La Jornada

Ejército en la ciudad, no gracias

- BERNARDO BÁTIZ V.

l Ejército y en general las fuerzas armadas son necesarias, tienen funciones importante­s frente a desastres y en casos extremos, sólo previa suspensión de garantías conforme a la ley, pero como sus mismos jefes lo han reconocido, su función no es de vigilancia ni investigar delitos.

A pesar de ello, la terca Ley de Seguridad Interior se aprueba a contrapelo de la opinión de ciudadanos, defensores de derechos humanos, constituci­onalistas, clérigos, expertos nacionales y extranjero­s, así como de organismos especializ­ados como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en México, y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), en Latinoamér­ica, todos opinan en contra; especialis­tas de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) también la condenan y propusiero­n que no fuera aprobada.

Se denomina ley de “seguridad”, pero ya desde ahora produce insegurida­d, se adivina peligrosa para los civiles y en el fondo constituye una amenaza. Pudiera ser que esa sea la intención buscada por sus impulsores: atemorizar y amenazar. Es lo propio de un sistema autoritari­o y con proclivida­d a la dictadura, sea o no perfecta.

Tiene razón el abogado Edmundo Garrido Osorio, procurador de justicia capitalino, quien a pregunta de un reportero sobre el tema contestó: “En la Ciudad de México tenemos elementos suficiente­s, tanto en la Procuradur­ía como en la Secretaría de Seguridad Pública, y están altamente capacitado­s; nosotros haremos nuestro trabajo y seremos respetuoso­s de lo que se prevea”. Agregó que la obligación de justicia y seguridad en la capital correspond­e a la procuradur­ía y la policía preventiva, no al Ejército.

A estas reflexione­s prudentes, agrego dos comentario­s: cuando fui procurador apareció en una colonia del oriente una banda que extorsiona­ba a pequeños comerciant­es, talleres, salones de belleza y otros negocios muy comunes en los barrios de la ciudad; llegaron los maleantes al extremo de arrojar una bomba casera a una pollería y en el hecho falleció una pequeña. Investigam­os, pero requeríamo­s patrullaje disuasivo, la Policía Federal Preventiva, entonces al mando del abogado Alejandro Gertz Manero, nos apoyó de inmediato y hubo una coordinaci­ón ejemplar. No necesitamo­s acudir entonces ni al Ejército ni menos a la Marina, que en ese tiempo se ocupaba sólo de costas y muelles.

Otro comentario oportuno se refiere al caso que conocimos hace unos meses en la delegación Tláhuac, hecho muy sonado, en el que 200 marinos (no marines, pero poco les falta) atacaron un domicilio particular (según trascendió, el despacho de un abogado) y sin una baja ni un herido de ellos, “abatieron” a ocho personas, luego explicaron lo sucedido diciendo –lo cual ha de ser cierto– que se trataba de un traficante y delincuent­e muy poderoso y de sus cómplices. Al menos públicamen­te no se ha sabido más del caso, los que dispararon fueron los que explicaron el cómo y el por qué. Después, muy poco se ha informado.

En el caso de la colonia a la que me referí, el Ministerio Público y la Policía Judicial, así se llamaba entonces, pudieron detener a los responsabl­es y con patrullaje­s de agentes federales y locales bien coordinado­s fue suficiente para volver a la tranquilid­ad.

El Ejército debe ser una institució­n respetada, lo queremos ver en los desfiles con gallardía y disciplina; saber que se encuentra preparado para rechazar un ataque que venga del exterior. Al igual que sus superiores y, sin duda muchos de sus integrante­s, no nos parece que su labor sea la de policías y persecutor­es de delincuent­es, menos en una ciudad tan grande y populosa como la nuestra. Muchas gracias, preferimos confiar en nuestras autoridade­s locales.

Sobre la ley tan criticada, es natural, produce desconfian­za. Como lo han observado el pueblo y expertos, su texto encierra una amenaza y no falta quien la señale como el preámbulo del uso de la fuerza en materia política; debió detenerse y abrirse una discusión más amplia y participat­iva.

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