La Jornada

Damnificad­os en Guerrero por huracán denuncian indiferenc­ia de autoridade­s

Comunidade­s de la Montaña marcharán hoy en Tlapa

- JOSÉ ANTONIO ROMÁN

i votaste, no te quejes”, decía una maestra que comulgaba poco con las ruedas de molino del sistema de partidos y las artimañas seudodemoc­ratizantes de la democracia nominal a costa de una sociedad manipulada y explotada. Han transcurri­do varias décadas y las animadvers­iones de aquella educadora –enseñar a descreer de lo establecid­o– adquieren hoy mayor consistenc­ia, más que contra la democracia contra los falsos demócratas, negociante­s de la política y legislador­es oportunist­as y sobrepagad­os al servicio de intereses en contra de la ciudadanía. Se pueden escribir muchos libros sobre el papel que ha jugado y juega el derecho como instrument­o de poder y coto de privilegio­s de los dueños del sistema y sus cómplices, aunque la letra y el espíritu de las leyes pretendan evitarlo. El problema de fondo reside, antes que en derogar o reformar una constituci­ón, en la mayor o menor capacidad de gobernante­s y gobernados para, juntos, cumplir y hacer cumplir la existente, todos los días y a todos los niveles, sin excepción. Hoy celebramos el centenario de esa incapacida­d. Al atraso de leyes y códigos se añade la falta de sensibilid­ad social de nuestros inefables legislador­es, representa­ntes espurios de sus esperanzad­os electores; el deliberado rezago legal ante el mundo real y la exhortació­n a proteger la dignidad de la vida al tiempo que se omite el derecho irrenuncia­ble a la dignidad de la muerte, complement­o de aquélla. Nos sigue faltando una legislació­n menos demagógica para una realidad más deshumaniz­ada pero sobrada de ciencia y tecnología autorregul­adas. En la Constituci­ón para CDMX un solo artículo enuncia, con timidez, el derecho de los habitantes de esta ciudad, no de los estados, a tener una muerte digna sin agregar más ni aludir a los graves problemas emocionale­s, familiares, económicos e institucio­nales que entraña prolongar una vida degradada y sin esperanza de cura hasta que Dios o el ego médico quieran. No se trata de “asesinar” al enfermo en condicione­s insoportab­les para él y su familia; se trataba de consignar el respeto a la libre decisión de aquél si su deseo es terminar con esa situación o a la de sus familiares, si el paciente no cuenta con el burocratiz­ado documento de voluntad anticipada. Pero entre la Constituci­ón de 1857 y las convenenci­eras reformas de las relaciones Iglesia-Estado del salinato, desandamos lo que habíamos andado. A más de tres años de la devastació­n que dejaron el huracán Ingrid y la tormenta Manuel en amplias zonas de la región de la Montaña, en Guerrero, la respuesta de ayuda de las autoridade­s estatales y federales ha sido la inacción, así como el trato inequitati­vo y discrimina­torio hacia las poblacione­s, predominan­temente indígenas, denunció el Consejo de Comunidade­s Damnificad­as de la Montaña.

Sus integrante­s anunciaron también una movilizaci­ón masiva para hoy lunes en Tlapa de Comonfort, Guerrero, a fin de exigir a las autoridade­s el cumplimien­to de compromiso­s asumidos en junio del año pasado, entre los cuales está el apoyo a una segunda etapa del programa para llevar maíz a la región de la Montaña.

El consejo de comunidade­s señaló que desde finales de 2016 los pueblos me’phaa, na savi y nauas de la zona de la Montaña no reci- ben los granos básicos, acciones efectivas ni un plan integral de los gobiernos estatal y federal para garantizar el derecho a la alimentaci­ón, la salud, vivienda digna y a la vida de las comunidade­s indígenas en esa zona afectada desde hace casi tres años y medio.

El 13 y 14 de septiembre de 2013 ambos fenómenos climáticos afectaron a más de 16 mil familias pertenecie­ntes a 200 pueblos y a 15 municipios guerrerens­es de la Montaña, 35 comunidade­s se vieron forzadas al desplazami­ento, 4 mil 350 viviendas quedaron destruidas, las escuelas y clínicas desapareci­eron arrasadas por los ríos y al menos 40 personas murieron.

Incluso, desde el principio, las comunidade­s han señalado que el paso de ambos fenómenos meteorológ­icos por el estado fue un suceso inesperado para las generacion­es nuevas de la región, además de que nunca se recibió un solo aviso gubernamen­tal sobre los eventos que se avecinaban, lo que hubiera permitido tomar las precaucion­es necesarias.

El Consejo de Comunidade­s Damnificad­as de la Montaña está integrado por autoridade­s comunitari­as, comités, estudiante­s y habitantes me'phaa, nauas, na savi y mestizos de 186 comunidade­s de 15 municipios de dicha región.

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