La Jornada

La literatura toca el límite más allá del cual nos rodea un dios infinito: Cartarescu

El escritor rumano dictó una conferenci­a magistral en la FIL de Guadalajar­a

- JUAN CARLOS G. PARTIDA GUADALAJAR­A, JAL.

El poeta rumano Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) escribió su conferenci­a magistral, El edificio de la literatura, sentado en la terraza de su casa, con un café y su gato birmano al lado, con la certeza de que para construir una obra literaria se necesita mucho más que una catedral brillante y abigarrada de adornos.

‘‘Si la catedral no está consagrada, si no habita en ella un dios, nada la diferencia­rá de las casas de los ricos levantadas por vanidad y orgullo”, afirmó.

Leyó en rumano, a ritmo vertiginos­o, un discurso en el que dejó claro que la literatura excede los márgenes para ser clasificad­a como un oficio o un arte, un discurso que al final, exhausto, lo deja también sonriente con el público que abarrotó el salón de la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a y lo ovacionó de pie.

Para escribir la conferenci­a que leyó en el encuentro editorial, el poeta releyó la Ilíada y lo hizo en su teléfono móvil, no tomó el ejemplar de su librero y ni siquiera, dijo, se dio cuenta de que leía en la pantalla y no en papel.

‘‘CASI DESAPARECI­DA COMO PROFESIÓN Y ARTE, LA POESÍA SIGUE SIENDO UBICUA’’, DEFINE ■ ‘‘Dostoievsk­i no se puede comparar con Tolstoi, pero sus líneas provocan un estremecim­iento en la columna vertebral y nuestro cráneo estalla en añicos, dijo el también poeta

‘‘Pienso en el frágil edificio de la literatura, escribo desde hace 40 años, leo desde hace muchos más; no he sido otra cosa que la literatura, como decía Kafka, pero nunca me he denominado escritor.”

Apuntó que los libros de todas las épocas forman un gigantesco amasijo de escombros, 99 por ciento son mediocres, pero a la vez importante­s, porque ‘‘elevan y hacen visible el santuario de los buenos libros”.

Describió un primer piso de esa montaña compuesto por los ejemplares hechos por artesanos, cerrajeros, hojalatero­s, torneros, carpintero­s de la literatura. Más arriba están los artistas, los escritores que logran que su poesía se sienta en la médula espinal del lector.

‘‘La literatura no se hace con palabras, la parte del oficio y del arte se entrelazan en una mayoría de los escritores verdaderos. Pero hay otro piso por encima, de una altura insalvable, para llegar a la cumbre hasta el campanario más alto no hay guía de acceso, tienes que haber nacido ahí.”

Mircea Cartarescu ejemplific­ó, siempre leyendo con las palabras cortas del rumano que dobladas al español casi duplican su extensión: ‘‘Dostoievsk­i no se puede comparar con Tolstoi, pero sus líneas provocan un estremecim­iento en la columna vertebral y nuestro cráneo estalla en añicos (porque) la gran literatura no se basa en la construcci­ón y los temas; toca el límite más allá del cual nos rodea un dios infinito”.

Lo mismo sucede con Kafka, quien nunca cumplió las reglas del oficio y vivió toda su vida como ‘‘un centinela en los límites del lenguaje, donde termina el ámbito de las ciencias, las artes, la filosofía, donde la poesía y la fe empiezan a jadear por falta de aire y, al final de su vida, Kafka fue una carcasa habitada por Dios”.

‘‘LOS LIBROS MEDIOCRES HACEN VISIBLE EL SANTUARIO DE LOS BUENOS LIBROS’’

Luego habló de su gran dolor, de su oficio de poeta, de un género que hoy es ‘‘el gato muerto del mundo consumista”.

Añadió: ‘‘En cierto modo los polos de la vida humana se han invertido de manera brusca y las primeras víctimas han sido los poetas. Casi desapareci­da como profesión y arte, la poesía sigue siendo ubicua, pues antes de una fórmula matemática, los poetas han aprendido a luchar con las mismas armas que la civilizaci­ón los condena, en blogs sin comerciali­zar, en la lírica de la música rock, han aprendido a competir en los eslams de poesía, la alegría del anonimato, de la autosufici­encia para unos cuantos amigos, sin buscar la vulgaridad del éxito, nada es más discreto que el poeta, el último artesano de copias sin original, el último ingenuo en un mundo arribista”.

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‘‘Pienso en el frágil edificio de la literatura, escribo desde hace 40 años, leo desde hace muchos más; no he sido otra cosa que la literatura, como decía Kafka, pero nunca me he denominado escritor”, dijo Mircea Cartarescu en el encuentro editorial de...
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