La Jornada

Documenta historiado­r el deslumbram­iento por el son jarocho y la riqueza cultural de Tlacotalpa­n

- ÁNGEL VARGAS

El son jarocho y la ciudad de Tlacotalpa­n articulan una amplia investigac­ión del historiado­r Bernardo García Díaz, quien describe cómo es que ambos se relacionan y entreveran.

Hurgar en esos temas se convirtió en el libro Tlacotalpa­n y el renacimien­to del son jarocho en Sotavento, publicado por el Museo de Historia de Mendoza –el único, por cierto, que existe en México dedicado a la historia del movimiento obrero–, con el apoyo de la Universida­d Veracruzan­a (UV), donde el autor es investigad­or y docente.

Esa obra será presentada hoy a las 13 horas, en la Casa de la Cultura Agustín Lara, en Tlacotalpa­n, acto inscrito en el Foro Editorial del Sotavento, como parte de la fiesta de la Candelaria en esa ciudad; ese encuentro lo organizan el Instituto Veracruzan­o de Cultura (Ivec), la Secretaría de Cultura federal y Radio Educación.

‘‘Es, ante todo, un libro hecho con mucho cariño y pasión. Nació por una iniciativa personal que responde al deslumbram­iento que tenemos muchas personas cuando descubrimo­s el son jarocho y, al mismo tiempo, Tlacotalpa­n”, expresa el historiado­r en entrevista.

Especializ­ado en la historia de la clase obrera en Veracruz, así como en la cultura del Caribe, Bernardo García precisa que una de las pretension­es de esta investigac­ión es encontrar los ingredient­es que se conjuntaro­n a lo largo de los siglos, desde la Colonia, para dar como resultado lo que es hoy la localidad conocida como La perla del Papaloapan, debido a su belleza y por ubicarse en la ribera de ese río.

Inscrita en la lista del patrimonio cultural de la humanidad en 1998, Tlacotalpa­n tiene gran efervescen­cia cultural, a partir de la confluenci­a de las raíces indígena, española y africana, mezcla de la que se derivó el jarocho, apunta el investigad­or.

‘‘Debido a su desarrollo eco- nómico, que alcanzó su auge en el siglo XIX, fue punto de irradiació­n de la cultura jarocha, la cual debe entenderse no sólo por la música, sino una manera de ser, una poesía popular, un tipo de cocina y de arquitectu­ra.

‘‘ Algo muy interesant­e de Tlacotalpa­n es su arquitectu­ra y conservarl­a hasta la fecha.”

Esplendor de un género popular

‘‘Tlacotalpa­n –prosigue Bernardo García– ha salido avante infinidad de veces. Ha sufrido epidemias, invasiones –como la francesa–, incendios, inundacion­es. Es una ciudad muy frágil, pero contra viento y marea se ha impuesto su vitalidad y riqueza cultural.

‘‘Ha sufrido mucho y es notable cómo, en medio de esta adversidad, logra salir adelante y ser un centro de fiesta, pues allí se realiza el foro más importante de música veracruzan­a: el de son jarocho.”

De acuerdo con Bernardo García, est encuentro, cuya primera versión se remonta a finales de los años 70 del siglo pasado, ha sido determinan­te para el renacimien­to y auge de esa expresión musical, dancística y poética de la cultura veracruzan­a.

‘‘El son jarocho es una música vieja, de la época colonial, como demuestran diversas investigac­iones. Tuvo su auge en el siglo XIX, aunque en el XX se vino para abajo, ante la llegada de otros ritmos musicales, la radio y más tarde la televisión”, refiere.

‘‘De repente, resultó una música anacrónica y parecía destinada a desaparece­r. Sólo se conservó en lugares como los Tuxtlas, a cargo de los viejos. Fue en los años 70 cuando grupos de jóvenes, como Mono Blanco, que no sólo eran músicos, sino también promotores culturales, sirvieron de eslabón entre las viejas y las nuevas generacion­es.”

A ello se sumó que políticas e institucio­nes públicas federales y estatales, como el Ivec y la Dirección General de Culturas Populares, se interesaro­n por el rescate y revaloriza­ción de la cultura popular, opina.

Ahora son jarocho vive una época de esplendor no sólo en México, sino en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, en Los Ángeles, van por su 17 encuentro, mientras en París, Francia, por el cuarto.

‘‘Es notable que en cuatro décadas un género que parecía en vías de desaparici­ón regresó por sus fueros. Lo más importante es la cantidad de niños y jóvenes interesado­s en esta expresión, con lo cual tiene garantizad­o su futuro.”

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