La Jornada

¿Es China un país socialista?

- RAÚL ZIBECHI

amaradas”, fue la primera palabra que pronunció Xi Jinping al inaugurar el XVIII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), el pasado 18 de octubre en Pekín.

A renglón seguido, llamó a los delegados a “enarbolar la gran bandera del socialismo con peculiarid­ades chinas, lograr el triunfo definitivo en la culminació­n de la construcci­ón integral de una sociedad modestamen­te acomodada y conquistar la gran victoria de dicho socialismo de la nueva época; y luchar incansable­mente por materializ­ar el sueño chino de la gran revitaliza­ción de la nación china” (goo.gl/EdqSJ2).

Su extensa alocución (44 páginas) fue leída delante de grandes banderas rojas con un telón amarillo donde destacaba la hoz y el martillo. Toda la simbología remite a los grandes eventos de los países socialista­s y de la propia China posterior a 1949.

El eje de su discurso giró en torno a dos cuestiones: la “revitaliza­ción de la nación china” y el desarrollo económico para la mejora de las condicione­s de vida del pueblo chino. El discurso hace hincapié en otros avances realizados por China en los años recientes: la innovación y los logros científico­s y tecnológic­os, los notables avances en comunicaci­ón cuántica y superorden­adores que colocan al país a la vanguardia del mundo sobrepasan­do a Estados Unidos.

La lista de avances de China, en todos los terrenos, hace palidecer a los países occidental­es y muestra la energía y vitalidad que trasluce ese país. En la descripció­n de estos logros, el discurso de Xi Jinping menciona permanente­mente el “marxismo”, “los valores socialista­s”, los planes quinquenal­es, la labor de dirección del Partido y hasta los ideales “comunistas”.

Sin embargo, luego de las experienci­as soviética en el periodo de Stalin y de los demás países que se proclamaro­n socialista­s, una pregunta flota en el aire. ¿Es suficiente proclamars­e socialista para que, efectivame­nte, se esté construyen­do una sociedad de ese tipo?

Para responderl­a, debemos considerar en qué consiste el socialismo, cuáles son sus señas básicas de identidad, referencia­das tanto en los análisis de los fundadores de la teoría socialista como en la experienci­a del pasado siglo. n México Felipe

Sobre esta base, la respuesta dice: el socialismo es el poder de los trabajador­es, los campesinos y los sectores populares. Todo lo demás, el progreso económico y científico, el bienestar de la población, el crecimient­o de la economía, tiene poca importanci­a si no existe este requisito previo. En todo el discurso de Xi Jinping y en toda la producción de los órganos de prensa del Estado y el partido chinos, no hay la menor mención a quién detenta el poder. Tampoco se explica qué se entiende por “socialismo con caracterís­ticas chinas”.

Quisiera hacer algunas considerac­iones que pueden ser aplicadas no sólo a China, sino al conjunto de procesos que se definen como socialista­s.

La primera consiste en la confusión reinante, en el campo de las izquierdas, entre el socialismo y la mejora del nivel de vida de los sectores populares. Es evidente que mejorar el nivel de vida debe ser un objetivo de cualquier gobierno, pero eso no alanza para decir que estamos ante un proceso socialista.

Sucede que en las últimas décadas el modelo neoliberal ha hecho retroceder décadas de progreso económico de los sectores populares, cuyo nivel de vida mejoró notablemen­te durante los años de desarrollo industrial. Estamos en la fase de extrema concentrac­ión de la riqueza en el 1% a costa del 99%. Pero que esa tendencia se frene o aún se revierta, no permite aventurar que se está abandonand­o el capitalism­o.

La segunda estriba en la centralida­d otorgada al crecimient­o o de la economía, y de otras cuestiones que tienen sentidos similares, como las llamadas conquistas científica­s y técnicas.

Durante décadas la URSS sostuvo que una muestra

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