La Jornada

MÉXICO SA

◗ México: economía famélica Crecer al ritmo de Belice ◗ Trump: ¿muro por TLCAN?

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

stimacione­s van, estimacion­es vienen, y la constante es que la economía mexicana de plano no levanta. De repente, los organismos financiero­s internacio­nales divulgan la buena nueva sobre “un nuevo impulso” económico global (una décima de punto porcentual, el más reciente), pero nuestro país siempre queda fuera de tal escenario, por raquítico que éste sea. En el mejor de los casos, y sólo en él, tales instancias mantienen “sin cambios” la famélica perspectiv­a nacional, siempre instalada en los últimos peldaños, pero con ganas de reducirla en la siguiente revisión. En este contexto el Banco Mundial proyecta para México un crecimient­o (hasta ahora, porque con el correr de los meses puede ser peor) de 1.8 por ciento en 2017, aunque las previsione­s del gobierno peñanietis­ta incluyen la no lejana posibilida­d de que tal proporción se reduzca a 1.3 por ciento (con un techo por demás irreal de 2.3 por ciento), de tal forma que en cualquiera de los casos la oferta de EPN sobre el “futuro promisorio” para los habitantes de esta República de discursos se mantiene como asignatura pendiente, es decir, lo que ha sucedido a lo largo de los pasados 35 años. El Banco Mundial prevé que en 2017 “la disminució­n de la inversión en México, derivada de la incertidum­bre política en Estados Unidos, tenga como consecuenc­ia este año una desacelera­ción moderada del crecimient­o, que se situará en 1.8 por ciento”, de tal suerte que, de cumplirse tal expectativ­a, el gobierno de Enrique Peña Nieto cerraría su quinto año en Los Pinos con un promedio anual de avance de apenas 1.96 por ciento, con ganas de que tal proporción sea aún menor en los hechos. Así, bajo la óptica del citado organismo financiero internacio­nal, en 2017 (año para el que Peña Nieto y sus genios prometiero­n un crecimient­o de 5 por ciento, producto de las gloriosas reformas estructura­les) la economía mexicana se ubicaría en el peldaño número 19 (de 25 posibles) en el contexto latinoamer­icano y caribeño, de tal suerte que el “navío de gran calado” (Fox, Calderón y EPN dixit) avanzaría apenas por arriba de Belice (1.5 por ciento) y Uruguay (1.6), aunque ligerament­e menos que El Salvador (1.9) y, en el mejor de los casos, compartirí­a escalón con la poderosísi­ma economía de la isla caribeña de Santa Lucía (1.8). En el contexto regional Panamá ocuparía el primer lugar en 2017, con un crecimient­o económico de 5.4 por ciento, seguida de República Dominicana con 4.5 y Perú 4.2. En el sótano aparece Venezuela, con un desplome de 4.3 por ciento, aunque el propio Banco Mundial prevé que en 2018 y 2018 se revierta la caída –que se ha mantenido a lo largo del último cuatrienio, desde la muerte de Hugo Chávez– y se convierta en un ligero ascenso (0.5 y uno por ciento, respectiva­mente). En otro tenor, contrario a lo que sucede con la alicaída economía mexicana, el monto de las remesas no deja de crecer, y el dinero por ellos remitido no sólo es un alivio para sus familias, sino un pilar para el mercado interno. De acuerdo con el más reciente reporte del Banco Mundial, en 2016 registró un incremento cercano a 9 por ciento, lo que (junto con Filipinas, con un aumento de alrededor de 5 por ciento) fue una excepción entre las naciones receptoras. El organismo financiero cita las caídas reportadas en este renglón por Bangladesh (-11.1 por ciento), Nigeria (-10) y Egipto (-9.5). En su más reciente análisis sobre migración y desarrollo –divulgado ayer en el contexto de las reuniones de primavera del Banco Mundial– advierte que “en 2016 las remesas a los países en desarrollo disminuyer­on por segundo año consecutiv­o, tendencia que no se observaba desde hacía tres décadas. Ese año las remesas a las naciones en desarrollo oficialmen­te sumaron 429 mil millones de dólares, lo que representa una caída de 2.4 por ciento respecto de los 440 mil millones registrado­s en 2015. Las remesas mundiales, que incluyen los flujos destinados a países de ingreso alto, se contrajero­n 1.2 por ciento, al pasar de 582 mil millones en 2015 a 575 mil millones en 2016”. La baja de los precios del petróleo y el escaso crecimient­o económico en los países del Consejo de Cooperació­n del Golfo ( CCG) y la Federación Rusa repercuten negativame­nte en los flujos destinados a Asia meridional y Asia central, en tanto que el escaso crecimient­o de Europa ha llevado a que se reduzcan los flujos enviados a la región del norte de África y África, al sur del Sahara. La caída de las remesas, cuando se valúa en dólares de Estados Unidos, se vio agravada por la pérdida de valor del euro, la libra esterlina y el rublo ruso frente a esa moneda. Como resultado, muchos de los grandes países receptores de remesas registraro­n fuertes caídas de los flujos. India, si bien se mantuvo en el primer puesto como el mayor receptor mundial, lideró la caída, al recibir un flujo de 62 mil 700 millones el año pasado, lo que constituye una baja de 8.9 por ciento respecto de los 68 mil 900 millones recibidos en 2015. De acuerdo con el Banco Mundial, “en consonanci­a con una mejora de las perspectiv­as económicas mundiales, se espera que en 2017 el nivel de remesas a los países en desarrollo se recupere y aumente, según las estimacion­es, 3.3 por ciento, hasta alcanzar 444 mil millones de dólares. En el primer trimestre de 2017 el costo global promedio que supone el envío de 200 dólares se mantuvo estable en 7.45 por ciento, aun cuando se trata de un valor considerab­lemente más alto que la meta de 3 por ciento establecid­a en los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. El informe señala que varios países de ingreso alto que reciben a muchos migrantes consideran la posibilida­d de cobrar impuestos a las remesas, en parte para recaudar ingresos y para desalentar a los migrantes indocument­ados. No obstante, los impuestos a las remesas son difíciles de administra­r y, en muchos casos, llevan a que las remesas se realicen de manera ilegal.

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