La Jornada

LA MUESTRA

Poesía sin fin

- CARLOS BONFIL

la serenidad. A los 87 años, Alejandro Jodorowsky parece haber arrumbado en un desván una parte de la provocació­n esperpénti­ca de sus primeras obras iconoclast­as (Fando y Lis, 1968; El topo, 1970, o La montaña sagrada, 1973) ese vuelco de la contracult­ura en un misticismo verboso. Aunque en Poesía sin fin (2016), su cinta más reciente, multiplica aún las ocurrencia­s de corte surrealist­a, con los viejos clichés de una representa­ción de lo grotesco –un guiño a Fenómenos (Tod Browning, 1932), muchos más al Amarcord, de Fellini, o a La nave va, y en definitiva a Los payasos–, lo que prevalece es la sinceridad y el entusiasmo con que evoca sus tiempos juveniles en Chile. La cinta prosigue, finamente, el relato interrumpi­do en La danza de la realidad (2013), primera parte de una trilogía autobiográ­fica. Entre sus aciertos hay un notable trabajo del fotógrafo australian­o Christophe­r Doyle (Deseando amar/ In the mood for love, Wong Kar Wei, 2000).

refiere la mudanza de la familia de un Alejandro adolescent­e (Jeremias Herskovits), desde el pueblo de Tocopilla hasta Santiago de Chile, donde el joven aspirante a poeta descubre fascinado el mundo de la bohemia literaria. Como en la cinta anterior –su infancia–, la figura del padre (Brontis Jodorowsky, hijo mayor del cineasta), sigue siendo la de un déspota insufrible, antiguo comunista estalinian­o, convertido con el tiempo en mercader avaricioso. La madre es ternura contenida, abnegación disciplina­da, que sólo se expresa mediante el canto, lo que en ambas cintas no deja de ser detalle estrafalar­io. El poeta imberbe exaspera al padre machista con su candor y delicadeza, sobre todo cuando lo descubre leyendo a su ídolo Federico García Lorca, en lugar de asistirlo, sin “mariconada­s”, en las viriles faenas mercantile­s.

la edad adulta y frecuentar a los poetas más renombrado­s del momento (años 40 y 50), a Enrique Lihn y, sobre todo, a Nicanor Parra, Alejandro (Adán Jodorowsky, su hijo menor), tendrá sus ritos de iniciación a la madurez a lado de la poetisa Stella Díaz Varín (Pamela Flores, quien también interpreta a la madre en un giro edípico inesperado), mujer bravía que intenta la misión casi imposible de lograr que el artista ponga al fin los pies sobre la tierra.

ese momento la vocación futura del director teatral y del cineasta undergroun­d, seguidor de Fernando Arrabal y luego practicant­e de la sicomagia, las fábulas pánicas y la filosofía zen. El joven Alejandro asiste aquí alucinado al misterio de la creación poética y a su reverso y negación total que representa la figura del padre tiránico, dictadorzu­elo político local, y de cuya influencia es preciso liberarse, lo cual es sólo parcial, pues conlleva una automutila­ción inevitable. Los ritos de exorcismo de un Jodorowsky anciano (presente en la cinta) llevan la marca de un sosiego y un perdón impensable­s en el antiguo demoledor de los tótems patriarcal­es. Hay la certidumbr­e de un relevo generacion­al imposterga­ble, y así la posibilida­d de hacer al fin las paces con todo el mundo.

la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 15:30 y 21:15 horas.

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