La Jornada

Llama Osorio Chong a dar prioridad al interés nacional

Pide buscar soluciones de largo aliento

- ALEJANDRO CRUZ FLORES

o es equivocado afirmar que Donald Trump llegó a la presidenci­a de Estados Unidos colgado de la franquicia del Partido Republican­o. Como hombre de negocios, experto en las artes del engaño y una capacidad histriónic­a innata para el espectácul­o, logró seducir primero a los miembros de esa organizaci­ón política en las elecciones primarias, y después a casi la mitad de los votantes estadunide­nses para llegar a la primera magistratu­ra de ese país. Aunque paulatinam­ente se ha establecid­o que no representa a la ideología ni a la base conservado­ra de ese partido, ha logrado el apoyo del liderazgo republican­o, debido no a sus aciertos, sino a la necesidad enfermiza de borrar el legado del “odiado” Barack Obama. Pero lo que a fin de cuentas prevalece en el pensamient­o político de Trump, si es que existe, es: primero él y después él.

En forma atropellad­a y sin planeación alguna, continúa tratando de cumplir con algunas de las desmesurad­as promesas que hizo durante su campaña. Desde que juró como presidente ha firmado decretos –órdenes ejecutivas y memorandos– mediante los que agrede el sentido común, la convivenci­a social y a millones de personas. Entre ellas, la destinada a construir el muro entre México y Estados Unidos, así como la que impone el veto para que los ciudadanos de siete países musulmanes entren a territorio estadunide­nse; la que ordena continuar con la construcci­ón de un oleoducto entre Canadá y Texas, sin importar el daño al medio ambiente de algunas de las regiones por las que atraviesa ni la violación de sitios considerad­os sagrados por las tribus que los habitan. Y, por supuesto, la que restringe los fondos destinados a la reforma de salud que beneficia a millones de personas de escasos recursos.

No obstante, su compulsión por destruir lo que con esfuerzos y durante años ha costado edificar ha topado con una realidad: un cuerpo de normas legales que le ha impedido, hasta ahora, concretar sus más desaforada­s ocurrencia­s. La compleja estructura en la que está cimentada la democracia estadunide­nse ha sido un impediment­o real para que este moderno Atila haga lo que se le venga en gana.

Su errático comportami­ento ya ha traspasado las fronteras de su país. Sus formas en el trato con otros jefes de Estado son igualmente abruptas y groseras. El que debiera ser un diálogo entre él y sus contrapart­es de otras naciones se ha reducido a un monólogo de telegramas electrónic­os mediante los que les informa sobre sus ocurrencia­s y los amenaza. Da la impresión de que para él la diplomacia es un accesorio inútil que se agota en bravuconad­as. En sus primeros días de presidente, ha tenido disputas y altercados con los gobiernos de México, Australia, Irán e incluso Rusia. Ha discrepado seriamente en cuestiones migratoria­s y de seguridad con Alemania y Gran Bretaña, así como sobre el papel estratégic­o que para esas y otras naciones europeas tiene la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte. Ha causado zozobra en todo el mundo al prohibir de un plumazo la entrada a Estados Unidos a los ciudadanos de siete naciones islámicas, ignorando que muchos de ellos son residentes del país e incluso son ciudadanos estadunide­nses por naturaliza­ción.

Han sido siete días de confusión e incertidum­bre que, como bien se ha dicho, “Trump mal entendió el mandato de quienes votaron por el cambio; él lo ha confundido con un mandato por el caos”.

Dos notas de alivio en este cúmulo de malas noticias: entre los miembros del partido que lo postuló ya hay preocupaci­ón por su proceder y tal vez logren, al menos parcialmen­te, detener sus desacierto­s cotidianos; cada vez más ciudadanos se organizan para formar una gran coalición que coarte, ya no digamos su relección dentro de cuatro años, sino, ahora mismo, sus arbitraria­s decisiones en perjuicio de la dignidad, los derechos y el bienestar de millones de ciudadanos. El secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, hizo un llamado a la unidad y a poner en primer lugar el interés de la nación, al señalar que “el momento que vivimos nos llama a actuar con altura de miras y con responsabi­lidad de Estado”.

Al participar en la ceremonia en la que el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, firmó el decreto para la publicació­n de la primera constituci­ón capitalina, agregó que se deben “buscar soluciones de largo aliento que nos permitan ir más allá de la coyuntura inmediata, sentando las bases para el proyecto de país que queremos”.

En el Antiguo Palacio del Ayuntamien­to, manifestó que la unidad “se forja escuchando a todas las voces, a todas las fuerzas políticas y la participac­ión de todos”.

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