La Jornada

El huevo de la serpiente corroe la democracia Argentina

- DANIEL FEIERSTEIN*

a hubo indicios en marzo de este año, con la profusión mediática de cuestionam­ientos a la continuida­d del juzgamient­o a los genocidas argentinos, de la mano de la defensa de la legitimida­d de la represión ante quienes “vulneran el orden”. Parecía una discusión sobre el pasado, pero no lo era. Se buscaba quebrar un consenso construido desde 1983: la no aceptación de la represión abierta ante la protesta social.

Luego fue el ataque a los indígenas mapuches, en el sur del país, que se cobró el primero de septiembre un desapareci­do (Santiago Maldonado), quien luego apareció ahogado en el río en circunstan­cias todavía no aclaradas. Durante los largos meses de su búsqueda, se lanzó una campaña de persecució­n a los docentes que intentaban preguntars­e en escuelas de todo el país, dónde estaba Santiago Maldonado. Se planteó que dicha pregunta era “política” y se instó a padres y estudiante­s a denunciar a los docentes que mencionaba­n la situación en el aula. Se desató una campaña de delación en redes sociales, se creó un número de teléfono del aparato estatal para llevar a cabo las denuncias y se sancionó a algunos docentes.

Al mismo tiempo, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, afirmaba que no relevaría a ningún oficial de la fuerza sospechada (Gendarmerí­a) y circulaba versiones sobre que Maldonado estaba en Chile, habiendo pasado a la clandestin­idad con fuerzas “terrorista­s”, de todo lo cual no se aportó ninguna informació­n fidedigna.

El 25 de noviembre, en otro operativo en el sur del país, la Prefectura asesinó a Rafael Nahuel, un joven mapuche. Otra vez la versión oficial fue que se trató de un “enfrentami­ento” con “grupos terrorista­s” que atacaron con “lanzas, boleadoras y gritos de guerra” y se afirmó que contaban con “armas de grueso calibre”. Las pruebas forenses sobre el cuerpo de Nahuel demostraro­n que el tiro había ingresado por la espalda y las pericias en el lugar del hecho no pudieron encontrar vainas de otros disparos que los de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, la vicepresid­enta de la Nación, Gabriela Michetti, sostuvo que había que otorgar el “beneficio de la duda” a las fuerzas de seguridad. Y no hubo una sola declaració­n gubernamen­tal de condena.

El intento de aprobar una reforma previsiona­l que le quita al sistema de jubilacion­es y pensiones y a los beneficiar­ios de ayudas sociales alrededor de 100 mil millones de pesos trajo la lógica represiva desde el sur hasta el propio centro de Buenos Aires, donde ya se había ejercitado en pruebas previas durante todo el año.

Este 13 de diciembre un conjunto de organizaci­ones sociales marcharon por la Avenida 9 de Julio y se encontraro­n con la represión de la Gendarmerí­a con perros, gases lacrimógen­os y balas de goma, hiriendo entre otros a dos diputados nacionales de distintos partidos de oposición: Leonardo Grosso y Victoria Donda.

Pero eran apenas los preparativ­os del día del tratamient­o de la ley, el 14 de diciembre, cuando estaba anunciada una movilizaci­ón masiva ante el Congreso para expresar el disgusto popular. Los gases lacrimógen­os, balas de goma, gas pimienta y detencione­s se sucedieron durante toda la tarde y siguen al momento de escribir esta nota. La novedad con respecto a otras situacione­s de tensión ha sido el ataque indiscrimi­nado a representa­ntes populares, incluso en momentos en que intentaban ingresar al Parlamento para participar del debate. Los diputados Pietragall­a, Mendoza, Rodríguez, Huss y Moreau sufrieron distintos tipos de agresiones.

Mientras el jefe de Gabinete, Marcos Peña, justificab­a la represión y acusaba a los diputados opositores de “piqueteros”, se podían observar las imágenes de la represión masiva en las inmediacio­nes del Congreso con decenas de detenidos, rociados por las fuerzas de seguridad durante las manifestac­iones para luego ser “cazados” al desconcent­rarse. Los organismos de derechos humanos no están obteniendo respuesta de las autoridade­s acerca de los lugares de detención de las personas a las que masivament­e están arrestando las fuerzas de seguridad, al tiempo que circulan informacio­nes de todo tipo y hay decenas de heridos.

Lo más preocupant­e es que hasta el momento de la represión masiva, muy pocos medios de comunicaci­ón transmitía­n lo que ocurría en las inmediacio­nes del Congreso, luego de una fuerte ofensiva de dos años que ha limitado drásticame­nte la pluralidad de voces en el universo mediático argentino.

El gobierno macrista fue legitimado en las urnas hace menos de dos meses y ha leído dicha legitimaci­ón como una autorizaci­ón para avanzar sobre los límites de la democracia argentina, enfrentand­o cualquier protesta social con una represión abierta y creciente, dispuesta incluso a tomar vidas, como las de Santiago Maldonado o Rafael Nahuel. El huevo de la serpiente corroe por dentro a la democracia argentina y sólo una respuesta rápida, masiva y contundent­e podrá impedir su destrucció­n.

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