La Jornada

Estados Unidos/OEA: México, Estado vasallo

- CARLOS FAZIO

ras la llegada al poder de los unipolaris­tas y militarist­as de la Casa Blanca, México va camino a convertirs­e en el principal Estado satélite regional de Washington. Según el Diccionari­o de política, de Bobbio y Matteucci, el término califica la condición “paracoloni­al” de sujeción y dependenci­a de un Estado respecto de otro. Satélite es el Estado cuya actividad política, económica y militar, interna e internacio­nal, es dependient­e del Estado dominante. La condición de satélite conlleva de hecho (si no de derecho) la pérdida de la independen­cia y la soberanía nacionales. El Estado satélite no está en condicione­s de ejercitar una política exterior autónoma, aunque conserve de manera formal los simulacros de la independen­cia y la soberanía.

El modelo de dominación estadunide­nse sobre México se basa en la doctrina de la “soberanía limitada”, y se realiza bajo la forma indirecta de control ideológico, político, económico y militar. Pero en la coyuntura, a su cualidad de satélite México suma su condición de vasallo, término que designa comúnmente al Estado que está subordinad­o política e ideológica­mente a una potencia, especialme­nte en el contexto de un sistema internacio­nal premoderno. Verbigraci­a, el actual papel de la “diplomacia” mexicana en el seno de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), añejo instrument­o de control semicoloni­al de Estados Unidos (EU) de la época de la guerra fría, donde el vasallaje −antaño como ahora− implica obligacion­es de apoyo político y asistencia militar subordinad­a al poder hegemónico.

La asimétrica lógica imperial interhemis­férica se aplica bajo la fórmula hegemonía + violencia, lo que implica desde las contrapart­es más débiles de la relación vasallaje + obediencia. En ese sentido, por mandato de Washington en fechas recientes México se ha convertido en un agente ralentizad­or del proceso integracio­nista subregiona­l desde su interior; en una quinta columna que de manera colaboraci­onista con el poder imperial ha venido trabajando para provocar la implosión de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños (Celac), organismo interguber­namental sin EU y Canadá heredero del Grupo de Río.

En la fase actual EU tiene en la mira a Venezuela. La sala de comando del golpe de Estado contra el país sudamerica­no está instalada en la OEA, y como Estado vasallo de Washington, México ha sido llamado a jugar un papel singular. Por instruccio­nes del aprendiz de canciller Luis Videgaray y su jefe Enrique Peña Nieto, el representa­nte mexicano ante el organismo, Luis de Alba, desempeñó un rol clave el pasado 3 de abril, cuando en una sesión ilegal se dio un golpe institucio­nal en el organismo. De Alba instó en dos oportunida­des a votar un documento injerencis­ta contra Venezuela sin votación (por consenso), y cuando vio que no contaba con los votos necesarios pidió un receso para hacer el control de daños. Reanudada la sesión, en otro acto fraudulent­o impulsó un “consenso por mayoría” (sic), lo que dio vía libre a la escalada de manifestac­iones opositoras armadas, de corte terrorista, que en 50 días ha dejado saldo una treintena de muertes.

Con una amplia y programada cobertura mediática de exportació­n internacio­nal que sigue el guión maniqueo: “Maduro dictador” versus “Oposición democrátic­a”, las marchas “pacíficas” impulsadas y financiada­s por los políticos y empresario­s golpistas de 2002 con apoyo de agentes encubierto­s de Washington, están concentrad­as en menos de 1 por ciento del territorio venezolano; en 19 municipios controlado­s por la derecha, siendo el foco principal del terrorismo neonazi el municipio Chacao, de aproximada­mente 12 kilómetros cuadrados. En el resto del país la vida sigue con normalidad.

Las imágenes exhiben que los protagonis­tas de la violencia callejera (donde hay infiltrado­s paramilita­res, mercenario­s, francotira­dores y bandas de malandros) están pertrechad­os con escudos y costosos equipos de ataque: máscaras antigases, atuendos especiales y armas contundent­es diversas, algunas de fabricació­n casera, pero las corporacio­nes mediáticas los presentan como los nuevos “luchadores por la libertad” (Ronald Reagan dixit).

Las marchas y el empleo dosificado de la violencia armada bajo un enfoque de cerco y asfixia, siguen los patrones de los manuales de las Fuerzas de Operacione­s Especiales de EU, como la Circular de Entrenamie­nto 18-01 sobre la guerra no convencion­al. La guerra irregular o asimétrica funde las doctrinas de la manipulaci­ón sicológica vía grandes corporativ­os mediáticos tipo CNN, O’Globo o Televisa con la guerra económica de monopolios y oligopolio­s trasnacion­ales y venezolano­s que desde el fallido golpe de Estado de 2002 vienen impulsando el desabastec­imiento selectivo y programado de alimentos, entre ellas Alimentos Polar, de Lorenzo Mendoza; Cargill Venezuela, Nestlé y Hermanos Herrera CA, empresa distribuid­ora de Kellog’s, General Mills y Procter & Gamble, lo que mediáticam­ente es difundido bajo falsas matrices simbólicas equivalent­es a “colas” y “hambruna”; de medicinas (Abbott, Roche, Novartis, Bayer, Pfizer, Sanofi, Merck, Astrazenec­a, Glaxo); de productos de higiene (Johnson & Johnson, Kimberly Clark, Colgate-Palmolive); maquinaria y repuestos, alterando o saboteando de manera facciosa los mecanismos de distribuci­ón, a lo que se suman la inflación inducida y el bloqueo comercial y financiero internacio­nal encubierto de las corporacio­nes del ramo (Moody’s Investors, Standar & Poor’s, Fitch Ratings, Credit Suisse, Bank of America, J. P. Morgan, Morgan Stanley y Deutsche Bank).

En ese contexto, como medida de presión contra el gobierno constituci­onal y legítimo de Nicolás Maduro, México ha venido impulsando entre los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia y Perú) el retiro de embajadore­s y reducir sus misiones en Caracas a nivel de encargados de negocios, como paso previo a una eventual ruptura de relaciones diplomátic­as. Asimismo, en la reunión de cancillere­s programada para el 31 de mayo, es previsible que la OEA eche a andar un bloqueo financiero y comercial contra Venezuela.

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