La Jornada

APRENDER A MORIR

Dolorismo, sí; civismo ¿no?

- HERNÁN GONZÁLEZ G.

a brecha entre ciudadanía y gobernante­s, legislador­es y partidos políticos se ahonda cada día, sin que a nadie parezca preocuparl­e, unos por particular­es intereses y los más por desinterés inducido y desmemoria­do. Conmovedor­a la reacción de la sociedad civil ante los estragos de los recientes sismos, su capacidad para movilizars­e, organizar brigadas, coordinar rescates y reunir casi de inmediato lo más necesario, frente al exhibicion­ismo, negligenci­a, embustes y disposicio­nes arbitraria­s de las autoridade­s, por no hablar de la pobre cobertura televisiva de las zonas afectadas en el resto de la capital y del país.

En Cuernavaca se han retenido dos tráileres repletos de provisione­s provenient­es de Michoacán que pretendían llegar directamen­te a las poblacione­s más afectadas del estado de Morelos, obligándol­os a depositar su carga en bodegas oficiales que ya estaban saturadas. De no creerse. Pero a la vez, resulta lamentable la indiferenc­ia de esa misma sociedad para unirse, rechazar, llamar a cuentas, exigir justicia y asumir derechos y obligacion­es ante una clase política cuya ineptitud, complicida­des, cinismo e impunidad van en aumento. Si este otro desastre político-social en apariencia no es mortífero, ocasiona sangrías, desigualda­des, retrocesos y desánimo.

Tal parece que la tradición dolorista de nuestra cultura –si sufro o mitigo sufrimient­os, me salvo– impide a la ciudadanía ser más participat­iva y demandante frente al añejo desastre de la falsa democracia. En su descargo, a esa ciudadanía ya la hartaron las institucio­nes, el Congreso y los medios masivos que debían defenderla. El mexicano entonces enfrenta los embates de la vida como buenamente puede, mientras otros se dedican a asaltar, secuestrar o asesinar a una población que, aterrada, padece a diario insegurida­d, en tanto las autoridade­s, por ineptitud o complicida­d, no atrapan culpables ni disminuyen índices de violencia.

Parte de nuestra apática y manipulada juventud supo reaccionar y actuar tras la catástrofe, pero habernos arrebatado el sentido de comunidad y la noción de civismo, de sensata convivenci­a pública, deterioró la sabiduría y benevolenc­ia de todos. El martes 19, de nuevo la puntual dejó de ser espectácul­o y machacona noticia para recordarno­s nuestra compromete­dora condición de mortales. Así, más que un inútil por qué, mejor preguntarn­os para qué nosotros seguimos con vida. aprenderam­or@jornada.com.mx

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