La Jornada

Anuncian gala de ballet

- FABIOLA PALAPA QUIJAS

o supe por alguien que asistió a la junta en San Ildefonso. Ésta fue convocada para afinar la imposición de una costumbre que, a partir de noviembre de este año, quieren imponer como el Gran Desfile de CDMX.

Es y ha sido grande la derrama de personas del extranjero que nos han visitado secularmen­te para gozar de la diversidad de nuestro paisaje, de nuestra cocina – que adquirió la condición de patrimonio intangible de la humanidad–, de nuestra arqueologí­a y de nuestras costumbres ancestrale­s que son diversas a lo largo o ancho del país. Y no la menos, la del Día de Muertos que congrega, en los panteones, a deudos y amigos alrededor de la tumba del ser amado, tumba previament­e engalanada de flores y de la comida y bebida que el difunto gozó en vida. Hace ya muchos, muchos años que extranjero­s curiosos suelen asomarse a algo inusitado en sus países. También se asoman muchos mexicanos igualmente conmovidos.

Los tiempos claro que se han modificado, pero un buen número de costumbres ha prevalecid­o: le otorga a la gente sentido de pertenenci­a. Por ejemplo, la comida tradiciona­l ( intervenid­a hoy de ‘‘ fusión”) y que con frecuencia es degustada con esnobismo, vuelve, luego, a los elementos de siempre. Los elementos de siempre pulidos por el tiempo adquieren lustre, encanto.

Los altares de muertos, hace ya algunas décadas, fueron introducid­os en hogares mexicanos de corte muy burgués, en los que antes nunca habían estado presentes. Pero, a quienes los adoptaron, les fue muy grata esa recreación de fotos de sus antepasado­s en compañía del naranja ígneo del cempasúchi­l y del morado enrojecido de las flores de terciopelo, de las ollas de barro, de la botella de tequila o mezcal que quizá aquellos antepasado­s no probaron nunca porque sólo bebían coñac. Sin embargo, los nuevos adeptos respetaron la tradición, a ella se atuvieron imitando las ofrendas de casas y panteones de los pueblos.

En casi una veintena de años que van del siglo XXI, nuestros atractivos persisten con, claro, el descuido, la indiferenc­ia, la mala fe de los gobiernos y de la iniciativa privada. Nuestras playas son magníficas y con frecuencia se ubican en la cercanía de monumentos prehispáni­cos espectacul­ares, rodeados por la selva. Nuestras ciudades coloniales conservan la magnificen­cia de sus calles y callejuela­s, de sus construcci­ones civiles y religiosas, el oro y la plata de sus altares de madera estofada. Hay, a lo largo del país, po- blaciones indígenas con muy antiguas asimilacio­nes sincrética­s. Por otra parte, el clima es más o menos benigno en gran parte de nuestra geografía.

Y la pujanza de las manifestac­iones culturales en la ciudad capital es muy amplia y a ello quiero referirme.

¿Por qué? ¿Por qué?, me pregunto, va a establecer­se como tradición aquí, en el Centro Histórico de Ciudad de México, el disparate hollywoode­nse sacado de una película de James Bond. Cuando ésta se filmó, hará dos o tres años, lo tomamos como la usual caricatura con el que el ínfimo y reduccioni­sta interés cultural estadunide­nse suele interpreta­r las cosas más allá de sus fronteras.

¿Será realmente que dicho espectácul­o va a reforzar nuestras tradicione­s? ¿Será que hace falta un desfiguro de tal magnitud para apropiárno­slo como si nuestras mitos y costumbres necesitara­n de la manita gringa de un pintor de brocha gorda?

¿Se puede tranquilam­ente imponer un desfile en Ciudad de México que ni siquiera estaría a la altura del de Pascua, con sus toques cursilones, de la Quinta Avenida en Nueva York? Ya tenemos aquí La Galleta o Estela de luz, fruto rancio de otro magno desfile.

Nuestro acervo de monumentos, tradicione­s, costumbres no puede aceptar que el centro de la antigua ciudad de los palacios sea convertido en un circo ridículo de gusto más que ramplón.

¿Hasta este grado hemos sido nuevamente colonizado­s? El Auditorio Nacional de nuevo será el escenario de la gala de ballet Despertare­s, que por quinto año consecutiv­o se presenta en México encabezada por el bailarín mexicano Isaac Hernández (Guadalajar­a, 1990), del English National Ballet (ENB, por sus siglas en inglés).

El 12 de agosto, en el recinto de Paseo de la Reforma, participar­án 35 artistas en escena, entre músicos y bailarines de las mejores compañías del mundo, como Tamara Rojo, Jurgita Dronina, Esteban Hernández y Savion Glover, quien es considerad­o el mejor bailarín de tap a escala global.

Isaac Hernández, quien presentó Despertare­s, dijo que le entusiasma mucho ofrecer una propuesta de calidad al público con obras que nunca se han visto aquí de destacados coreógrafo­s como Akram Khan, William Forsythe, Victor Gsovsky, Hans van Manen, Christian Spuck, Sidi Larbi, Itzik Galili, Benjamin Millepied y Christophe­r Wheeldon.

Elevar el espíritu humano

Isaac Hernández enunció que la finalidad es ‘‘inspirar a las personas y elevar el espíritu humano” mediante la danza, que el espectador al salir de la función ‘‘se lleve una visión diferente de la vida”.

El programa de Despertare­s incluye In the Middle of Somewhat Elevated, del coreógrafo William Forsythe; Two pieces for Het, de Hans van Manen, y Dust, de Akram Khan; sobre esta última pieza, Isaac Hernández compartió que cuando la vio por primera vez con el ENB lo impactó tanto que no pudo dormir.

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