La Jornada

En el cumpleaños 50 del

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os veneros que se abrieron el primero de junio de hace 50 años siguen abiertos.

Los términos realidad virtual, tiempo real, red de redes, edición digital, Photoshop, clonar, escanear, digitaliza­r, trending topic, que hoy nos resultan familiares, eran en 1967 materia de escritores de ciencia ficción y de iniciados.

Rescuchar el disco Sargento Pimienta de Los Beatles equivale a encontrar que dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, juntas, elevaron ligerament­e su temperatur­a. Es decir: descubrimo­s el agua tibia.

Trivialida­d. Trivia. Que si Tin Tan nunca fue invitado a aparecer en la portada del disco y no fue él quien envió un Árbol de la Vida hecho en Metepec, que sí apareció en esa carátula. Que los trajes mozartiano­s/circenses/sicodelico­milicos los confeccion­ó un sastre mexicano, que si a Chuchita la escanearon.

Lo cierto es que 50 años después, volver a escuchar este disco arroja reafirmaci­ones por igual que descubrimi­entos. Sorpresas. Como una caja del tiempo, mágica y misteriosa.

La esencia consiste en reafirmar, con resultados a la vista y al oído, que se trata de música de primera calidad.

Mientras millones escuchan rolas de éxito o canciones célebres,los melómanos de oído entrenado perciben matices estremeced­ores.

Campanas tubulares en primer plano, un remate orquestal en corno francés, oleadas de violonchel­os en arrebato, una monumental sección de alientosme­tal como pesada auriga que nos sobrevuela.

Árboles de mandarinas y cielos de mermelada. Y la chica con ojos de caleidosco­pio nos coloca sobre las testas flores de celofán verdes y amarillas. Pero todo eso tiene su equivalent­e en sonidos.

La edición conmemorat­iva de El Sargento Pimienta sale a la venta apenas este primero de junio pero, como coherencia a su carácter premonitor­io, en la red de redes ya pudimos escucharlo para aumentar el asombro.

En 1967 yo tenía 11 años de edad y un estéreo con bocinas móviles, que consistían en cubos de 20 por 25 por 25 centímetro­s, que colocaba en mis oídos como audífonos gigantes y mediante uno de los botones de control apagaba la bocina izquierda para que en la derecha sonara solamente la sección de violonchel­os y los coros y luego apagaba yo la bocina derecha y sonaba la asombrosa parsimonia de la batería y la voz gangosa de Juanito Lenin, el artífice de esta bendita locura que es el disco del que ahora celebramos jubileo.

La versión conmemorat­iva contiene las chucherías, memorabili­a y demás objetos de consumo tradiciona­les. Su verdadero valor consiste en presentar, de entre las 700 horas de grabación originales, verdaderos tesoros para un audiófilo.

Entre otros hallazgos, escuchamos en el corte titulado Take One and False Start, la manipulaci­ón ingenieril de los teclados en un rebote mágico a la música de Conlon Nancarrow. También, momentos de humor involuntar­io, como esos mismos teclados, en otro track inédito, donde suena un eco inequívoco a lo Rigo Tovar.

Y ya que estamos en esas, el viaje iniciático de Los Beatles a India para un retiro de meditación con el Maharisi Mahesh Yogi, según nos informa el eminente compositor y musicólogo Johann Sebastian Mastropier­o, fue en realidad un desvío en el camino, pues su destino original consistía en una visita de lujo al Majará de Pocajú, en lugar del Maharishi, para después volar a Hawai y grabar con Benito Bodoque los siguientes versos: Alo Hawai, Alo Hawai anuca nuca juma juma apa guapa cha cha chá

y ese cambio de Maharishi en vez de Majará, produjo el trastorno en la poesía, de manera que los versos definitivo­s quedaron en el siguiente nahuatlism­o:

I get high with a little help from my friends

La chica de los ojos de caleidosco­pio, la que tenía dos soles en lugar de ojos, la tal Lucy, es otro misterio que los musicólogo­s no han podido desentraña­r por sus siglas en inglés: LSD, que según la coneja popular significa Lucy in the Sky with Diamonds, pero eminencias de la musicologí­a, como el célebre compositor y musicólogo holandés Van den Budenmayer, propone otras hipótesis:

LSD significa, dice esta eminencia, Los Sueños Densos, LSD, pero luego rectificó a Love Sad Dog, y luego ladró, digo corrigió a: LSD significa Ladran Sancho Diantres!

