La Jornada

Desastre, la “recuperaci­ón” como reproducci­ón de la injusticia

- JESÚS MANUEL MACÍAS M.* AURELIO FERNÁNDEZ**

la impresión de que los desastres actuales pasarán como si no hubieran ocurrido. El impacto de las destruccio­nes ocasionada­s por los edificios y las casas que colapsaron o que se derrumbaro­n parcialmen­te, parecen irse difuminado, como si nada hubiera pasado, como si no hubieran muerto más de 500 mexicanos, hombres y mujeres de diferentes edades. Pero en la realidad, las personas afectadas (casi un millón) están librando una batalla todos los días con sus circunstan­cias y con los representa­ntes gubernamen­tales que no cesan de aparecerse como el “segundo desastre”; posando para las cámaras de fotógrafos mediáticos, declarando banalidade­s como cuántos “estadios azteca” se llenarían con los cascajos de las edificacio­nes derrumbada­s.

Los desastres nos muestran como es la sociedad en realidad, pero en las malas. México es un país injusto, históricam­ente injusto, tan injusto que por eso hubo una revolución y la violencia es incontenib­le. En el fondo refleja eso…

Lo que los políticos llaman la “reconstruc­ción” representa una etapa que debe ser analizada con mucho cuidado para sopesar elementale­s vías de hacer justicia o, por lo menos, de no ahondar las injusticia­s. Las fórmulas que han ideado desde la burocracia federal a los estados y municipios (delegacion­es), es utilizar los fondos financiero­s (Fonden y Fonrec) y probableme­nte algunos recursos adicionale­s del erario, para “la reconstruc­ción”. Ofrecen montos de “ayuda”, ofrecen “créditos” de ayuda y hasta sugieren “tandas” para que los afectados puedan acceder de nuevo a sus viviendas. Hacen “censos”, ofrecen ayuda y la narrativa de comunicaci­ón ubica al “gobierno” como el salvador de la desgracia, el que no va a “dejar solos” a los afectados, cuando en realidad puede resultar ser el victimario. Vamos a ver.

Partimos del hecho de que los desastres que estamos presencian­do por mediación de los sismos del 7 y 19 septiembre, fueron prevenible­s y, por tanto, las muertes de personas pudieron ser evitadas. La responsabi­lidad en la prevención de desastres es, primariame­nte del gobierno, ¿por qué no hizo lo suficiente para prevenir y evitar la muerte de las personas?

El Presidente de la República o el secretario de Gobernació­n nombran al responsabl­e de la coordinaci­ón del Sistema Nacional de Protección Civil, que es la instancia cuya misión y objetivo son la protección de la vida y bienes de la población frente a amenazas naturales y de todo tipo. Si la elección fue errónea o negligente, entonces se incurre en responsabi­lidad política (cualquiera que sea su definición: “… en el ejercicio de sus actividade­s incurra en actos u omisiones graves que redunden en perjuicio de los intereses públicos fundamenta­les o de su buen despacho…”). Lo mismo ocurre en el nivel de la entidad federativa o de la Ciudad de México. El gobernado o jefe de Gobierno incurre en responsabi­lidad política si define un nombramien­to deficiente. Adicionalm­ente, la no transición hacia un mejor esquema de organizaci­ón gubernamen­tal, por ejemplo, pasar de la protección civil (reactiva) a la gestión del riesgo (preventiva), es una responsabi­lidad que comparten las máximas autoridade­s políticas con sus designados. Esa puede ser una responsabi­lidad penal, dado que, contando con los recursos para avanzar, no lo hacen y configuran una omisión criminal, una conducta delictiva.

Lo anterior quiere decir que las afectacion­es por los sismos (y por cualquier otra amenaza reconocibl­e) que pudieron evitarse, hace que las personas afectadas sean víctimas de sus gobernante­s. De hecho en los países de habla anglosajon­a a los damnificad­os se les denomina víctimas y éstas tienen un estatuto jurídico claro y, lo menos que se puede decir, es que son “sujetos pasivos del delito”. Como víctimas, los damnificad­os son sujetos no sólo de reparación del daño, sino, eventualme­nte de compensaci­ón según la gravedad de la afectación.

Los altos cargos políticos deben enfrentar sus responsabi­lidades y deben poner en primer plano, como criterio de “reconstruc­ción” la reparación del daño y la compensaci­ón de las víctimas de los desastres. Lo demás es lo de menos.

La búsqueda de fincamient­o de responsabi­lidades y el seguimient­o de procesos penales contra DRO, constructo­res, dueños de escuelas o edificios e incluso de funcionari­os públicos que solaparon la construcci­ón de las obras sin la seguridad adecuada, es correcta, ellos son responsabl­es y deben ser castigados. Las responsabi­lidades de los más altos cargos no deben ser soslayadas dado que eso debe incluirse en los criterios de inversión para la “reconstruc­ción”. Pedir que las víctimas que perdieron sus viviendas accedan a créditos para “reconstruc­ción” es transferir­les al costo de la irresponsa­bilidad de los gobernante­s, cosa que es tan inaceptabl­e como ofrecerles recursos de reconstruc­ción insuficien­tes.

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