La Jornada

Ley de seguridad interior: perpetuar la guerra

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n el marco de una sociedad democrátic­a no cabe calificar si no como desfiguro y atropello el proceso de aprobación de la Ley de Seguridad Interior que llevaron a cabo ambas cámaras del Congreso entre la tarde del jueves y la mañana de ayer. En efecto, resulta incomprens­ible que una legislació­n con tales alcances fuera votada sin admitir la discusión de una sola de las reservas planteadas por grupos parlamenta­rios opositores, e ignorando de manera ominosa las observacio­nes de expertos, organizaci­ones de la sociedad civil, organismos internacio­nales, rectores de algunas de las universida­des más importante­s del país, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y, lo más grave, a las propias víctimas de la violencia.

Un aspecto especialme­nte repudiable de las maniobras con que se aprobó el respaldo jurídico a la actuación de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública reside en la perversa manipulaci­ón desplegada al justificar la nueva ley con el pretexto de la grave crisis en la materia, problemáti­ca que de manera innegable atraviesa el territorio nacional. En los hechos, los efectivos militares desempeñan dichas labores desde hace más de una década, cuando el entonces presidente Felipe Calderón declaró la “guerra contra el narcotráfi­co”, sin que hasta ahora su participac­ión en el combate armado a la delincuenc­ia se haya traducido en avance alguno en la protección de la integridad física y material de los ciudadanos.

Por ello, debe lamentarse que, lejos de avanzar en esa dirección, la legislació­n turnada al Ejecutivo amplíe las posibilida­des de impunidad en los casos de violacione­s a los derechos humanos que ocurren en el marco de

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