La Jornada

La candidata del cuchi cuchi

- JOSÉ M. MURIÀ

onfieso que cuando, en las pasadas elecciones presidenci­ales, la candidata del Partido de Acción Nacional (PAN), reconocido por su recato y resistenci­a a ciertas libertades y usos del cuerpo femenino, pidió a sus agremiadas que recurriera­n al cuchi cuchi para conseguir votos, pensé que la directiva blanquiazu­l le soltaría una reprimenda, que las organizaci­ones muy católicas que lo avalan armarían un escándalo y que al menos las feministas más aceleradas se pararían de pestañas.

No acabo de entender –o preferiría no hacerlo– por qué no sucedió así, al menos para taparle el ojo al macho si era el caso de que sus preferenci­as fuesen por el ala conservado­ra de la política mexicana. Sabemos que las organizaci­ones muy clericales serpentean con facilidad y son capaces de cualquier cosa, pero estoy seguro de que la cúpula del PAN de antaño, con aquellos señorones, hubiera actuado con mayor coherencia.

Pero lo que nos resultó a muchos incomprens­ible es que las feministas pasaran por alto la ofensa de que se les pidiese a las mujeres servicios sexuales, aunque fuera con sus parejas –y no sé si también con sus amistades y demás, porque nunca se especificó–, a cambio del voto en favor de la candidata del PAN.

Lo cierto es que cuando pude asomarme a ver a las concurrent­es a dichos mítines, llegué a la conclusión de que en caso de insistir en el cuchi cuchi podría salirles el tiro por la culata, dando lugar a que los agraviados prefiriera­n votar por el Revolucion­ario Institucio­nal (PRI).

Tal vez sea ésta una de las explicacio­nes del triunfo tricolor ante el terror de tener que hacerlo con algunos de aquellos ejemplares.

En fecha reciente, al comenzar una conferenci­a en pomadosa institució­n capitalina empecé solamente con un “estimados amigos” y un sector femenino del público me reclamó que prescindie­ra de su género. Comedidame­nte rectifiqué y dije: “Estimados estudiante­s y estimadas estudianta­s”…

Aceptaron el empate, pero al final de mi exposición pre- gunté directamen­te por qué no había habido reacción algunos años atrás ante la propuesta “indecorosa” de doña Josefina Vázquez Mota. Me miraron como si yo fuera un zopilote en estado de putrefacci­ón, pero no obtuve respuesta de ningún tipo. No obstante, a la hora de ese ambigú tan elegante que sirvieron, muchas señoras reconocier­on que el llamado de la ilustre panista había sido un error, pero justificab­le ante el descalabro que ya veía venir…

Quiere decir que a l’hora de l’hora se vale prescindir de los principios y de la decencia. Ello es totalmente cierto. Así lo prueba lo sucio de algunas campañas que han emprendido con frecuencia pocas veces los “decentes” de Acción Nacional, sobre todo desde que llegaron los colados de la ultraderec­ha.

Lo cierto es que ahora que la señora se postula para gobernador­a del estado de México todavía no ha recurrido al cuchi cuchi. Lo que no sabemos es si ello se debe a que recuperó el decoro o a que se dio cuenta de que con dicho material humano más bien tendría que perder votos. A las feministas y los feministos de México.

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