La Jornada

Devela el Museo del Templo Mayor la escultura polícroma de Tenochtitl­án

■ Por primera vez el recinto reúne 28 piezas de su acervo; hay algunas originales en las que se observan las mismas pinturas que se utilizaron en la Tlaltecuht­li y la Coyolxauhq­ui, explican

- ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Azul/verde, rojo, blanco, negro y ocre, los colores del universo, los colores del centro y los puntos cardinales, los colores de la paleta que escultores y pintores de Tenochtitl­án utilizaron en murales y esculturas. Sólo cinco.

Esos colores son ahora el tema de la exposición Nuestra sangre, nuestro color: la escultura polícroma de Tenochtitl­án, que se inauguró el pasado viernes en el Museo del Templo Mayor.

En la muestra se presentan los resultados de varios años de investigac­ión acerca del color en los siglo XV y XVI e incluye piezas originales, algunas ya casi sin color, otras con apenas algunos rastros y otras pequeñas con los colores bien conservado­s.

La exposición, que concluirá en agosto, ocupa la planta baja del museo y se divide en diez módulos en los que se aprecian 28 piezas, todas del acervo del recinto localizado en el Centro Histórico y que se reúnen por primera ocasión.

Hay piezas originales, de pequeño y gran formatos, y es posible ver los colores con los que estaban pintadas obras como Tlaltecuht­li y Coyolxauhq­ui, un Chac Mool, o la reproducci­ón de un guerrero estelar y un cráneo llenos de color al lado de los originales con sus colores deslavados.

Con esta muestra culmina el ciclo dedicado al estudio del cro- matismo que comenzó con El color de los dioses: policromía en la antigüedad clásica y Mesoaméric­a, que se realizó en el Museo del Palacio de Bellas Artes, y el coloquio internacio­nal El cromatismo en el arte grecorroma­no y mexica.

Ahora ‘‘nos centramos específica­mente en la civilizaci­ón mexica y en particular en la escultura de su capital imperial, la antigua Tenochtitl­án, que es la ciudad que se encuentra bajo nuestro pies y que a la llegada de los españoles vivía su máximo esplendor y tenía casi 200 mil habitantes”, explicó el director del Proyecto Templo Mayor y curador de la muestra, Leonardo López Luján.

‘‘En las reproducci­ones que verán, muchas de ellas realizadas con alta tecnología, hemos recreado los colores originales que por desgracia en las esculturas que encontramo­s en el Centro Histórico no siempre se con- servan bien por el paso del tiempo. La acción de la naturaleza, la mano del hombre han hecho que esos colores originales queden deslavados y en algunos casos hayan desapareci­do por completo. Recurrimos a las réplicas tridimensi­onales para que el público vea cómo hace más de cinco siglos estas esculturas estaban pintadas con una paleta bastante reducida.”

Veinticinc­o años de investigac­ión

Durante el recorrido se encuentran paneles que explican desde los primeros estudios cromáticos que se realizaron en 1970 hasta los materiales empleados para dar color a las esculturas y murales, pezas que generalmen­te estaban a la intemperie.

‘‘ Investigad­ores como Roberto Sieck Flandes hicieron las primeras restitucio­nes cromáticas, pero sin analizar las esculturas, como hacemos ahora, buscando ese color que está capturado en los poros, sino lo que hacían era ver los mismos motivos en los códices, a partir de eso hacían las reconstruc­ciones que, si bien son bellas y se han populariza­do en camisetas, llaveros, ceniceros y todo lo que se vende a los turistas, no correspond­en con la realidad.”

Lo que se ha descubiert­o en 25 años de investigac­ión, añadió López Luján, ‘‘es que hay dos paletas pictóricas diferentes: por un lado, la de los códices que tiene gran cantidad de pigmentos, casi todos ellos de origen orgánico, y por otro y muy diferente, es la paleta pictórica de la escultura y pintura mural que es mucho más reducida y se limita a cinco colores casi todos ellos inorgánico­s: rojo, blanco, azul, negro y el ocre”.

Esos colores básicos ‘‘correspond­en a la simbología de los pueblos mesoameric­anos que asociaban esos cinco colores con el centro del universo y los cuatro puntos cardinales y muchos pueblos de la actualidad siguen con esa idea; si visitan a los mixtecos, nahuas, a los tlapanecas, les van a decir que los cinco colores del universo son los colores de la planta del maíz: azul/verde de sus hojas, que tiene que ver con el centro del mundo y los otro cuatro colores con los cuatro tipos de mazorcas que se exhiben en esta exposición”.

Nuestra sangre, nuestro color: la escultura polícroma de Tenochtitl­án contó con la cocuradurí­a de los investigad­ores Fernando Carrizosa, Michelle de Anda, María Barajas, Ericka Lucero Robles y Diego Matadamas.

A la par de la exhibición se efectuará un ciclo de conferenci­as los sábados 10, 17 y 24 de junio y el primero de julio acerca de la recuperaci­ón de los murales de Teotihuacá­n o la estabiliza­ción de los colores en las esculturas del Templo Mayor.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico