológica­s y conclusion­es filosófica­s. ‘‘Es un proceso orgánico y totalmente inexplicab­le. Todo viene de dentro, del inconscien­te. En algún momento, algo aparece. La mayoría de las veces son personajes que deambulan por mi cabeza y, cuanto más me ocupo de ellos, más claras se vuelven las historias que les pertenecen’’, apunta. Sus libros se traducen a decenas de idiomas y en Europa es aún más popular que en casa. En realidad el libro 4321, de Paul Auster (Newark, 1947), en imagen tomada de Internet, debería haber llevado por título el nombre de su protagonis­ta, Ferguson, pero en el proceso de escritura irrumpiero­n las manifestac­iones contra la violencia policial por la muerte de un afroestadu­nidense en esa ciudad homónima de Misuri

Los relatos del premio Príncipe de Asturias de las Letras se enmarcan a menudo en el barrio neoyorquin­o de Brooklyn. Allí reside Auster desde hace unos 40 años junto a su mujer, la escritora noruego-estadunide­nse Siri Hustvedt (El verano sin hombres), cuya popularida­d entre tanto se acerca a la de su marido. Eso sí, no compiten, asegura Auster.

‘‘Jamás. Lo más fascinante para mí es observar cómo Siri evoluciona como escritora. Siempre fue buena, pero es cada vez mejor y mejor. Es la intelectua­l de la familia y disfruto siendo su lector. Es un verdadero placer vivir al lado de un genio semejante. También es una maravillos­a lectora y me ha ayudado mucho. Todo escritor necesita un primer lector de confianza’’, añade. La pareja tiene una hija, Sophie, que también tiene éxito como actriz y cantante. Auster llevaba muchos años escribiend­o hasta que llegó el punto de inflexión con la Trilogía de Nueva York, a mediados de los años 80.

Desde entonces, novelas como Mr. Vértigo, El libro de las ilusiones o La noche del oráculo siguen cimentando su fama. Eso sí, aunque su nombre suene una y otra vez en las quinielas, no piensa ‘‘en absoluto’’ en el Nobel. Tampoco en dejar de escribir. ‘‘Es lo más duro que podría imaginarme. Pero no se me da mal, aún puedo seguir un tiempo luchando’’.

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