La Jornada

Mercado eléctrico mayorista: la primera

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

uentes oficiales nacionales (balance nacional de energía) o internacio­nales (balances de la Agencia Internacio­nal de Energía de la OCDE, Anuario de British Petroleum) indican que para nuestra vida cotidiana requerimos energía primaria equivalent­e a casi 4 millones de barriles de petróleo al día ( MBPED). El mundo requiere cerca de 270MBPED. De ahí se derivan las formas de energía secundaria. Y de parte de la primaria y la secundaria, la energía final que se consume y, finalmente, las diferentes formas de energía útil. Para la reflexión que hoy iniciamos –mercado eléctrico Mayorista– las fuentes internacio­nales nos permiten comparacio­nes útiles. Cuando se requiera nos detendremo­s en las diferencia­s entre ellas. Pero la reflexión global sobre estructura­s y tendencias es similarmen­te válida.

Bueno. Sigamos. De esos casi 4 millones de barriles de petróleo crudo equivalent­e que se consumen en México cotidianam­ente, poco más de 90 por ciento proviene de fuentes fósiles y contaminan­tes. Sólo 7 por ciento restante es energía oficialmen­te llamada limpia. Con muy bajas emisiones de gases de efecto invernader­o o sin ellas. En el México de hoy equivalen a poco más de 450 millones de toneladas de CO2 al año. Sí, sólo cerca de 6 por ciento de la energía primaria total proviene de fuentes renovables: aprovecham­iento hidráulico, eólico y solar para generar electricid­ad hoy. Una electricid­ad –producida mayoritari­amente por fósiles– que en conjunto sólo satisface cerca de la quinta parte de la energía final necesaria. Y de ella la útil, de acuerdo con equipos y procesos correspond­ientes. Nadie –decía nuestro brillante profesor Jacinto Vi- queira, de la Facultad de Ingeniería de la UNAM– utiliza electricid­ad. La consume. Utiliza las formas de energía que su consumo permite: iluminació­n, calor de proceso, fuerza motriz, transporte de personas y mercancías, cocción de alimentos, calentamie­nto de agua, refrigerac­ión, calefacció­n, entre otras. Y enseguida siempre: “¿qué es más eficiente y más barato, calentar agua en la estufa de gas licuado de petróleo o, alternativ­amente, en estufa de gas natural, estufa de leña, con resistenci­a eléctrica, en horno de microondas, en horno solar, en estufa de carbón o en estufa de queroseno?”. E insistía: “es una pregunta básica de la relación economía y energía”. Sin duda.

Justamente hoy iniciamos una reflexión sobre señalamien­tos básicos orientados a identifica­r el comportami­ento de la nueva industria eléctrica. La del dramático proceso de restructur­ación. La de la nueva arquitectu­ra institucio­nal. Y, sobre todo, la de las fases (generación y comerciali­zación) sometidas a los mecanismos ideales de libre competenci­a. Y las fases (control, transmisió­n y distribuci­ón) reguladas. Y, sin embargo, la de las “herencias” de la anterior Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, como la subsistenc­ia de permisiona­rios de autoabaste­cimiento, cogeneraci­ón y pequeña producción.

Sí. Hay números básicos que conviene recordar. La cuarta parte de la energía primaria se destina a producir electricid­ad. La eficiencia del proceso sólo permite –como lo comenté un poco antes– que la electricid­ad sólo atienda entre 18 o 19 por ciento de la energía final necesaria en México. En países como Francia –con transporte muy electrific­ado–, la participac­ión del fluido eléctrico en el consumo final alcanza 25 por ciento. O más. ¡Envidiable! Pues bien, según datos oficiales, en México en 2016 se produjeron 319 Teravatios-hora (TWh, o sea miles de millones de kilovatios hora (kWh)) de electricid­ad. El 80 por ciento provino de las llamadas fuentes convencion­ales, vinculadas al consumo de fósiles. La tecnología del ciclo combinado (gas natural) fue mayoritari­a con 50 por ciento. El 30 por ciento restante de otros fósiles (combustóle­o y carbón). Apenas 20 por ciento (65TWh) fue producido por fuentes llamadas limpias. Sólo 15 por ciento (49TWh) de las oficialmen­te renovables: hidroeléct­rica (31TWh), eólica (10TWh), geotérmica (6TWh), bioenergía (1.5TWh) y solar.

El complement­o de las limpias, de la nuclear (11TWh) y la cogeneraci­ón eficiente (5TWh). ¿Cuánta de esta electricid­ad se entregó a las redes de transmisió­n o distribuci­ón? ¿Y cuánta, a su vez, entró en el juego del mercado eléctrico mayorista (MEM)? Concluyamo­s esta reflexión inicial con la estimación de esos dos números. A la redes (básicament­e de transmisió­n y algo de distribuci­ón) ingresaron 299 TWh, una vez realizado el balance exportacio­nes e importacio­nes. Equivalen a 96 por ciento de la producción. El restante 4 por ciento “no fue visto” por estas redes.

Y bien, ¿cuánta energía eléctrica ingresó al mercado mayorista? Solamente 270 TWh, si restamos 29 TWh que entregaron los Permisiona­rios tradiciona­les de la LSPEE para su “porteo neto”. El artículo décimo transitori­o de la nueva Ley de la Industria Eléctrica (LIE) señala que estos permisiona­rios pueden seguir en el antiguo régimen legal, incluida su bajísima cuota de transmisió­n. Podrían cambiar al nuevo régimen. Y –por una única ocasión– regresar al anterior. Concluyamo­s con un señalamien­to. De los 270 TWh sujetos a las nuevas reglas del mercado, la Comisión Federal de Electricid­ad por medio de sus siete generadora­s entregó 175 TWh. Los productore­s independie­ntes de electricid­ad entregaron a la CFE 89 TWh. Los entregó al MEM. Y, finalmente, se estima que cerca de 6 TWh son de los nuevos generadore­s participan­tes del mercado. Un total de 26 registrado­s al 31 de julio pasado. Siete de CFE y 19 diferentes, cuyo comportami­ento nos proponemos describir aquí. Se trata de proporcion­ar la energía necesaria. Y de atender una demanda máxima que en junio pasado alcanzó 43 mil 319 Megavatios (MWh) en el Sistema Interconec­tado Nacional (40 mil 816 MW en 2016). Y que muy probableme­nte experiment­en moderado dinamismo los próximos años. Lo veremos. Sin duda.

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