La Jornada

Nancy, vida de maltrato y abuso desde el primer día

- JESSICA XANTOMILA JESSICA XANTOMILA

Aunque en los portales y folletos de agencias de empleo que colocan trabajador­as del hogar se muestran imágenes de familias amables y sonrientes, y empleadas contentas por realizar sus labores, esta representa­ción idónea pocas veces coincide con la realidad.

En la mayoría de estas empresas, las trabajador­as domésticas son inexistent­es a la hora de negociar su contrataci­ón y por ello una vez que son asignadas a una casa prácticame­nte las dejan a su suerte.

De acuerdo con informació­n proporcion­ada por la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), en la República Mexicana el trabajo del hogar remunerado emplea a 2.4 millones de personas, de las cuales alrededor de 95 por ciento son mujeres, y 75 por ciento gana menos del salario mínimo, peor aún, 96 por ciento no cuenta con un contrato y la mayoría carece de algún tipo de protección social.

“Lo que han visto las compañeras es que en las mismas agencias no conocen ni protegen los derechos de las trabajador­as del hogar”, dijo Marcelina Bautista Bautista, una de las secretaria­s generales colegiadas del Sindicato Nacional de Trabajador­es y Trabajador­as del Hogar, creado en 2015.

Bautista Bautista dijo que hay empresas que fueron fundadas por personas que colocaron a amigas o que eran trabajador­as del hogar, pero desconocen el número de agencias que se dedican a brindar este servicio en México o la cantidad de empleadas del hogar que las utilizan para conseguir trabajo.

En algún momento, añadió, “quisimos hacer una red con las agencias, pero decían: “¿Verdad que no hay derechos para las trabajador­as del hogar?” Simplement­e empezar con ese comentario es una muestra clara de que no hay mucha claridad o compromiso para asomarse a la ley y ver si estas personas tienen derechos y cuáles son”.

Ana Laura Aquino Gaspar, también secretaria general colegiada del sindicato, expuso que en estos espacios a las trabajador­as les cobran comisión por colocarlas, y a pesar de que dicen que los antecedent­es de sus empleadas están Nancy hoy tiene 40 años de edad y 10 de ellos los ha dedicado al trabajo en el hogar remunerado, en dos ocasiones consiguió el empleo por medio de una agencia especializ­ada.

La última vez, con May Service, empresa que actualment­e ya no existe, fue contratada como recamarera por un matrimonio joven. Durante los seis años que estuvo ahí la carga de trabajo se incrementó en forma gradual, pero constante, y con ello también los maltratos. De la agencia de empleos no recibió ninguna clase de apoyo.

Cuando la contrataro­n le informaron que compartirí­a actividade­s con otra compañera. Sin embargo, desde el primer día a ambas les asignaron más trabajo. Su empleo al principio era de planta, descansaba únicamente los domingos, investigad­os, en muchas ocasiones no ocurre así; “llegan ahí sólo con una identifica­ción oficial”.

No existe protección para ellas, alertó, porque a los empleadore­s después cambió a lo que se conoce con la figura “de entrada por salida”, se estipuló que el horario era de ocho a cinco de la tarde, pero éste no se cumplía, salía al menos a las 19:00.

El trato que recibió, expresó, fue muy malo. Señaló que prácticame­nte no tenían permiso “ni para ir a la tienda, a menos que los señores necesitara­n algo”. Además, su compañera faltaba constantem­ente y ella “tenía que hacer su trabajo”.

Aunque terminaba muy cansada y molesta, no renunciaba porque pensaba en los beneficios económicos. “Dentro de todo no nos pagaba tan mal”, 10 mil pesos al mes.

El momento de quiebre fue cuando Nancy tuvo contacto con el Sindicato Nacional de Trabajador­es y Trabajador­as del Hogar; donde le tampoco se les investiga. “Uno se expone. Ignoras a qué casa vas a llegar, no sabes si realmente los integrante­s de la familia son confiables”. hablaron del contrato colectivo y de sus derechos como empleada. Ahí se le propuso que lo firmara “para que ya no tuviera esta dificultad en cuanto a los horarios y sus actividade­s”. En cuanto lo hizo, la despidiero­n.

Antes de irse de la casa los escoltas de la familia le revisaron el celular y sus pertenenci­as. “Les di permiso de que lo hicieran porque la señora dijo que de negarme, si ella quería, me podía acusar de robo”.

Con ayuda de la gente del sindicato logró que le pagaran su liquidació­n, aunque sólo le dieron lo correspond­iente a dos años de trabajo; la tercera parte del dinero que le tocaba.

De la agencia de empleos no supo más: “La busqué y fue cuando me di cuenta que ya no existía”.

Cuando son colocadas, prácticame­nte “se desentiend­en de ellas, en el sentido de los derechos que puedan tener o darles seguimient­o para saber si están bien o les gusta el trabajo, o si de verdad se está cumpliendo con lo que el empleador ofreció en un principio.”

A las agencias sólo les interesan las cuotas que ganan

Tampoco “cuentan con talleres para superación personal, ni siquiera para la enseñanza de sus derechos laborales, lo único de lo que se encarga la agencia es del negocio de colocación y, claro, del cobro de sus cuotas”.

Bautista añadió que muchas trabajador­as se han quejado también del modo en que operan, pues incluso cuando ya están colocadas en una casa, les piden estar atentas a sus teléfonos celulares en caso de que las necesiten para otro empleo.

Asimismo, Marcelina Bautista señala que los principale­s actos de violencia que llegan a sufrir las mujeres trabajador­as del hogar comienza con el exceso de la jornada de trabajo, debido a la falta de un un contrato “por lo que todos los demás derechos habrán de ser nulos y al final del día aquél estará interpreta­do desde la buena voluntad de las señoras que te ayuden en esto”.

Los horarios de trabajo, los descansos u otras prestacion­es quedan normalment­e a la disposició­n de quien las contrata. En muchas ocasiones, si son de planta, no les autorizan salir de la casa, salvo para actividade­s que les asignen.

No puedes llamarte como mi hija

Continúa con la discrimina­ción. Bautista Bautista narró que hace un par de meses una de las afiliadas al sindicato fue contratada y su empleadora “la reconocía, le gustaba su trabajo y su actitud”, pero le dijo que no podía llamarse Silvia porque su hija tiene el mismo nombre.

De acuerdo con una investigac­ión realizada por la organizaci­ón civil Impunidad Cero, los tipos de violencia más comunes que padecen las trabajador­as del hogar son la sicológica, económica y sexual.

En México se emplea a 2.4 millones de personas en los hogares: oit Se calcula que 96 por ciento carece de contrato y prestacion­es

 ??  ?? Poco común, la tranquilid­ad de una trabajador­a doméstica que realiza su trabajo de asistencia con su patrón, en la colonia Polanco ■ Foto La Jornada
Poco común, la tranquilid­ad de una trabajador­a doméstica que realiza su trabajo de asistencia con su patrón, en la colonia Polanco ■ Foto La Jornada

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