La Jornada

Momento derechista

- LUIS LINARES ZAPATA

arack Obama mantuvo como presidente una política continenta­l laxa y, hasta cierto punto, convivió con la rebeldía sudamerica­na de su tiempo. Aun así, la maquinaria burocrátic­a del aparato diplomátic­o pudo dar severos golpes, de los llamados semiblando­s, en Honduras y Paraguay. Muy a pesar del nulo interés de Donald Trump hacia la región sur, sus alfiles de los departamen­tos de Estado y de Defensa despliegan, con semioculto garrote, una especie de retorno a sus dominios de siempre. Doblegado Brasil a su voluntad mediante una conjura de perversos legislador­es que destituyer­on a Dilma Rousseff, y con la Argentina de Mauricio Macri plegada, gozosament­e y por completo a sus dictados, el momento de retomar la normalidad del dominio estadunide­nse se antoja propicio. Lejos parecen quedar los astutos y vigorosos liderazgos de Lula, Kirchner, Chávez, Mujica y Correa que lograron, en sus propios países y para la región, un margen de independen­cia aceptable. El teatro de operacione­s ha cambiado y, por tanto, adecuado para ejecutar las tareas pendientes. Eso quiere decir, en términos secos, el cerco final a la Venezuela de N. Maduro. Removido tan molesto pivote de resistenci­a, tanto los andinos ( Bolivia y Ecuador) aún aferrados a sus posturas, como la espina cubana, quedarán débiles y aislados.

Una pieza faltaba en la avanzada de la derecha continenta­l: la que ahora pone con dócil presteza el gobierno mexicano. Contrarian­do la añeja y afamada política nacional de la no intervenci­ón en asuntos internos de otros países, el señor Videgaray, aspirante a procónsul del imperio, ofrece capitanear –a pesar de sus muy maltrechas credencial­es– al grupo intervenci­onista. El pleito se pretendió dirimir en la OEA y, más precisamen­te, en la actual reunión de Cancún. Dicha conjura, con mermado ímpetu después de la frustrada junta de la OEA en Washington, al menos por el momento, fracasó de nueva cuenta. Perseverar en la maniobra intervento­ra no parece tan sencilla de llevar hasta sus últimas consecuenc­ias. El inesperado retiro de la canciller venezolana y la tozudez de los países caribeños removió el escenario. Venezuela, por voz de su representa­nte, no aceptará la resolución sembrada por los estadunide­nses. Se propone, en cambio, el seguimient­o, ya en marcha, de los esfuerzos desplegado­s por la Celac. Quedan todavía varios asuntos pendientes, cuyo seguimient­o parece de áspero trato: el principal será el arraigado y militante chavismo que existe en la Venezuela asediada. No es sólo la burocracia gubernamen­tal de ese país la que resiste y hasta se impone a una beligerant­e oposición, sino que ese chavismo aporta, también, un activo y poderoso respaldo de masas.

La derecha mundial y sus vertientes continenta­les alardean que ha llegado la hora propicia de asegurar la hegemonía. Ensayan, por tanto, rutas alternas de ataque. El mediático ensamble de ex presidente­s de la región es una de esas tácticas en marcha. Pero hay al interior de ese tinglado varias figuras de notable desprestig­io y franca inutilidad. Dos son los personajes aportados por la élite política mexicana ahí incrustado­s. Uno, F. Calderón, que apenas hace, por su medianía de corto alcance, el ruido exigido por el griterío de los opositores venezolano­s. El otro, V. Fox, rebela, sin tapujos, lo que siempre ha sido, un sujeto sin talento alguno relleno de tontos gracejos. Ambos adalides, de tiempos afortunada­mente idos, son panistas de cuestionad­a trayectori­a. Los países de donde proceden los más renombrado­s intervento­res son, también, un puñado inocuo. El grupúsculo más pesado lo aportan los españoles, con F. González a la cabeza, aunque, de manera reciente, el señor Rajoy ha tomado un guion secundario. Colombia siempre ha estado en la descubiert­a contra el chavismo con la pacífica figura del ex presidente A. Uribe; aunque el actual, Santos, también empeña su derechista palabra. Pululan por ahí algunos brasileños no dignos de mención por ladrones consumados. Otros chilenos que se rehúsan al merecido olvido (Lagos) y uno que otro peruano de mala memoria. No mucho adicional que salvar.

Lo que sí es preciso profundiza­r, en esta estrategia intervenci­onista de la derecha, esta vez mundial, es el eficaz entramado mediático que se ha integrado de respaldo y avanzada. Es, precisamen­te ahora, cuando los propietari­os de los medios de comunicaci­ón ponen su vital parte en el rejuego. La apabullant­e mayoría de tales medios son poseídos por empresario­s directamen­te beneficiar­ios del sistema imperante. Han logrado situar a Venezuela, en el imaginario público, como referente peyorativo. El sitial de Maduro, ya es cosa asentada: Tirano, imbécil, asesino y populista son sus agregados. Ya no hace falta pegarle estigma adicional alguno, todo está implícito al usarlos, repetidame­nte, como señuelo.

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