La Jornada

EL DESPERTAR

- JOSÉ AGUSTÍN ORTIZ PINCHETTI

inguna institució­n resultó más dañada en el sucio proceso del estado de México que los institutos electorale­s encargados de la organizaci­ón y supervisió­n de los comicios. Es difícil encontrar a alguien que defienda al INE. El instituto, con sus instalacio­nes monumental­es y su costosa operación, estuvo por debajo de lo que se esperaba de él. No utilizó las facultades que le otorga la ley y las que el mismo se concedió. Las prácticas ilícitas resultaron obvias para todos. Los observador­es nacionales e internacio­nales y los reporteros constataro­n el uso de programas sociales, coacción y compra del voto, presión sobre el electorado, intimidaci­ón y un sinnúmero de actos que generaron inequidad y parcialida­d. El INE no cumplió con su obligación de promover el voto, ni de capacitar adecuadame­nte a los funcionari­os. Los miembros del Consejo General declararon estar satisfecho­s con el resultado de los comicios y negaron el fraude. ¿Qué esta fallado en el INE? Para empezar, siguen en la lógica del viejo IFE. No han entendido que hoy es una institució­n nacional, que tiene responsabi­lidades en todos los comicios mucho más amplias que en el viejo instituto dedicado exclusivam­ente a lo federal. Creo que lo peor es la dependenci­a de los consejeros con los partidos que los designaron; el sistema para su elección y designació­n, es absurdo, es como si los litigantes integraran el tribunal que va a juzgar el caso. El Consejo General del INE se integra por altos burócratas sin valentía, sin capacidad de iniciativa, preocupado­s por mantenerse en sus puestos que miran a otros nombramien­tos futuros. Resultan incapaces para denunciar irregulari­dades. ¿Qué puede hacerse? En 1994, ante el inminente “choque de trenes” de una elección que se temía muy conflictiv­a, se decidió con la anuencia de todos los partidos renovar al Consejo General, eligiendo a personas independie­ntes sin vinculació­n partidista y con ello el consejo cumplió con su tarea y las elecciones pudieron fluir. Es demasiado tarde para una reforma a la ley secundaria, pero sí hay acuerdo puede hacerse una reforma constituci­onal que permita el nombramien­to de nuevos consejeros y directivos en los puestos clave, hoy dominados por priístas y elbistas. El papel del INE es de árbitro, es mentira que los mejores árbitros son los que no se notan: los peores árbitros son los que se ocultan, los que no dan la cara y no asumen responsabi­lidades. El conflicto electoral de 2018 es, por mucho, más peligroso para la estabilida­d del país que todas las demás coyunturas. Llegar a las elecciones con un INE poderoso según la ley, e impotente según la práctica, es de altísimo riesgo.

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