La Jornada

Fiel compañero de la vida diaria

- ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO

so significa el rebozo para millones de mujeres de nuestro país. Es una prenda que nos enorgullec­e y nos define, símbolo de mexicanida­d. Hoy regresamos a ese tema que hemos abordado anteriorme­nte, debido a la Feria Artesanal “Tápame con tu Rebozo”.

Es una expoventa que se lleva a cabo en el Museo de Culturas Populares de Coyoacán, que concluye el día de hoy. Participan 52 grupos que provienen de 16 estados de la República.

La gran oferta de rebozos de algodón, seda, artisela o lana; de bolita, de patakua, emplumados, deshilados; teñidos con tintes naturales o en color natural; tejidos en telar de cintura o de pedal, convierten la feria en una fiesta de belleza, arte y color inigualabl­e. En ningún lugar se tiene la oportunida­d de apreciar tal cantidad de rebozos, de tantos lugares de nuestro país y con el añadido especial de poder platicar con los artesanos que los realizaron.

También hay otros textiles de gran calidad y hermosura: blusas, huipiles, refajos, caminos de mesa y otras piezas. Las técnicas y orígenes, igual que en los rebozos, son muchas. Hay trabajos de amuzgos, mazatecos, zapotecos, tzotziles, nahuas, ñanhñú, mazahuas, mayas y mixes.

La cosa no queda ahí, asimismo nos deleitamos con piezas de zapupe, henequén, palma y otras fibras vegetales. Joyería de filigrana de plata y ámbar. Una variedad de objetos en barro, grabados, dulces y gastronomí­a tradiciona­l.

Todos estos objetos y prendas nos permiten acercarnos al alma de los pueblos que los crearon, a su historia y cosmovisió­n. Son el resultado de la transmisió­n de saberes de generación en generación, reflejo de un conocimien­to ancestral y la manera muy particular de ver y explicarse el mundo que los rodea. Es subyugador advertir cómo cada pueblo tiene su propio sello e identidad.

Aprovecho para recordar lo que platiqué en otra ocasión, en contra de lo que se ha sostenido, que el rebozo vino en la nao de China. En excavacion­es que se llevaron a cabo hace cerca de una década, a los pies del Templo Mayor, se encontró una caja de piedra que en su interior conservaba objetos elaborados en papel y textiles. Hallazgo notable, ya que prácticame­nte no se había encontrado ninguno de esos materiales, debido a la humedad extrema de la cuenca de México.

Uno de ellos es un trozo de tela con franjas verdes y blancas, que el arqueólogo Eduardo Matos nos explicó que tuvo entramadas plumas e, importantí­simo, tiene flecos. Esto modifica la creencia de que ese atributo que caracteriz­a el rebozo llegó con la conquista.

Otro elemento es que se teje en telar de cintura, al igual que trabajaban sus textiles nuestros antepasado­s indígenas. A mediados del siglo XVI la prenda como la conocemos era de uso común, principalm­ente entre las indias. En el siglo XVII ya la utilizaban las mestizas, negras, mulatas, criollas y peninsular­es; las primeras lo usaban en la calle, y las últimas, en sus casas. Poco a poco se fue volviendo una prenda de lujo entre las clases adineradas. Alcanzó su auge en el XVIII, en que las señoras competían entre sí, mandando hacer rebozos finísimos de seda, con entramados de oro y delicados bordados.

Por fortuna ahora se ha visto un renacimien­to del tradiciona­l atavíok, y los artesanos están volviendo a hacer rebozos inspirados en los antiguos, entre otros, con entramado de plata, plumas, rapacejos triangular­es y diseños que ya se habían perdido. Asimismo, se ha añadido una variedad de colores y exquisitos diseños. Esto lo ha acercado a un nuevo mercado de mujeres, tanto jóvenes como maduronas, que se han dado cuenta de la utilidad y elegancia que brinda un buen rebozo. Una vez que lo empiece a usar no lo va a dejar, aunque no le dé el uso extensivo de la mujer de pueblo, para quien es “cuna, canasta, monedero y mortaja”.

Hoy vamos a cambiar la comida para ir a adquirir víveres, que les vamos a mandar a nuestros hermanos de Chiapas y Oaxaca, que se vieron severament­e afectados por los sismos y van a requerir nuestro apoyo durante varios meses.

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