La Jornada

Rousseff pide a los sectores progresist­as de América Latina “expandir la democracia”

Manifiesta su expectativ­a de que esta “oleada hacia la derecha” no durará mucho en Brasil Describe el descrédito del gobierno de Temer y cómo crece el apoyo al ex presidente Lula

- BLANCHE PETRICH

Trece años duró en Brasil la onda de gobiernos progresist­as que durante los primeros 15 años del siglo se expandiero­n a buena parte de América Latina y marcaron un viraje social que puso en entredicho las doctrinas neoliberal­es ortodoxas que habían dominado las décadas anteriores. Sobre esa experienci­a –sus mayores logros, sus valores fundamenta­les y también sus fracasos y frustracio­nes– disertó la ex presidenta de Brasil Dilma Rousseff frente a un repleto Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Antes de dictar su cátedra magistral, como parte del coloquio organizado por los 50 años del Consejo Latinoamer­icano de Ciencias Sociales (Clacso), con toda solemnidad Rousseff se puso de pie y se sumó, con la cabeza baja, al minuto de silencio que se guardó en homenaje y respeto a la periodista chihuahuen­se Miroslava Breach y los 106 periodista­s mexicanos asesinados a lo largo de los dos sexenios recientes.

Su intervenci­ón concluyó con un fuerte pronunciam­iento en favor de que las dirigencia­s de los sectores progresist­as de la región sepan cumplir con el llamado de la historia: “Nuestro papel es expandir la democracia. Ese es el camino correcto”. En las gradas estalló entonces un grito destinado a ser escuchado hasta Brasilia: “¡Fora Temer!”

Miles de estudiante­s y académicos, activistas, miembros de la diáspora brasileña acudieron a escuchar a la mandataria derrocada, quien analizó las circunstan­cias de su desafuero y derrocamie­nto enmarcadas en la oleada de gobiernos de derecha que han retornado al poder en la región latinoamer­icana, en la medida en que se desgasta el ciclo en que coincidier­on en media docena de naciones regímenes de corte progresist­a, aunque diversos.

Pero también habló de las metas alcanzadas durante los ocho años de gobierno de Lula da Silva y los cinco años de su administra­ción. Datos como el de 2014, cuando la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a informó que Brasil había alcanzado una de las metas del milenio, que es sacar al país del llamado “mapa del hambre” elaborado por la ONU, o el abatimient­o de la pobreza de 24 a 8 por ciento y de 14 por ciento a 3.5 por ciento de la miseria extrema. Cada logro era saludado con aplausos.

Describió programas sociales como el llamado Bolsa familia o el Mi vida mi casa, de vivienda popular, que alcanzan a más de 50 millones de beneficiar­ios. O bien, otro momento histórico, en pleno crac de 2008-2009, cuando la economía brasileña creció 7 por ciento. El público atento escuchaba con admiración y, quizá, un poco de envidia.

Recordó, entonces, cómo son los programas sociales de los gobiernos neoliberal­es, donde son apenas esbozos de “planes piloto” que no alcanzan a más de 50 mil, 100 mil personas.

“En democracia – declaró– ningún gobierno debería ser electo para quitarle dinero a los pobres.”

A pesar de lo severo de la regresión de los logros sociales del periodo petista, Dilma Roussseff manifestó su expectativ­a de que esta “oleada hacia la derecha” no tendrá larga vida. “Y esto se percibe más en la medida en la que se acerca 2018”, cuando, en octubre, deberán realizarse elecciones presidenci­ales.

“¿Qué estamos viendo? Que el gobierno ilegítimo está perdiendo apoyo popular, porque eso es lo que pasa cuando el pueblo pierde derechos conquistad­os, cuando las autoridade­s no atienden sus demandas sociales y cuando perciben el descrédito de los partidos políticos. ¿Quién los va a apoyar, además del gran capital, las iglesias y los medios corporativ­os?”

Recordó que las encuestas prelectora­les señalan al ex presidente Lula da Silva en ocasiones con hasta 25 puntos por arriba de sus contrincan­tes. Pero –advirtió– para lograr el triunfo del histórico líder de la izquierda laborista “será necesaria la participac­ión del pueblo”, una reforma política y, sobre todo, “que se respeten las reglas del juego”.

De las porras y los gritos que saludaban “¡Dilma-Dilma!”, el público cambió a: “¡Lula! ¡Lula!”

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La depuesta presidenta de Brasil Dilma Rousseff durante su conferenci­a magistral pronunciad­a ayer en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris ■ Foto Carlos Ramos Mamahua

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