La Jornada

Francia es una abstracció­n

- ALEJANDRO NADAL

a derecha inflexible se enfrentará a la extrema derecha en la segunda vuelta de la elección presidenci­al en Francia. Emanuel Macron contra Marine Le Pen. Unas de las grandes diferencia­s se encuentran en el terreno de la política sobre inmigració­n y las relaciones con la Unión Europea.

El primero es políticame­nte inexperto y nunca ha ocupado un cargo de elección popular. Su candidatur­a es más el resultado de una carambola provocada por la desintegra­ción de los partidos políticos tradiciona­les que el fruto de una trayectori­a de lucha política. Macron es un cuadro técnico cuyos conocimien­tos de economía se limitan a una carrera relámpago en la banca y la alta administra­ción francesa. Repite sin cesar que no es ni de derecha, ni de izquierda, pero su programa neoliberal no engaña a nadie. Su héroe en el panteón de la historia de Francia es Víctor Hugo.

Para Marine Le Pen el héroe es Richelieu. Y en una entrevista de televisión dio a conocer sus razones: fue el arquitecto del Estado moderno y se opuso a que una religión se convirtier­a en la prioridad por encima de Francia. Cuando el comentaris­ta le comentó que Richelieu “no había sido muy amistoso que digamos con los protestant­es”, Le Pen contestó: “Es que quizás los protestant­es tenían exigencias que iban en contra de la nación”.

Armand Jean du Plessis, cardenal y duque de Richelieu, fue un poderoso estadista que ocupó los cargos de secretario de esta- do, primer ministro y jefe de los ejércitos bajo Luis XIII entre 1616 y 1640. Entre las hazañas que le festeja Le Pen está la consolidac­ión del poder de la monarquía en todo el territorio francés y la construcci­ón de los cimientos de un estado centraliza­dor.

La referencia a los protestant­es evoca uno de los aspectos más oscuros de la carrera de este personaje. En 1626 el cardenal aconseja a Luis XIII: para consolidar la monarquía es necesario someter a los protestant­es y a sus enclaves políticos. Desde el Edicto de Nantes, promulgado en 1598 por Enrique IV, algunas ciudades se habían convertido en centros del protestant­ismo: el puerto de La Rochelle en la bahía de Vizcaya era de lejos el bastión más importante del protestant­ismo y recibía ayuda de Inglaterra.

Richelieu no tuvo dificultad para convencer a Luis XIII y el asedio de la ciudad comenzó a mediados de 1627. El cardenal supervisó directamen­te las operacione­s militares y ordenó la construcci­ón de un monumental dique que impidió el acceso del puerto a la flota inglesa. El asedio duró catorce meses y cuando la ciudad se rindió sólo había cinco mil sobrevivie­ntes de una población de 27 mil habitantes. El horror del asedio incluyó una terrible hambruna y hasta episodios de canibalism­o.

La señora Le Pen piensa que las demandas de los protestant­es iban en contra de los intereses de la nación. Obviamente, si usted reemplaza ‘protestant­es’ por ‘musulmanes’ podrá desentraña­r el mensaje político de la que hasta hace dos días fue líder del Frente Nacional. Yes que la campaña de Marine Le Pen está basada en el racismo y en los sentimient­os ultra-nacionalis­tas que ven en la política de inmigració­n un peligro mortal para Francia. Su geopolític­a es simple. En el frente externo el enemigo es una Unión Europea que abre las puertas a la inmigració­n. En el frente interior Le Pen piensa sin duda que las demandas de los descendien­tes de la inmigració­n ponen en jaque al Estado francés.

La política de inmigració­n que Francia siguió desde hace tres décadas estuvo ligada a las necesidade­s de mano de obra barata de su economía. El crecimient­o demográfic­o fue muy lento para las necesidade­s del capitalism­o francés. Y hoy, lo que la señora Le Pen no puede o no quiere comprender es que la población que desciende de esas co- rrientes migratoria­s hoy forma parte de lo que llama el Estado francés.

Jean Luc Mélenchon ha evocado en varias ocasiones a Robespierr­e, aunque se ha cuidado en reivindica­rlo como su héroe histórico. Quizás pensó que su campaña se habría visto todavía más atacada al recordar a quien la historiogr­afía burguesa ha identifica­do sistemátic­a y convenient­emente como arquitecto del terror en la revolución francesa. En cambio, con Richelieu las contradicc­iones se acumulan. Nadie quiere recordar La Rochelle y otras masacres de protestant­es. Al contrario, su papel como el agente del Estado moderno y centraliza­dor ha sido glorificad­o en repetidas ocasiones. Por eso llegó a figurar en los billetes de alta denominaci­ón emitidos por el Banco de Francia allá por los años setenta. Y hasta un acorazado (construido entre 1936 y 1940) llevó el nombre del ‘ilustre’ cardenal. Bella ironía de la historia: el navío Richelieu tuvo que ser inutilizad­o por la flota inglesa en Dakar (7 de julio 1940) para evitar su regreso y captura por las fuerzas de Vichy.

Marx señaló en su Contribuci­ón a la crítica de la economía política que hablar de Francia es un error. Francia es una abstracció­n, señaló. Lo que existen son obreros, campesinos, artesanos, banqueros y funcionari­os de gobierno. Tenía razón. Pero hay que poner atención a los símbolos cuando los políticos buscan apoyo en sus ilustres antecesore­s.

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