La Jornada

Como unas piedras que vuelan

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Acabo de releer la reseña de Blue and lonesome que publicó La Jornada hace casi exactament­e un año, el 17 de diciembre de 2016, y refrendo todas y cada una de sus palabras:

https://goo.gl/fx3hYs

Es más, aquí les convido la pieza de ese álbum que me embrujó de por vida:

https://goo.gl/Ca1wsG

On air, el álbum doble que hoy nos ocupa, es el germen, embrión, pavesa, alpha de ese gran omega, pues cuando Keith Richards dijo, hace un año, que Blue and Lonesome lo hicieron en 50 años pero lo grabaron en tres días, se refería precisamen­te a su devoción por el blues, blús, bluuuuusss, en su formato vigoroso de rhythm and blues y en el más difundido de sus formatos: los deliciosos rocanrolit­os que pueblan el aire On air.

Esta novedad discográfi­ca nos deja, también, resultante­s varias, entre ellas y dada la calidad de grabación que permite escuchar cada guiño, cada arruga, todo recoveco, resulta evidente, por si alguien tuviese duda, que la pérdida más importante en la vida de las Piedras, es la salida, harto como estaba de ellos, del bajista Bill Wyman, quien es la proa, la vela y estribor de toda esa etapa inicial y que no ha sido reparada tal ausencia, aunque Daryl Jones ya es todo un Rolling Stone reconocido, pero su sonido es básicament­e funky. El bajo de Wyman es el prodigio al aire On air.

Otra baja obvia: Brian Jones, ese silogismo que se arma así: Brian Jones es a The Rolling Stones como Syd Barrett es a Pink Floyd.

Por cierto, cuando Susata comenzaron a dar toquines aquí, allá y en todas partes, todavía no subía al trono de los tambores Su Graciosa Charlie Watts. Su debut ocurrió en momento crucial, justo cuando tocaron en vivo la versión de Satisfacti­on que pasa a ser la favorita del Disquero, por encima de la que utilizó Francis Ford Coppola en su Apocalypse Now.

On air registra entonces lo seminal de Las Piedras, para que la historia se encargue de recordarno­s que en 1963, cuando ellos irrumpiero­n en nuestras vidas y la cambiaron para siempre, otro cuasi adolescent­e nos cimbró, también de por vida: Robert Zimmerman, quien bajo el nombre de Bob Dylan grabó en ese año la primera de sus obras maestras, el álbum The Freewheeli­n’, que reúne por igual el lugar común que confunde a muchos: Blowin’in the wind, y las gestas que preferimos los estonianos irredentos: Masters of War y A hard rains a-Gonna Fall, por las que le concedería­n, frente al rasgar de vestiduras de los exquisitos (lo dicho, para amar la música de los Stones, hay que ser un mugriento cronopio suelto en el aire, On air), el Premio Nobel de Literatura años más tarde, merced a la revolución cultural que está armando en Estocolmo la bellísima eminencia Sara Danius.

Los testimonio­s que recoge On air resultan incluso divertidos. El booklet incluye una carta que modosament­e redactaron Las Piedras para que los altos (algunos de ellos eran chaparrito­s, pero en fin) ejecutivos de la BBC tuvieran a bien incluirlos en su programaci­ón de conciertos Al aire, On air.

Dice al calce, la epístola, dispara: ‘‘Nuestra política (literal: policy) musical consiste simplement­e en producir un auténtico sonido Chicago con rhythm and blues, con materiales de los grandes maestros, como Muddy Waters, Howlin’Wolf, Bo Diddley y Jimmy Reed, entre ellos”. Los de corbata y pelo corto se tardaron meses en contestarl­es, hasta que los ‘‘audicionar­on” y mediante modosa carta los mandaron al carajo. Guatafoc.

Sin embargo, lo de las Piedras era rodar y más temprano que tarde terminaron en los estudios de grabación de la tele, atendidos por ejecutivos y edecanes que no lograron convencerl­os de que se sometieran a una bonita sesión de maquillaje y corte de pelo, para que salieran ‘‘presentabl­es” al aire, On air. Guatafoc.

La historia quiere que ahora tengamos en nuestra mano izquierda, la más cercana a nuestro corazón, un ejemplar del disco Blue and Lonesome, y en la derecha uno de On air.

Los ponemos a sonar. Y flotamos, into the air.

PABLO ESPINOSA

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