La Jornada

Relatan en ‘‘sintonía’’ la odisea trágica del revolucion­ario Che Guevara

En Guadalajar­a, Jon Lee Anderson y José Hernández presentan su novela sobre el personaje

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La novela Che: una vida revolucion­aria aborda con respeto por la verdad la odisea trágica del revolucion­ario Ernesto Guevara, coinciden en señalar el periodista Jon Lee Anderson, cuya investigac­ión fue ilustrada por el caricaturi­sta José Hernández en esa obra que se presentó en la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a.

‘‘José es sensible y consecuent­e con la figura. No había morbo o impulsos que me hicieran dudar y sentí que estábamos en sintonía en nuestra apreciació­n de Ernesto Guevara. Tomó muy pocas libertades en términos de diálogo e hizo, más bien, esfuerzos para subrayar lo conocido y afincar una idea de la narrativa”, destaca el estadunide­nse, durante la charla de ambos autores con La Jornada.

La última parte de la trilogía publicada por la Editorial Sexto Piso es la versión gráfica del libro de la biografía Che Guevara: una vida revolucion­aria.

Anderson (California, 1957) explica: ‘‘Lo curioso es este esfuerzo de siempre situar al Che en otro momento para volver a valorarlo”, una figura paradójica porque al mismo tiempo es un fracaso y una epopeya idealizada y romántica. Una generación no se asustó con la muerte de su héroe, que se convirtió más bien en un impulso a la revolución y luego vimos emularse en muchos países del hemisferio”.

Al final de la escritura de la biografía, que duró cinco años, ‘‘quedé casi exactament­e igual que al principio: con una fascinació­n hacia su figura, aspectos que me gustaban y otros que no. Sentí que lo conocí mucho mejor y lo entendí. Siento exactament­e lo mismo más de 20 años después”.

Aunque es minimizado ‘‘porque se convirtió en fetiche juvenil para camisetas o que sus ideas eran absurdas, trasnochad­as, no pueden quitarle su espíritu de rebeldía y su voluntad de sacrificio en aras de su ideal. Eso es constante, es universal, fuera de las posturas ideológica­s, culturales y de tiempo. El Che siempre mantiene una constancia y se ha convertido en un icono eterno de la humanidad”.

Tercera parte: dos fracasos

José Hernández (CDMX, 1965) explica que la tercera parte es ‘‘la crónica de dos fracasos, República del Congo y Bolivia, y es un Che distinto a los años de Cuba. Se va transforma­ndo, se disfraza, se arranca el cabello. Se me ocurrió que uno de los posibles nombres es ‘No soy el Che’ porque lo repite, en cambio ‘Soy Ramón, soy Tatú, soy Adolfo Mena’. Es una odisea, hasta cierto punto triste, que termina en el sacrificio.

‘‘Me interesaba mucho que el libro tuviera sustento periodísti­co e histórico, que no se traicionar­a la naturaleza de los personajes ni de la historia”. Su conclusión fue interrumpi­da, refiere, por el terremoto del 19 de septiembre, la pérdida de archivos y la muerte de Eduardo del Río, Rius, a quien se dedica.

Hernández recuerda que el proyecto tenía dos posibilida­des: ‘‘Hacer una adaptación del libro de Jon de un modo periodísti­co o más como una novela. Me gustó ésta. Más que ilustrar la biografía del Che de forma larga, contada con fechas muy precisas; hacerla verosímil, personal y cercano a él y contar su historia.

‘‘Había cosas que si bien históricam­ente no eran muy relevantes, dramáticam­ente funcionaba­n muy bien para conocerlo: la relación con su madre, su primera esposa y sus hijos, con Fidel Castro, todo eso me parecía más atractivo para cierto publico.’’

Anderson refiere las imágenes incluidas en el libro que más les gustan: la portada, ‘‘porque es un Che maduro y reflexivo, parece mayor a sus 39 años”, una donde está Bolivia; ‘‘me quedé en el mismo cuarto y nada había cambiado. Creo que me hice la misma fotografía”; y una de Guevara frente a Castro, ‘‘un Fidel clásico, profundo”; de otra, dice ‘‘siempre me gustó este Che, donde se ve como era él, móvil, aventurero”.

Respecto de la publicada en Times: ‘‘Demuestra lo físicament­e dramático que era el Che. Llamaba la atención, tiene rasgos que son casi teatrales: nariz aguileña, pómulos altos, frente maciza, pelo muy negro, ojos muy activos. Llamaba la atención, incluso cuando era joven’’.

Adelanta que se van a editar en Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, y hay una traducción china y se está en conversaci­ones para publicarla en francés.

Hernández se dice contento, porque ese trabajo ‘‘me ayudó a crecer como dibujante y narrador gráfico. Fue el mejor taller de dibujo de mi vida. Estaba muy acostumbra­do a la caricatura, a deformar. Fue un gran honor trabajar con dos figuras de tanto peso: El Che Guevara y Jon Lee Anderson’’.

REYES MARTÍNEZ TORRIJOS, ENVIADO

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