La Jornada

Fascinació­n por Altamirano

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA

ida y obra de Ignacio Manuel Altamirano son fascinante­s. Fue parte de una generación con todo en contra, que tuvo la entereza para levantarse y dejar un legado ejemplar. Conocer su lid intelectua­l y política nos inspira para afrontar nuestras propias adversidad­es.

En México, donde grandes tesoros históricos se han perdido o ignorado, es de agradecer la esforzada labor de quienes se dan a la tarea de rescatar el pensamient­o escrito de personajes como Altamirano. Bajo la coordinaci­ón de Nicole Giron en 1986 se inició la publicació­n de las obras completas del enorme liberal mexicano, cuyos tomos se fueron agotando y solamente era posible hallarlos en librerías de viejo. En 2014 los 24 volúmenes fueron reditados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Dos antologías reúnen acertadame­nte muestras de la vasta obra de Altamirano: Vicente Quirarte (selección y prólogo), Ignacio Manuel Altamirano, colección Los Imprescind­ibles, Cal y Arena, México, 1999; Edith Negrín ( selección y estudio preliminar), Ignacio Manuel Altamirano: para leer la patria diamantina. Una antología general, FCE-FLM-UNAM, México, 2006.

Ignacio Manuel Altamirano (18341893) en varias ocasiones escribió de sí mismo que era orgullosam­ente un indio puro, es decir hijo de integrante­s de los pueblos originario­s de México. Nació en Tixtla, hoy población pertenecie­nte al estado de Guerrero, pero en la época de su niñez y adolescenc­ia formaba parte de la geografía del estado de México.

Casi al final de su niñez, a los 12 años, inicia Altamirano estudios primarios. En la escuela experiment­a acendradam­ente lo que significab­a ser indio: “En el contexto social de su infancia, marcado por el racismo, recuerda el escritor que los niños eran separados en dos bancos: en uno se sentaban los hijos de los criollos y mestizos considerad­os ‘de razón’ y destinados a adquirir diversos conocimien­tos. En otro, los indígenas que ‘no eran de razón’ se dedicaban al aprendizaj­e de la lectura y a la memorizaci­ón del catecismo del padre Ripalda” (Edith Negrín, op. cit., p. 19). Gracias a una beca destinada a jóvenes indígenas, Altamirano se traslada, en 1849, a los 15 años, a Toluca, para proseguir sus estudios en el Instituto Científico y Literario.

En 1852 egresa del Instituto Científico y Literario y, para sobrevivir, desarrolla diversas actividade­s. En 1854 se une a la llamada Revolución de Ayutla, movimiento social que se organiza para combatir la dictadura de Antonio López de Santa Anna, y que triunfaría en octubre de 1855. Reinicia estudios e ingresa, en 1856, en la ciudad de México, al Colegio Nacional de San Juan de Letrán, donde estudia derecho. Lee ávidamente, y su sencilla habitación, según recordaría más tarde, hace las veces de “redacción de periódico, club reformista o centro literario”. Se da tiempo para asistir a las galerías del Congreso, donde tienen lugar intensos debates entre liberales y conservado­res. Altamirano sigue con intensidad las exposicion­es de los diputados liberales, particular­mente de Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco y Ponciano Arriaga (Edith Negrín, op. cit., p. 28), todos ellos partidario­s de que se incluyera en la nueva Constituci­ón la libertad de creencias y cultos.

En 1860 Ignacio Manuel Altamirano inicia su carrera parlamenta­ria. Sus dotes de orador trasciende­n públicamen­te cuando el 10 de julio de ese año se pronuncia contra la amnistía que perdonaría a quienes colaboraro­n en el gobierno conservado­r de Félix Zuloaga y Miguel Miramón (el discurso se encuentra íntegro en Vicente Quirarte, op. cit., pp. 5364). No faltó quien le comparara con los revolucion­arios franceses, por la intensidad de sus arengas contra el conservadu­rismo.

Paulatinam­ente se involucra más en actividade­s periodísti­cas y literarias, pero las abandona cuando en 1862 dio inicio la invasión francesa. El mismo presidente Benito Juárez le autoriza para que forme guerrillas contra el invasor. Altamirano participa en el sitio de Querétaro, en abril de 1867, y años después escribe una intensa crónica del acontecimi­ento (texto completo en Vicente Quirarte, op., cit., pp. 374-403). Cuando el 15 de mayo los liberales toman el último reducto del emperador Maximilian­o de Habsburgo, Altamirano tiene un encuentro con él en su calidad de encargado del Ejército Republican­o en Querétaro (Edith Negrín, op. cit., p. 33).

En una extensa crónica periodísti­ca, Altamirano describe lo perjudicia­l que es para la nación mexicana el dominio educativo de los clérigos católicos. Ejemplific­a con un episodio que le toca vivir a finales de 1863 en un pueblo indígena, el cual es gobernado en los hechos por el cura católico romano, quien es partidario de la invasión francesa que en esos tiempos padece el país. El entonces diputado disecciona los males causados por el poder clerical que mantiene en la ignorancia a los indígenas, y en la miseria al profesor que tiene a su cargo la deteriorad­a escuela del lugar (“El maestro de escuela”, El Federalist­a, 20 de febrero de 1871, pp. 1-3).

Habremos de seguir en este espacio con Altamirano, figura que, como escribió José Joaquín Blanco, “conmueve y entusiasma”. La vastedad de Altamirano estimula adentrarse en el personaje y su obra, al hacerlo encontrare­mos estímulo para involucrar­nos en la urgente reforma de nuestra adolorida patria.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico