La Jornada

LAS REBANADAS DEL PASTEL

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tante 12 por ciento en 2016. También se proyecta que México crezca 2 por ciento en 2018, mientras que América Central y el Caribe seguirán con un ritmo sostenido de alrededor de 3.8 por ciento, como ha sido desde la crisis financiera global, casi el doble del registro mexicano en el último cuatrienio. Una caracterís­tica notable de esta larga desacelera­ción ha sido el deterioro de las cuentas fiscales, aún en subregione­s como México, América Central y el Caribe, donde la desacelera­ción ha sido mucho menos pronunciad­a que al sur de la región. De hecho, 29 de los 32 países que la conforman tuvieron un déficit fiscal global en 2016. Como resultado de esa acumulació­n de saldos fiscales negativos, el volumen total de deuda creció con los años, alcanzando una deuda bruta promedio de 50 por ciento del PIB para la región en general, con países como Jamaica y Barbados llegando a niveles de 119 y 109 por ciento, respectiva­mente. Esta delicada situación, limita en gran medida las opciones en materia de política macroeconó­mica y pública en muchos países de la región. Los días en que la simple aparición de un déficit fiscal desencaden­aba automática­mente un ajuste deberían haber quedado atrás, y con razón. ¿Cómo se llegó a ese punto? En América del Sur el déficit fiscal medio en 2016 fue de 4.6 por ciento del PIB, más alto que en 2011. Mientras que la caída promedio de los ingresos fue de 1.4 por ciento en el mismo período, el aumento medio del gasto fue de 3.6 del PIB. En otras palabras, de no haber sido por el incremento significat­ivo del gasto, las cuentas fiscales se hubiesen deteriorad­o mucho menos. Cuando se analiza el gasto público acumulado desde el año 2000, la media para los países de América del Sur fue de 39 Antes del triunfo electoral del salvaje Trump, todos en el gobierno peñanietis­ta subrayaron su “enfática negativa” de tocarle un pelo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. No y mil veces no, pero hoy los mismos se muestran solícitos y sonrientes para hacer los cambios “necesarios” (los que Donald ordene) a dicho mecanismo. Allí está el caso del empalagoso gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, quien se dice “deseoso de revisar” el TLCAN, porque “hay una posibilida­d de win-win” (ganar-ganar). Total, él ya se va a Basilea, Suiza, y el catarrito se lo deja a los mexicanos.

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