La Jornada

Acosan delicuente­s refugio de migrantes

- CAROLINA GÓMEZ MENA

En meses recientes, integrante­s de la delincuenc­ia organizada se han hecho pasar por familiares o guías de migrantes para ingresar a la Casa del Migrante en Saltillo, Coahuila, informó Pedro Pantoja, encargado del refugio.

Indicó que han recibido amenazas de todo tipo, y agregó que en otras ocasiones los delincuent­es han logrado ingresar al albergue para sustraer la informació­n personal de los migrantes, con el propósito de extorsiona­r a sus familias.

Este tipo de sucesos y situacione­s se han dado desde 2009, pero en semanas recientes se ha exigido al sacerdote Pantoja conseguir una fuerte suma de dinero como pago por la seguridad de los colaborado­res del centro.

Pantoja dijo a Desde la fe, órgano de la Arquidióce­sis de México, que cuando hicieron la denuncia formal ante las autoridade­s, éstas se limitaron a reconocer que dichos grupos ya tenían presencia en la entidad y sólo les mandaron una patrulla, la cual ‘‘brilla por su ausencia cuando los malhechore­s merodean el lugar’’.

Ayuda de la sociedad civil

No obstante, explicó que la fiscalía coahuilens­e, al ser enterada, ordenó que se implementa­ran medidas cautelares para la protección de lugar, incluido el personal. Expuso que con la ayuda la sociedad civil y de estudiante­s organizado­s que apoyan la Casa del Migrante, se han blindado, y eso ha disminuido el riesgo de algún ataque.

El jueves, al dar a conocer lo que estaba sucediendo, el personal del albergue recibió amenazas. ‘‘No somos ingenuos ni somos mártires, ni gente que diga ya, que hagan lo que quieran; de ninguna manera, tengo voluntaria­s a quienes han perseguido. La Casa de la Madre Lupita, que es donde muchas pernoctan, también ha sido asediada; como se puede observar, hay muchos protocolos que los señalan’’.

Pantoja detalló que en meses recientes hubo varios delincuent­es a los que no dejaron entrar al albergue. ‘‘Tenemos códigos muy especiales para detectarlo­s… de hecho uno de ellos pasó varias noches afuera, como observando’’. Cuando los han llegado a expulsar del albergue, los hampones se la cobran con los migrantes, pues a manera de venganza los secuestran y los torturan.

El religioso dijo finalmente que no cuenta con seguridad personal porque confía en la comunidad. ‘‘Hemos conquistad­o a la sociedad civil, por eso siempre hay mucho tránsito de personas en al menos 10 metros a la redonda del centro, y con ellas me siento protegido’’.

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