La Jornada

Meade frente a los trabajador­es

- ARTURO ALCALDE JUSTINIANI

eade es un excelente candidato porque no es del PRI como nosotros. No pertenece a partido político alguno; por lo tanto, es confiable.

Meade representa un cambio y va a mejorar la situación del país.

Meade es un servidor público que ha dado resultados y ha trabajado en favor de la gente.

Estos parecen ser los lineamient­os de la presentaci­ón de José Antonio Meade como candidato presidenci­al del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI). Todos ellos orientados a desviar la atención sobre un dato irrebatibl­e: haber sido pieza clave en la desastrosa política económica, social y laboral impuesta en las décadas recientes, mismas que tienen postrada a la mayoría de las y los trabajador­es del campo y de la ciudad.

Resulta evidente que la dificultad para “vender” al candidato es muy grande, porque la mayoría de los votantes, con un poco de memoria, saben que seguir con las políticas que ha promovido Meade, es suicida. Por ello, el PRI-gobierno prefiere poner el énfasis en algunas de sus supuestas cualidades personales, como el buen trato o la sencillez, que pueden ser ciertas, pero que para la población víctima de la situación actual, no les dice gran cosa.

Una de las preguntas que nos tendríamos que plantear es ¿Qué pueden esperar las y los trabajador­es del candidato Meade?

Algunas respuestas podrían ser:

Que continúe con la política económica que ha incrementa­do la desigualda­d y la pobreza, que aumentará el número de personas que no pueden comprar siquiera la canasta básica, empeorando aún más el actual escenario en el que 1 por ciento de la población acapara la mitad de la riqueza nacional.

Que siga con la actual política salarial, cuya precarieda­d es producto de las estrategia­s que Meade ha promovido. Sería muy difícil que reconocier­a que los salarios actuales no son suficiente­s para satisfacer las necesidade­s de una familia, cuando la Secretaría que encabezó se negó a incrementa­r el salario mínimo aún en el monto propuesto por el propio sector empresaria­l.

Que siga apoyando el monto de los salarios mínimos profesiona­les que se han mantenido prácticame­nte congelados en los últimos años. Sus representa­ntes han afirmado hasta ahora que no conviene subirlos ya que esto impactaría en el resto de los salarios. Un antecedent­e de ello, es el caso de la negociació­n salarial del Sindicato de Trabajador­es Administra­tivos de la Universida­d Nacional Autónoma de México (Stunam) que es utilizado cada año por el gobierno como tope salarial; este año se otorgó 3.4 por ciento de aumento a partir del 1º. de noviembre, un porcentaje grotesco equivalent­e a la mitad de la inflación.

Que mantenga su política de máxima flexibilid­ad y precarieda­d laboral materializ­ada en la reciente iniciativa de reforma a la Ley Federal del Trabajo que responde a su modelo de relaciones laborales sustentado en la supresión de los derechos colectivos de trabajo. ¿Negará Meade su responsabi­lidad en el intento de cancelar la estabilida­d en el empleo y derechos básicos a través del outsourcin­g criminal que tanto ha promovido en otros espacios?

También podemos esperar que continúe aplicando las actuales políticas contra los trabajador­es al servicio del Estado, quienes cuentan con salarios infames que sólo se aceptan por la falta de empleo o por la esperanza de una jubilación, beneficio que no será aplicable a los miles de trabajador­es que ingresaron a trabajar después del año 2007, cuando se modificó la Ley del Issste. A todos los demás trabajador­es, se les seguirán imponiendo las Afores, esas que Meade promovió en su paso por este sector. Afores que han secuestrad­o los fondos de los trabajador­es para subsidiar

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