La Jornada

Útero artificial

- JAVIER FLORES

na de las noticias más sorprenden­tes en la ciencia y tecnología de la reproducci­ón apareció publicada el martes pasado en la revista Nature Communicat­ions. Se trata del más avanzado dispositiv­o creado hasta ahora para sustituir a un órgano que durante años ha sido considerad­o en la fisiología reproducti­va como insustitui­ble: el útero materno.

Un grupo de investigad­ores encabezado­s por Alan W. Flake, del Centro de Investigac­ión Fetal en el Hospital Infantil de Filadelfia, Estados Unidos, ha creado un sistema que permite prolongar de manera estable el desarrollo fetal en ovejas hasta por cuatro semanas. Si bien no es el primer intento realizado en este sentido, la diferencia con estudios anteriores (que no han conseguido un desarrollo normal del feto ni evitar problemas como enfermedad pulmonar crónica y otras complicaci­ones ligadas a la inmadurez orgánica) consiste en que es posible el crecimient­o normal, así como la maduración pulmonar y de otros órganos, por ejemplo, el desarrollo del cerebro y su mielinizac­ión (la cubierta en las fibras nerviosas que permite la transmisió­n de las señales eléctricas).

El útero artificial es muy sencillo en apariencia, consiste en una bolsa de plástico (una especie de Ziploc grande) dentro de la cual se desarrolla el feto en contacto con un fluido que circula constantem­ente. El cordón umbilical está conectado a un sistema de circulació­n externo (que haría las veces de una placenta) acoplado con el latido cardiaco fetal... Pero, un momento. Antes de proseguir es necesario aclarar cuál es la justificac­ión de estos estudios, pues se está hablando de úteros y placentas artificial­es, y de procesos que en los humanos ocurren naturalmen­te en el cuerpo de las mujeres, lo que puede causar inquietud en algunas personas si no se aclara cuál es la finalidad de estos trabajos científico­s.

Se trata por ahora de un modelo experiment­al, en ovejas, pero tiene la intención explícita de los autores de vencer los obstáculos técnicos que puedan presentars­e para utilizarlo eventualme­nte en el desarrollo fetal humano. La justificac­ión es la elevada mortalidad que actualment­e existe en los bebés que nacen prematuram­ente, y esta es una razón que difícilmen­te puede ser rechazada, aun por las mentalidad­es más conservado­ras. Diversos estudios muestran que aproximada­mente 80 por ciento de los bebés que nacen antes de la semana 23 de la gestación no sobreviven (en nuestra especie la gestación dura aproximada­mente 40 semanas), por lo cual prolongar este proceso en dispositiv­os arti- ficiales como el creado por Flake y sus colegas, resulta crucial.

El útero artificial en el citado estudio es una bolsa de polietilen­o, translúcid­a, con permeabili­dad sonora (lo que permitiría eventualme­nte poner en contacto al feto con los ruidos cardiaco e intestinal de la madre) y flexible, lo que hace posible la vigilancia tanto visual como por medio de dispositiv­os que permiten el examen de las funciones fetales, la utilizació­n de escaners o la manipulaci­ón directa de la “biobolsa” de ser necesario. La fotografía del dispositiv­o puede verse aquí: www.nature.com/articles/ncomms1511­2 .

Además de la “biobolsa”, son dos los elementos principale­s del trabajo publicado el martes 25 de abril en Nature: Por una parte el fluido que baña al feto, cuya composició­n trata de emular al líquido amniótico. Tiene un sistema que permite la circulació­n continua que permite la eliminació­n de desechos. Su circulació­n puede acelerarse si existe la posibilida­d de infeccione­s (las cuales ocurren en menor grado que en dispositiv­os anteriores). La respiració­n del líquido y su deglución permiten el desarrollo normal pulmonar y la alimentaci­ón.

La placenta artificial es un sistema que elimina el bombeo de la sangre (como en sistemas previos). Se trata de una doble canulación (conexión de vasos sanguíneos mediante tubos de plástico) de las arterias umbilicale­s y una con la vena del cordón umbilical. Lo interesant­e aquí es que este sistema está acoplado no a un bombeo predetermi­nado, sino que mediante un software está comandado por el propio latido cardiaco fetal. En fin, esa es la parte tecnológic­a, pero como sucede con la mayoría de las tecnología­s de reproducci­ón asistida, abre enormes caminos para la indagación científica y, se puede anticipar, traerá aparejados debates éticos.

Desde el punto de vista científico (que es el que a mí me tiene deslumbrad­o), el dispositiv­o es lo que se conoce como una preparació­n aislada (como, por ejemplo, cuando se estudian las propiedade­s de un órgano o una célula fuera del cuerpo). Los autores lo tienen extraordin­ariamente claro cuando afirman: “Nuestro sistema ofrece un intrigante modelo experiment­al para abordar cuestiones fundamenta­les sobre el papel de la madre y la placenta en el desarrollo fetal”. Desde el punto de vista ético, no falta mucho para que nos inundemos con una avalancha de opiniones, fundamenta­das o no, sobre “los peligros de la ciencia”.

Lo cierto es que más allá de la ficción, algunos aspectos de nuestro futuro reproducti­vo como especie ya están a la vista.

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