La Jornada

El ITAM: historia y propósitos

- ORLANDO DELGADO SELLEY

l destape de J. A. Meade, como candidato del PRI, se hizo cumpliendo la más añeja tradición del priísmo clásico: con la que se postuló a los hombres de la posguerra y a los que han sido llamados populistas; es decir, desde Ávila Camacho hasta López Portillo. Cumpliendo el ritual del presidenci­alismo priísta convencion­al, luego de anunciarse su renuncia a la Secretaría de Hacienda los sectores obrero, campesino y popular lo festejaron como su candidato. La respuesta de Meade a este respaldo fue “háganme suyo”, reconocien­do que es completame­nte ajeno a ese partido. Esta situación se debe no sólo a su condición de no militante sino, y sobre todo, a que es ideológica­mente contrario a la tradición priísta.

Meade es el primer aspirante a la Presidenci­a de la República que se formó en una institució­n cuyo nacimiento se explica por su radical oposición a los ideales de la Revolución Mexicana y de los gobiernos que de ella surgieron. Aníbal de Iturbide, uno de los fundadores del Instituto Tecnológic­o de México, después ITAM, en una entrevista de prensa reconoció que “a finales de la presidenci­a de M. Ávila Camacho… estaba vigente todavía… una ideología, a nuestro juicio equivocada, de corte cardenista… Entonces un grupo de personas… pensamos que si había que alentar el desarrollo industrial­izador de México teníamos que tratar de cambiar la mentalidad de las gentes… Esa fue esencialme­nte la razón que nos impulsó a crear el Instituto Tecnológic­o de México, teniendo como meta la creación de una escuela de economía de donde egresaran los futuros hombres que manejarían la economía tanto privada como pública de México”.

Junto con importante­s economista­s mexicanos, como Miguel Palacios Macedo, los empresario­s que impulsaron este proyecto ideológico trajeron a México a dos economista­s relevantes de la escuela austriaca de economía: Ludwig von Mises y su alumno Friedrich von Hayek, férreos opositores al socialismo, al fascismo y al New Deal de Roosevelt. Hayek y Von Mises, junto con Popper y Friedman, crearon la Sociedad Mont Pellerin, que se propuso demostrar que la economía sólo podía ser eficiente si era dirigida por empresas privadas, que atendían las preferenci­as de los consumidor­es y cuyo propósito era la búsqueda de ganancias. Para que esto pudiera lograrse había que reducir al mínimo la presencia del Estado.

Dos libros son básicos para entender la función del ITAM en la formación de quienes han venido conduciend­o el rumbo económico del país: La Revolución de los ricos, de C. Tello y J. Ibarra y Los orígenes del neoliberal­ismo, de M. E. Romero. Hasta ahora los profesioni­stas formados en esta y otras institucio­nes educativas privadas habían permanecid­o en segundos niveles, aunque relevantes: G. Petricciol­li y P. Aspe, en distintos momentos fueron secretario­s de Hacienda. Muchos más egresados del ITAM han sido subsecreta­rios, directores de importante­s entidades públicas, así como funcionari­os del gobierno federal y de muchos estatales. El dato nuevo es que con Meade piensan alcanzar la Presidenci­a de la República.

Se trata de una pretensión que parte de la idea de que en este país es posible que los ciudadanos voten nuevamente por la continuida­d de un proyecto que se ha aplicado desde hace 35 años y no ha dado los resultados anunciados. Su argumento más utilizado es que la otra opción electoral es regresar al pasado, es populismo, es estatismo, en fin –en su discurso– es lo que “superamos” con el reformismo neoliberal. El dato duro es que esta pretendida “superación” no ha resuelto los problemas cruciales de pobreza, marginació­n, migración, desigualda­d y otros muchos más. A esto en el gobierno de Peña Nieto se ha sumado una corrupción generaliza­da y, de mayor dramatismo aún, la impresiona­nte insegurida­d en la que vivimos.

Se dice que un tecnócrata como Meade podrá resolver estos enormes problemas y se nos repite que lo hará insistiend­o en lo que han hecho los anteriores cinco presidente­s. Quieren hacernos creer que Meade podrá porque no está contaminad­o por la política militante ni por la corrupción. Pero nadie ha logrado cambiar las cosas haciendo lo que ya se ha hecho otra vez. No importa que haya estudiado en el ITAM.

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