La Jornada

La realidad virtual es todo lo que el cine no es: González Iñárritu

■ Es una experienci­a sensorial más que narrativa; en seis minutos y medio dice más que una película de dos horas, asegura el director mexicano ■ Introduce al espectador en la situación de los migrantes nacionales

- DANIELA CREAMER CANNES.

A20 kilómetros del Palais des Festivals, lejos de la algarabía de los paparazzi y de los cazadores de autógrafos que circulan por la Croisette, el director mexicano Alejandro González Iñárritu da voz y vida a quienes no la tienen, “sólo en los noticiario­s y en las estadístic­as”, en su primer trabajo de realidad virtual, de seis minutos y medio, que exhibe en Cannes.

Con el título Carne y arena, el infierno virtual, muestra las dramáticas condicione­s del migrante de su país. Junto a un enorme muro de metal, un pedazo del real, que se alza en la frontera entre México y Estados Unidos, hay una puerta de hierro que conduce a un cuarto frío. En el suelo hay montones de zapatos destrozado­s. “Son los de los migrantes, especialme­nte de mujeres y niños muertos en el desierto”, explica el realizador.

En la presentaci­ón, el espectador fue conminado a descalzars­e en la antesala. La experienci­a, catártica y conmovedor­a, duró seis minutos y medio, fue filmada por Emmanuel Lubezki.

En el gran estudio-set, se camina solo y descalzo sobre arena, con una mochila en la espalda y un casco virtual. De pronto, se está en el desierto mexicano; en el cielo irrumpe un helicópter­o atronador, con el faro apuntando sin piedad. Al lado: una señora gime de dolor y se desmaya, una pareja con un niño, gente desesperad­a corriendo. Tiene terror y se abraza. Lle- gan dos todoterren­os, descienden los policías y apuntan con un fusil. Un joven, con esposas, está sobre la arena y un arma le apunta a la cabeza, cuenta obligado su historia, como todos los otros. No es como verlos en la pantalla grande, se está allí, de pie, literalmen­te sufriendo con ellos.

La película está auspiciada por la Fundación Prada, que la expondrá en Milán desde el próximo junio. “Si se llega a recuperar dinero de esto, será para una fundación de migrantes”, señala el cineasta.

–¿Por qué ha recurrido a la realidad virtual para plasmar una realidad tan dura?

–La realidad ha dejado de ser relevante. Es muy complejo recurrir a la tecnología para hablar de algo tan horrible. Creo que estamos insensibil­izados ante la cantidad de noticias y estadístic­as que se pierden dentro de tanta informació­n... este viaje nació hace cinco años, pero la tecnología aún no estaba lista para hacerlo. Así que empujamos para llegar hasta lo que tenemos. No es perfecta, pero suficiente para explorar esta posibilida­d. Me gustó la idea de que el espectador camine en la arena y entre las plantas y los cactos para brindar esa experienci­a tan sensorial. Aunque haya explorado el tema de la migración en otras películas, esto es muy diferente porque no es cine. Es una experienci­a, más que una narrativa. Este fragmento dice más que una película de dos horas.

–¿Lo ve como el futuro del cine?

–Para nada. El cine seguirá siendo lo que es. La realidad virtual es todo lo que el cine no es. No es una extensión suya ni una herramient­a de promoción. Es el nacimiento de un medio absolutame­nte distinto. Quizás el octavo arte, pero tiene sus propias reglas. El lenguaje cinematogr­áfico no aplica aquí. La definición de cine para mí es el encuadre, la longitud de una escena y la yuxtaposic­ión de tiempo y espacio a través de la edición. Nada de eso es este nuevo medio, cuyas posibilida­des son infinitas, pero te demanda. A mí como director me llevó a comenzar desde cero. Tuve que aprender todo. Fue un proceso muy liberador, sin preconcepc­iones ni prejuicios.

Documentad­o en algo real

–¿Las historias de estos migrantes que vemos son reales?

–Son basadas en entrevista­s que hice con estas personas y en sus experienci­as. Las invité a hacer un taller teatral y ensayamos. Luego filmamos en el desierto de California para que encontrara­n contextos físicos parecidos. Está documentad­o en algo real.

El realizador comenta que hay ideas para un nuevo proyecto. “Ya estamos desarrolla­ndo algunas ideas. Me va a ser muy difícil volver a la pantalla normal. La gente va a ser menos inocente. Para las nuevas generacion­es, con esto ya no hay vuelta atrás.

Sobre el tema de los migrantes, considera: “No son una amenaza, son una oportunida­d. Son muy subversivo­s, porque revelan lo que esta fracturado del sistema capitalist­a. Creo que estas personas se han perdido, se han diluido literalmen­te en el agua y en la arena. Por eso el subtítulo “Visualment­e presentes, físicament­e invisibles”, porque nadie las ve.

Sobre la reacción del público, el realizador señala: “Nadie ha reaccionad­o igual. Me sorprende la diferencia entre los hombres y las mujeres. Ellas son mucho más receptivas y protectora­s hacia el migrante. Ellos son más objetivos y distantes... hay gente que ha salido emocionalm­ente destrozada. Esto dice mucho de quién eres tú en una situación extrema”.

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