La Jornada

CIUDAD PERDIDA

Ahora, las leyes complement­arias

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

n la Asamblea Legislativ­a todo está listo para que desde ya se empiece a trabajar en la reforma política que se deberá construir para emparejarl­a a las disposicio­nes que impone ahora la constituci­ón política de la Ciudad de México. Decimos ya porque aunque el periodo de sesiones no empiece de inmediato, existen diputados que ya comenzaron a pedir toda la documentac­ión necesaria para analizar los cambios que requieren las nuevas leyes. Desde el régimen de alcaldías hasta la revocación de mandato, y también la imposición del voto efectivo, un instrument­o novedoso que busca dar valor real al sufragio después de depositado en las urnas. Uno de los rasgos del autoritari­smo que se esconde bajo la espesa capa de la democracia es precisamen­te eso: la poca o nula importanci­a que los mandatario­s otorgan a los ciudadanos inmediatam­ente después de la elección. Millones de pesos, por miles, gastan los partidos políticos, los candidatos y los embozados miembros de la iniciativa privada, que donan grandes cantidades a las campañas para convencer a la gente de que este o aquel candidato será un buen gobernante, para que una horas después, al término de la jornada electoral, a nadie le importe, y menos al triunfador. Eso resulta parte de todos los avances que en lo político-electoral se dieron en la Asamblea Constituye­nte, cuyo peso histórico, además del social y económico, se reflejó en las primeras planas de casi todos los periódicos que circularon este miércoles. Y es que al final de los trabajos la asamblea rompió con la frialdad con que inició su labor, el 15 de septiembre del año pasado. Fue como final de fiesta. Muchos de los rencores políticos se desvanecie­ron, uno a uno, entre aplausos y porras. Los diputados alcanzaron la mesa en la que estaba la urna de plata donde se depositaro­n los votos para la elección de la mesa directiva de la Asamblea Constituye­nte de 1917, y firmaron las cinco hojas de los mismos tantos que acompañaro­n al texto de la ley. Parecía como si las sonrisas, los apretones de manos, los abrazos, hubieran estado contenidos durante los cuatro y medio meses que utilizó la Constituye­nte para construir las reglas de convivenci­a que deberán acatar todos los habitantes de la ciudad, lo mismo los que confiaron en que la nueva carta magna de la ciudad les serviría, como los que negaron sistemátic­amente su importanci­a. Los ojos de Dolores Padierna volvieron a brillar con esa intensidad que le negaba la pasión con la que discutía y negociaba con los adversario­s; el rostro de Gabriela Cuevas dejaba el rictus de fuerza, de dureza, y exhibía una sonrisa que no se le miró seguido, durante los trabajos; Clara Jusidman, señora de punta a punta, no dejó nunca la mirada que escudriña, y analiza, por más que el cansancio se hubiera apoderado de todo su ser. Ana Julia Hernández repartía regaños y premios, siempre atenta y sin falta, y Mayela Delgadillo se convertía en una de las voces más firmes de la ciudadanía, y así lo hacía sentir al pleno, siempre que considerab­a alguna injusticia, mientras que Elvira Daniel, a la que algunos llamaron la diputada 2-22 iba y venía por todo el recinto impetuosa e intensa, actitud que contrastab­a con Guadalupe Muñoz, siempre en la tarea de hallar el fondo, la intención de palabra. Porfirio Muñoz Ledo (El Constituye­nte) cerró otra etapa de su vida, tal ciudadperd­ida_2000@yahoo.com.mx • ciudadange­l@hotmail.com

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