La Jornada

ISOCRONÍAS

Reiteracio­nes

- RICARDO YÁÑEZ

a inspiració­n desciende, no condescien­de –y sólo el ritual del trabajo la convoca. La poesía, derecho que no ejercemos y compromiso que no asumimos, siempre está esperando, digamos que a la vuelta invisible de la esquina. A partir de Murena: Un día descubrire­mos que lo que creemos pensar no es lo que pensamos, sino lo que decidimos (¿?) pensar que no está demasiado mal que nos piense. Cantar no es saberse vivo, sino vivir, aunque nadie lo sepa. Cuando tengo tiempo me dedico a la poesía, cuando tengo poesía me dedico al tiempo. En el arte (ejecución, contemplac­ión) se disfruta y apre(he)nde el arte de provechosa­mente perder el tiempo. La imaginació­n, ese modo simbólico de pensamient­o que tiende a resolverse en obra. Se pretende ser alguien cuando, puesto que alguna vez irreversib­lemente nadie seremos, debiéramos aspirar a nadie de una buena vez por todas (y por supuesto que no hablo de suicidio, porque hasta en el suicidio no es improbable que se busque ser alguien) ser. El suicidio, uno de los modos –y sí, fatal– de la impacienci­a. Todos los poetas somos poetas de fin de semana, nomás que nuestros fines de semana duran años. Uno no es poeta sólo porque se orina en el estanque del Taj Mahal. La costumbre no se acostumbra a lo desacostum­brado, por iluminador que lo desacostum­brado pueda ser. Todo poema es centro, de ninguna parte. Si al Paraíso llegaras a llegar verás que ni recobrado ni perdido, sólo Paraíso. Hay ocasiones en que vaciarse de saberes de sabios puede ser. Placeres buscan, no verdad –ni en los placeres. Desde y hacia adentro, ese ojo en soledad a sí mismo se mira, mas hacia afuera, el universo del afuera, no deja de mirar. Para Javier Rangel, en su honor: Cuando la música es buena, hasta el perico se calla. Entre autoestima y vanidad (palabras la verdad algo imprecisas, incluso las solemos confundir), ¿no es mejor regirse –y con, pero legítimo, orgullo– por la sencillez del desapego y el contento?

 ??  ?? Vista interior de la casa que perteneció a Ernest Hemingway (1899-1961), en Ketchum, Idaho. El escritor estadunide­nse, premio Nobel de Literatura 1954, escribió ahí algunas de sus últimas obras y luego se suicidó. El inmueble cambió de propietari­o y...
Vista interior de la casa que perteneció a Ernest Hemingway (1899-1961), en Ketchum, Idaho. El escritor estadunide­nse, premio Nobel de Literatura 1954, escribió ahí algunas de sus últimas obras y luego se suicidó. El inmueble cambió de propietari­o y...

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