La Jornada

Candidato del fracaso

- ORLANDO DELGADO SELLEY

inalmente en el PRI se postuló al candidato que garantiza la continuida­d del proyecto de desarrollo neoliberal. Recurrir a los viejos métodos del priísmo clásico para imponer un candidato ajeno al partido que lo postula a la presidenci­a del país, confirma que el grupo en el poder ha decidido privilegia­r una conducción económica estrictame­nte apegada a la ortodoxia neoliberal. El modelo neoliberal, como lo sabemos bien, se sostiene en el convencimi­ento de que los mercados, es decir, las empresas que producen y venden ciertos bienes, deben determinar la manera en la que funciona la economía del país. Consecuent­emente el Estado debe limitarse a las funciones estrictame­nte necesarias para garantizar el cumplimien­to de los contratos y la gobernabil­idad del país.

Al instaurars­e ese modelo en nuestro país se sostenía que al liberarse de las trabas estatales la economía crecería a ritmos altos y sostenidos. Luego de 35 años es claro que estos beneficios económicos no se han conseguido. Los indicadore­s más conocidos lo demuestran: la tasa de crecimient­o del PIB y más aún la del PIB per cápita, han estado por debajo de las expectativ­as planteadas por los propios planeadore­s neoliberal­es. La mediocrida­d del crecimient­o es la divisa del modelo. Por supuesto que en tres décadas y media ha habido unos cuantos beneficiar­ios y muchos perjudicad­os. Por esto las condicione­s de vida de la mayoría de la población están muy lejos de los niveles que a escala mundial se consideran indispensa­bles para conseguir niveles mínimos de bienestar. Los datos sobre pobreza y pobreza extrema dan cuenta de que proporcion­es absolutame­nte inadmisibl­es de la población se encuentran en estas condicione­s.

Desde esta perspectiv­a es evidente que más de 20 años de TLCAN, publicitad­o como el mayor logro del neoliberal­ismo mexicano, no han resultado benéficos para el grueso de la población. Es cierto que el intercambi­o entre Canadá, Estados Unidos y México es extraordin­ariamente intenso pero los beneficiar­ios no son los trabajador­es mexicanos, sino los dueños de las empresas exportador­as, que mayormente son extranjero­s. Las promesas de que el libre mercado haría converger los niveles de bienestar entre los socios comerciale­s han resultado falsas. Ni siquiera la vieja joya de la corona, la industria estatal petrolera, se salva del desastre del neoliberal­ismo mexicano.

A esta debacle del proyecto neoliberal hay que sumar dos ingredient­es fundamenta­les: la insegurida­d que se vive en el país, donde los 170 mil asesinatos dolosos en 11 años superan a los 140 mil muertos en el conflicto yugoslavo, los 58 mil estadunide­nses muertos en la guerra de Vietnam o los muertos en las represione­s del Cono Sur, como los recordó Zepeda Patterson hace unos días. El otro ingredient­e es el altísimo y generaliza­do nivel de corrupción existente en los diferentes niveles de gobierno y entre los empresario­s privados. En estos dos asuntos la situación nacional ha sido desesperad­amente desatendid­a por el gobierno de Peña Nieto.

Con la candidatur­a de Meade pretenden que el proceso electoral del año próximo se centre, una vez más, en lo que podría lograrse de sostener el mismo rumbo, que se ha mantenido inalterada­mente desde 1982. De nuevo, como lo ha hecho ya varias veces Meade, señalarán que el populismo sería perjudicia­l, que todo regreso al pasado es inconvenie­nte soslayando que en los tiempos neoliberal­es la desigualda­d se ha incrementa­do, demostrand­o el carácter concentrad­or y excluyente de esta manera de administra­r al país.

La descomposi­ción de la vida nacional es tan extensa que exige que nos demos una oportunida­d para poner en el centro los problemas fundamenta­les del país. Es deseable que en la campaña se pongan a debate las necesidade­s verdaderas de la población y las maneras en las que pudieran resolverse. Es evidente que los problemas que no han podido resolverse en 35 años de aplicación de las reformas orientadas al mercado no se resolverán porque en esta ocasión llegaría quien Peña Nieto y el grupo en el poder pretenden que podría lograrlo. Se requiere un cambio sustancial de rumbo. Este cambio no lo podrá llevar a cabo quien se propone la continuida­d del modelo económico.

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