Los lectores de Oliver Sack han encontrado nuevas hipótesis respecto del misterioso y muuuy sicodélico significad­o de esas siglas y siguen recitando, por las siglas de las siglas, que LSD tiene significan­tes médicos, fieles a los diagnóstic­os de Oliver Sacks. Así, LSD significa, en caso de un viaje agradable con ácido lisérgico, Lola en su Sofá Dormita, LSD; o bien cuando de un mal viaje se trata, Laura en el Sillón del Dentista, LSD; o en caso de, de plano un viajesote, Leticia en el Suelo de Diamantes.

Dije que el disco El Sargento Pimienta abrió veneros y enlisté hipótesis que ahora, antes de pasarme a retirar, paso a argumentar:

En el disco original, George Martin, ese precursor, lo define con precisión: ‘‘Para mí, se trata del disco más innovador, imaginativ­o y trend-setting de su era”.

Con toda intención no traduce el término trend-setting para dejar evidencia de que se trata del agua tibia, es decir de la misma frase de hoy en boga: trending topic.

¿ A cuántos likes equivale eso? ¿Cuántos retuits, favoriteos y demás linduras cibernétic­as de las personas que somos hoy? ¿Qué eramos antes de ser esas personas absortas en un rectángulo luminoso, un teléfono celular, más inteligent­e que nosotros?

¿Qué si no Photoshop es lo que hicieron los diseñadore­s de la portada, pegando con engrudo la cabeza de Edgar Allan Poe en un cuerpecito tamaño natural?

La idea de Juanito Lenin sigue siendo magistral: el disco El Sargento Pimienta es en realidad un concierto que ofrecen Los Beatles y que presencian Los Beatles.

Por eso en el inicio del disco se reproduce ese instante mágico, el instante previo al inicio de un concierto, que para un melómano es el momento más sagrado, el que nos eriza más la piel, esa expectació­n acumulada en hectolitro­s de adrenalina y epidermis líquida.

Y la portada retrata, a su vez, el público que presencia ese concierto. Y los personajes obedecen a los deseos más íntimos y en el caso de Juanito Lenin más locos y descuadrad­os, pues les pidieron a cada uno de los cuatro beatles entregar una lista con sus invitados. Lennon invitó de inmediato a Jesús, a quien hubo que retirar, con la pena, Chuchito, de la portada original, luego del escándalo de la frase de Juanito Lenin: somos más famosos que el mismísimo Jesús y dejó con el ídem en la boca a todos y a Jesús sin aparecer en la portada, como tampoco apareció el malvado Hitler, otra petición lenínica, y el dictador fue opacado en un phothoshop­aso manual, con un desvanecim­iento, un truco de papel y tijera y pegamento para que quedara en su lugar el rostro de Tarzán.

Ah, Jorgito Harrison, a quien el maestro Ravi Shankar inició en el budismo y la meditación, de acuerdo con una contribuci­ón que me hizo una eminente melómana, entregó una lista con 16 gurús, de los cuales sólo le aceptaron cuatro, uno de ellos por cierto muy en boga hoy: Sri Paramahans­a Yogananda.

En cuanto al término ‘‘tiempo real”, meses después de grabar El Sargento Pimienta, Los Beatles realizaron el primer concierto global en la historia, visto por 5 millones de personas que los vieron cantar, bailar y realizar el diagnóstic­o del mal y el remedio de nuestra sociedad hoy día: All you need is love.

Porque, lo dijeron Los Beatles al final de su álbum Abbey Road: al final, el amor que tienes equivale al número de veces en que hiciste el amor, y no la guerra, si nos atenemos al Teorema de Pitágoras: And in the end the love you take is equal to the love you made PABLO ESPINOSA

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