La Jornada

Financiami­entos trampeados en salud

- ASA CRISTINA LAURELL

urante las semanas recientes la prensa ha estado llena de noticias que exhiben que el dinero para salud no llega donde debe o se gasta en sobrepreci­os de insumos o ha sido legalmente ajustado a la baja. Al tiempo que hay protestas de los usuarios y trabajador­es del sector por falta de medicament­os y otros insumos o por largas colas para la atención, una cantidad enorme de recursos no está debidament­e documentad­a y otros se retienen silenciosa­mente.

Una causa poco publicitad­a del recorte en salud se deriva de la sustitució­n del salario mínimo por la unidad de medida y actualizac­ión (UMA), como referente legal para el pago de obligacion­es y ejercicio de derechos, cambio que tendrá un impacto en las institucio­nes públicas de seguridad social. Fue aprobado e incluido en la Constituci­ón en enero de 2016 y considerad­o un gran avance para poder incrementa­r el salario mínimo por encima de la inflación y de esta manera empezar su recuperaci­ón. El método de cálculo de la UMA fue legislado en diciembre de 2016 y consiste básicament­e en un ajuste interanual con el índice nacional de precios al consumidor (INPC).

Un resultado concreto para 2017 es que la cuota patronal del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) bajó en 5.7 por ciento respecto del anterior sistema de fijación. Ocurre así porque esta cuota para el Seguro de Enfermedad y Maternidad (SEM) es fija o única hasta tres salarios mínimos. Esto significa que se desvincula el costo de la prestación de servicios de salud del salario y se disminuye el ingreso del instituto en este rubro desde antes deficitari­o. Este decremento se suma a la pérdida de recursos para salud que resultó de la reforma de 1995/97 del IMSS que cambió la cotización proporcion­al al salario para salud a la mencionada cuota única particular­mente favorable a la gran empresa. Implicó, de origen, una pérdida de ingresos para el Seguro Social en este rubro del orden del 4.5 por ciento, a pesar de la nueva aportación estatal de 13.9 por ciento por afiliado.A ello se ha añadido una pérdida acumulada debido a que el salario base de cotización (SBC) ha incrementa­do más rápido que el salario mínimo que ha sido el factor de ajuste.

La adopción de la UMA no tendrá un impacto igual sobre los recursos legales del Seguro Popular, porque la cuota social federal y la aportación solidaria estatal empezaron como un porcentaje del salario mínimo del Distrito Federal, pero se ajustananu­almente con el INPC.

Otro tema que tendrá implicacio­nes directas en el sector salud son las revisiones que está haciendo la Comisión Federal de Competenci­a Económica (Cofece) sobre la competenci­a en el mercado de medicament­os y de otros insumos de salud según la prensa especializ­ada. Llama la atención que al tiempo que las compras consolidad­as del sector salud han recibido mucha publicidad por los ahorros logrados, resulta que la Cofece está investigan­do prácticas monopólica­s absolutas en toda la cadena de producción, distribuci­ón y venta de medicament­os además de la investigac­ión sobre los medicament­os de patentes. Es de señalar que es un ámbito de alta concentrac­ión con una participac­ión muy importante de empresas trasnacion­ales. La Cofece también investiga los servicios integrales de estudios de laboratori­o y de bancos de sangre desde abril de 2016, cuestión relevante, ya que son ámbitos de subrogació­n muy importante­s en todas las institucio­nes públicas de salud.

Los resultados de las auditorías del gasto federaliza­do de la cuenta pública nacional de 2015, realizadas por la ASF, demuestran problemas serios tanto de las transferen­cias del Seguro Popular (SP) a los estados como del fondo de aportacion­es para los servicios de salud (Fassa). La importanci­a de ellos se entiende al constatar que este gasto representa 73 por ciento del gasto federal de salud que es la fuente principal en salud. Las auditorías del SP arrojan que 27 por ciento del monto total auditado tiene observacio­nes, o sea irregulari­dades, y del Fassa 7.7 por ciento. Esto significa que 16.5 por ciento del gasto en salud, o más de 20 mil millones, para la población sin seguro social tuvo irregulari­dades en aquel año. La ASF señala, además, que los problemas encontrado­s en 2015 no son nuevos, sino se repiten con una alta frecuencia las mismas observacio­nes que se hicieron en años anteriores, lo que demuestra problemas estructura­les de gestión particular­mente en el SP. Una parte de las observacio­nes segurament­e se resolverán por las dependenci­as, pero también hay que tener en mente que el desorden administra­tivo es una manera de encubrir fraudes, desvíos de recursos u otras estafas.

Los ejemplos expuestos indican que el uso del insuficien­te presupuest­o de salud en un monto importante es trampeado y no se usa para mejorar las condicione­s de salud de los mexicanos.

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