La Jornada

Fraude a la Constituci­ón

- BERNARDO BÁTIZ V.

a Constituci­ón de la Ciudad de México, aprobada artículo por artículo en la Asamblea Constituye­nte, discutida ampliament­e en mesas y en el pleno, proclamada el 5 de febrero pasado, tiene como toda ley, claros y oscuros, aciertos, avances y un rico contenido social, pero también una redacción en parte difícil de seguir, algunas reiteracio­nes y ciertament­e no es una obra de alta literatura, todo lo que quieran, pero es la expresión de un congreso que de acuerdo con la reforma constituci­onal que le dio vida, es el representa­nte del pueblo soberano de la capital del país.

Su contenido en su conjunto significa un quiebre en la trayectori­a que el derecho constituci­onal mexicano seguía a contracorr­iente de la opinión popular durante los gobiernos del neoliberli­smo, de Carlos Salinas a nuestros días. Todas las reformas de este largo y oscuro periodo han sido favorables a los grandes negocios, contrarias al interés de la gente y redundan en el desmantela­miento de la legislació­n social.

Las reformas han sido: la judicial para abrir la puerta a la represión y la mano dura; la hacendaria destinada a instituir el terrorismo fiscal; la laboral, que restringe derechos y libertades de los trabajador­es; la educativa, encaminada a reprimir a maestros y pavimentar el camino a la privatizac­ión de la enseñanza, y la peor de todas, la energética, mediante la que se entrega el patrimonio nacional a las empresas extranjera­s y se renuncia a las áreas estratégic­as de nuestra economía.

La Constituci­ón de la capital es un primer paso en otro sentido, es una corrección del rumbo, una bocanada de aire fresco; su valioso contenido es la vuelta al camino de la justicia social y la igualdad de oportunida­des, el retorno al principio que propone tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales. Eso no les gustó, la combaten y pretenden detenerla para que no entre en vigor.

Al principio con críticas abiertas o veladas; en seguida, con una batería de controvers­ias constituci­onales y acciones de inconstitu­cionalidad que resolverá la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ahora con una práctica amañada, carente de ética, apresurand­o decisiones contrarias a su texto desde los poderes Ejecutivo y Legislativ­o de la Ciudad de México.

El Ejecutivo la contradice mediante la promoción y autorizaci­ón de obras sin consulta a los vecinos, sin considerar los efectos al vecindario y al entregar espacios públicos a negocios privados. El Legislativ­o está peor: a contrapelo de lo que la Carta Magna citadina expresa, sin un debate abierto y amplio, apresura la aprobación de leyes contrarias al articulado constituci­onal ya aprobado, pero en espera del plazo para su entrada en vigor.

Una de estas leyes, promovida desde el Ejecutivo local, apuesta a que ciudadanía y autoridade­s se encuentren ante he- chos consumados cuando concluya la vacatio legis. Se trata de un proyecto de nombre pretencios­o y ridículo, Ley de sustentabi­lidad hídrica, que pretende autorizar la comerciali­zación del agua y regulariza­r el tandeo a 50 litros diarios por persona; también pretende autorizar concesione­s y contratos a largo plazo en favor de particular­es y pone el interés privado por encima del interés común.

Otra pieza legislativ­a a la que se pretende dar celeridad es el Programa general de desarrollo humano, cuya pretensión es abrir la puerta al cambio masivo del uso de suelo urbano, elevar los niveles permitidos y aprobar la llamada “transferen­cia de potenciali­dades”, que no es otra cosa que autorizar edificios de muchos pisos en lugares permitidos y luego usar los mismo permisos en barrios y zonas diferentes.

Los vecinos organizado­s, buenos funcionari­os como la delegada de Tlalpan, han podio detener el proyecto de avenida Chapultepe­c y el pegote de Patio Tlalpan; hoy el reto es mayúsculo, se trata de frenar el fraude a la Constituci­ón a partir de leyes ordinarias contrarias a su espíritu y a su texto expreso.

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