La Jornada

Mirar y escuchar

- JUAN ARTURO BRENNAN

o me cambio en mi pobreza/ Por el duque de Bomarzo/ Tiene un rebaño de rocas/ Y es de ovejas mi rebaño

Con estas inolvidabl­es palabras, cantadas por un pastorcill­o con la melodía del legendario Lamento de Tristano del medievo italiano, se inicia la ópera Bomarzo del compositor argentino Alberto Ginastera, a la que no dudo en calificar como la ópera latinoamer­icana más importante y, en un descuido, la mejor de todo el continente.

En trance de muerte, cuando a lo que aspiraba era a la inmortalid­ad ofrecida por un falso filtro mágico, el jorobado y truculento duque de Bomarzo revive, recuerda, alucina episodios diversos de su atribulada vida, una vida en la que ha sido torturado, travestido, excluido, engañado, enloquecid­o, amenazado, envilecido, mancornado, violado, hechizado. Para conjurar estos y muchos otros fantasmas y aparicione­s, el duque se hace construir una horrorosa (y fascinante) colección de monstruos y criaturas de piedra (su rebaño de rocas) en los jardines de Bomarzo, que serán su única compañía fiel e inmutable hasta el día de su anunciada muerte.

Esta trágica historia es narrada en un potente y poético libreto redactado, en buena medida a través de hermosos e insistente­s octosílabo­s, por Manuel Mujica Láinez, autor de la formidable novela homónima. En- tre sus muchas frases afortunada­s, hay una que cito aquí por su evidente cercanía con la Salomé, de Strauss/ Wilde: Nada como el sutil misterio del amor. Para ese gran texto teatral, Ginastera escribió una partitura sólida y expresiva, rabiosamen­te atonal, enmarcada por momentos en un doloroso cromatismo y con una destacada componente serial; todo ello, envuelto en una or- En el Sacro Bosque de Bomarzo, en los jardines del castillo de los Orsini, en Viterbo, Italia questación experta, que deslumbra por su austera eficacia.

Sobra decir que la tediosa abundancia de traviatas, bohemias, cármenes, manones y toscas que caracteriz­a nuestro ámbito operístico permite asegurar con un 99.99 por ciento de certeza que Bomarzo nunca será puesta en México. (Entre otras cosas, no tiene arias fácilmente silbables…) Por fortuna, para los operófilos de mente y oídos abiertos, hay un par de vías para escuchar y mirar esta gran ópera.

La legendaria (y única) grabación de Bomarzo, realizada en el contexto de su estreno en Washington en 1967, circuló parcamente en un álbum de LPs, hoy inconsegui­ble, que como era de esperarse, no batió ningún récord de ventas. La edición tenía la ventaja de que incluía el libreto íntegro de la ópera. No había más remedio, pues, que desgastar los viejos LPs (así lo hice con los míos, una y otra vez) o intentar digitaliza­rlos de la mejor manera posible. Una de esas digitaliza­ciones se vendió en Internet hace unos años, en una edición limitada, patrocinad­a por el Cen- tro Cultural Argentino de Miami. Ahora, el sello Sony ha lanzado una digitaliza­ción realmente profesiona­l de Bomarzo, en un álbum cuya portada reproduce la de la vieja edición en LP, donde aparece el tenor mexicano Salvador Novoa, quien encarnó a Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo, en el estreno absoluto de esta incomparab­le ópera de Ginastera.

Hace unos días, el Teatro Real de Madrid puso en escena el Bomarzo de Ginastera, en una producción energética, intensa y atractiva, de ambientaci­ón moderna y abstracta, sin referencia­s de tiempo o lugar, cuya videograba­ción, venturosam­ente, está disponible para el público en forma gratuita hasta el 5 de junio. Basta con entrar a la página web del Teatro Real de Madrid, ir a la pestaña Palco Digital, encontrar después Videoteca, ahí selecciona­r Bomarzo, registrar un correo electrónic­o y una contraseña y listo.

No exagero al afirmar que ver el Bomarzo de Ginastera representa una experienci­a operística única e irrepetibl­e. Operópatas que sólo saben suspirar y poner los ojitos en blanco al recordar que la Callas pegó un graznido de urraca en alguna añeja representa­ción de Aída para alcanzar, por despecho contra el tenor en turno, el tan gustado, tan temido, tan acrobático y circense mi bemol, absténgans­e; esa gran ópera contemporá­nea que es Bomarzo no tiene nada para ustedes.

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